09 agosto 2010

¡QUÉ DIFERENCIA!


Hay niveles.....
Héctor Algarín.

Cuando en el siglo XVII Galileo Galilei tuvo que abjurar ante la iglesia por su visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición y pronunció su célebre frase "E pur si muove" (pero se mueve, en español), no se imaginó nunca lo trascendental de sus teorías y de esta frase, Galileo Galilei es sin lugar a dudas un hombre excepcional en la historia universal.
La Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada) en México consistió en un conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929, entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros católicos que resintieron la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la autonomía de la iglesia católica.
En Acaponeta (población prácticamente ajena a este movimiento), se dieron asentamientos de cristeros que huyeron de la brutalidad del gobierno de aquel entonces. Uno de ellos fue el Sr. José de Jesús Jáuregui casado con la Sra. Concha Algarín quienes vivían por la calle Juárez rumbo a las vías del tren. Este ex-cristero, contaba con 7 impactos de bala en diferentes partes del cuerpo, lo que nos da un ejemplo de las feroces luchas libradas en aquel entonces, procrearon a Casimiro, al M.V.Z. José (el ex-diputado por el PT) a Paco y Joaquín, Martha, Mary y Meche.
Otro de los cristeros avecindados en la ciudad fue el Sr. José Ledón Sens, hombre muy piadoso y fundador del Sinarquismo en Acaponeta (tío del querido amigo Daniel Ledón "El Pollo"). Otro sinarquista de "hueso colorado" fue Don Juan Martínez ("El Ollero"), contaba con una fábrica de ollas y cazuelas de barro por la calle Oaxaca, que trabajaban todos los integrantes de su familia.
Dentro de este grupo de personas, no olvidemos a Porfirio Mayorquín apodado "El Pillaco", quien apoyó a los cristeros en el vecino municipio de Huajicori y fue muerto a balazos por la espalda en los famosos "Arbolitos".

El más querido para mí, lo fue sin duda el Sr. Jorge Salina (*), nacido en la Cd. de Tepic y activo combatiente de este episodio en la historia de México, cuando se vinieron de huída a refugiarse en Acaponeta fue a invitación del Sr. Juan Algarín, en aquel entonces recaudador de rentas y con gran amistad del gobernador de Nayarit en turno, Don Francisco Parra, Masón igual que mi tío abuelo.
Jorge Salina (*), fue una vez a los Estados Unidos a comprar armas, lo apresaron en Cd. Juárez y le formaron peloton de fusilamiento, se le acercó el sargento de aquel pelotón para preguntarle su ultima petición y en ese momento corrió y se les escapó (disparándole con sus Mauser en varias ocasiones, llegándolo a herir en una pantorrilla), se escondió en una barrica de 200 lts. que contenía lupulo de cebada por varios dias, causándole la perdida de las uñas de los pies pero finalmente libre de sus captores.
"Las Adelitas" (nombre que se les dio a las mujeres de la revolución que hacían de cocineras, enfermeras y todo lo que requería la tropa), de nueva cuenta encontraron un quehacer muy importante durante la cristiada y fue el traficar municiones (calibre 30-30 y 7/62), cosidas en las enaguas de sus faldas, ya que no lo encontraban aquí en México, y en los E.U.A. no se las querían vender. Una de estas mujeres fue María Cruz Gonzalez Flores (conocida cariñosamente como Crucita, "La Nina") dedicada de cuerpo y alma a esta causa durante la época en que se desarrolló; y fundadora, posteriormente en Acaponeta, junto con Petrita Nieblas de "Las Hijas de María"; a este grupo de mujeres bien podríamos catalogarles sin lugar a dudas como beatas. Otro de los avecindados en Acaponeta fue el papá (su nombre no lo tengo) del "güero refresquero" un comerciante de jugos que tenía su puesto en el mercado "Corona" por dentro, atrás del "Chalpeño" y de Don Roberto Espinosa.
"El güero refresquero" había sido compañero de mi padre en la escuela primaria y siempre se habían saludado y perduraba su amistad a través del tiempo, una noche fue a nuestra casa ya casi en la madrugada, le dijo a mi padre que si podía acompañarle, mi madre me dijo que fuera con él, llegamos a una vivienda humilde, de una sola habitación, (me acuerdo, cosa rara en mi) de paredes altas y vigas de madera en el techo (a la usanza de esas casas en Acaponeta); el papá del güero, yacía en un vetusto catre de madera cocido con deshilachados mecates, se encontraba en los últimos momentos de su vida y quería estar con el hijo de su compañero de armas: Jorge Salina (*) no creo haber oido con claridad que decían pero lo ultimo que escuche nunca lo he podido olvidar; Mi padre le dijo "Viva Cristo Rey".....y el contesto: ¡VIVA!.....y murió.
Muchos hombres, como Galileo Galilei (de una grandeza innegable) se vieron obligados a abjurar por lo que habían luchado, por lo que sostenían, por sus convicciones, por sus creencias otros, como aquel humilde cristero del cual hago alusión, murió acompañado de su credo....y nunca abjuró.
Este, es un pequeño homenaje a todos aquellos hombres movidos por la fe, atacados en la escencia misma de su persona, atentando contra los principios básicos de la existencia del ser humano....el creer en algo, aunque no lo vean.
Humildemente, y en especial a todos aquellos que vivieron en Acaponeta y que tuve el privilegio de haber compartido un espacio y un tiempo en la vida de ellos.
¡Viva Cristo Rey!

Digo.... nomás como comentario.

*Jorge Salina: José Algarín, era el acróstico utilizado por mi abuelo en esa guerra.

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