14 junio 2009

LA TERRIBLE CORRUPCIÓN MATÓ A LOS NIÑOS DE HERMOSILLO




Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

A lo largo de los años hemos sido testigos de grandes tragedias que han dejado un número incalculable de muertos, heridos, incapacitados y bancarrotas económicas: la explosión de San Juanico que destruyó todo un pueblo; la de Guadalajara que voló calles y casas; la incapacidad de dar una respuesta rápida en los sismos del 85; infinidad de incendios de todo tipo: urbanos y forestales; el caso del New Divine; miles de accidentes automovilísticos; los cientos de muertos que cada año dejan las peregrinaciones; los tragedias de las plataformas petroleras; las explosiones en mercados y tianguis a causa de la venta de fuegos pirotécnicos; la caída del avión de Juan Camilo Mouriño; la venta de leche y juguetes contaminados; la devastación forestal; los pleitos y tragedias en los estadios y una larga lista de desventuras, muerte, desolación y luto; todos tienen una característica común: LA CORRUPCIÓN.
El caso de los niños quemados en una guardería de Hermosillo, Sonora, nos habla de lo mismo, la corrupción como gran culpable y, la enseñanza que nos dice que México es un país pobre, ramplón y de mentalidad tercermundista, donde no hay –nunca—dinero para las cosas que son básicas, pero indigna saber que todos los años arroja al mundo políticos multimillonarios y omnipotentes, arrastrando ostentosísimas campañas electorales, a las que no se les regatea ni un quinto, que son una vergüenza y un escupitajo al rostro de un pueblo que tiene que enterrar a sus muertos, o como en el caso de los bebés sobrevivientes de Sonora, llevar en adelante un vida –UNA VIDA ENTERA-- llena de penurias y dolor.
Se alega que la guardería estaba indebidamente en una bodega, yo pregunto: sin el apoyo de nadie, con las puertas gubernamentales que siempre se cierran, sin espacios dedicados a esos menesteres, con miles de escuelas que no tienen servicios de agua y drenaje –como se vio en la crisis de la influenza--, en un país donde la capacitación se menosprecia y se niega “por cara” ¿dónde diablos se iba a meter la gente de la guardería? Respuesta: simplemente donde hubiera un espacio, no importando si era una bodega o debajo de un árbol, como hay cientos de planteles escolares, el caso era satisfacer la necesidad de padres que trabajan y que no tienen dónde dejar a sus polluelos. Alguien otorgó permisos, logró acuerdos –seguramente en lo oscurito--, soltó mordidas por oficios firmados y sellados por determinadas dependencias dando el ansiado y criminal SÍ; hubo “sensatas revisiones” de protección civil y ahora sabemos que existió un oficio determinando que todo estaba bien, o que el IMSS hace tiempo hizo una revisión detectando serias fallas, pero nada hizo, tal como el país que siempre nos pintan los que nos gobiernan: cuando la crisis nos revuelca a los mexicanos, las declaraciones oficiales dicen que somos una economía potente, boyante y con un futuro prometedor; vemos un campo devastado, sin campesinos que los atiendan y las autoridades hablan de bonanza y porvenires deliciosos; así el dictamen sobre la guardería: todo muy bien para resistir incendios: realidad 44 muertos y decenas de heridos graves.
Pero no solo es el caso de los desgraciados niños de la guardería sonorense, eche el amable lector un ojo crítico a todo lo que le rodea: las escuelas del municipio, unas más otras menos, funcionan a la buena de Dios, porque nunca hay dinero para las decenas de necesidades que tiene cada plantel: pupitres desechos, baños inservibles, drenajes devastados, pizarrones que dan lástima, pocos e inadecuados espacios recreativos; redes eléctricas inútiles y peligrosas; herrería herrumbrosa, escaso material didáctico; pobre capacitación para docentes; servicios de tutorías y asesorías académicas inexistentes; atención psicopedagógica paupérrima; espacios administrativos insuficientes, la seguridad en manos de la Virgen de Guadalupe, etc. Corrupción: pues mire Usted, en cambio cuánto ganan los maestros y sus líderes sindicales. ¿Elba Esther Gordillo, sufrirá alguna de esas carencias? Corrupción: ahí está el caso de las Hummers. Cuando los sucios ¿maestros? de Oaxaca quieren más dinero, toman calles, pintan muros y quiebran cristales, así de fácil.
Dígame el lector si los ciudadanos que acuden a las discotecas del pueblo, la región o del país, los restaurantes, los centros botaneros, los salones de baile, los estadios y cualquier punto de reunión, pueden salir indemnes de una contingencia como las que se presentan a veces. Corrupción: seguramente todas ellas tienen un papel donde se dice que “reúne las condiciones de seguridad adecuadas” aunque en la realidad, no tienen salidas de emergencia o están bloqueadas con mercancías y cerradas con candados en los eventos. Corrupción: puedo asegurar que ninguna de los mencionados tiene un plan de contingencia, evacuaciones y simulacros.
En cada fiesta y hasta en eventos privados, con regularidad escuchamos que truenan cohetones al aire, luces, buscapiés, silbadores, bombillos y hasta toritos; alguien los hace. Corrupción: ¿se fabricarán en las condiciones que exige la ley? ¿El mercado municipal, tendrá todo lo que se requiere para evacuar en minutos a clientes y locatarios en un incendio, sismo o cualquier otra eventualidad? Corrupción: no recordamos un simulacro o manual de contingencias. Tampoco en escuelas, centros de salud, estadios municipales, bodegas, talleres. La misma presidencia municipal, en años, no han intentado algo similar.
La corrupción y ese sentimiento de vivir en un país de tercera abarca todas las áreas del quehacer: delegaciones de tránsito y en general cualquier delegación de corte federal que funcione en estados y municipios. En materia de salud, las cosas son graves y hay severas fallas, por eso vemos las verduras tiradas en la banqueta o la carne siendo transportada en inútiles carros de dizque servicio. ¿Tacos en las esquinas y hotdogs y hamburguesas y cenadurías y cien etcéteras? Es común cenar en la calle y que los autos, volando pasen a centímetros de la silla donde uno come. Corrupción.
Más: oficinas de gobierno que no funcionan, porque son dirigida por inútiles que están ahí por “heroicos logros en campaña electoral”. Corrupción: depósitos, cantinas, centros botaneros, vinaterías, restaurantes, discotecas, bares y aguajes que no tienen horarios de salida, entrada o funcionamiento regulado. Corrupción: borrachines bebiendo en la calle o a las afueras de los lugares donde ofertan bebidas embriagantes; muchachos que corren por las calles a altas velocidades en los carros de sus papás, aventando botes por las ventanillas e injurias a las peatones. Ya vimos que prácticamente afuera de la casa del primer edil, se pistea con singular alegría y desparpajo. Alguna vez dijo el “paladín de la renovación moral de la sociedad”, Miguel de la Madrid, que la negligencia era una forma de corrupción, por ello, funcionarios disfuncionales. Carpinteros, plomeros, electricistas y mecánicos que solo dejan dolores de cabeza; médicos, abogados y otros “titulados” que arrojan a un lado la ética profesional para lucrar con la necesidad de la gente y buscan acercarse a los que detentan el poder para sacar buena tajada del pastel gubernamental. Periodistas extorsionadores, docentes que venden calificaciones, policías o tránsitos de crucero que se ofertan por “50 varos”; burócratas sindicalizados que organizan un mitin o una huelga para desgastar los recursos públicos, como el SUTSEM en Nayarit y sinvergüenzas como la dirigente de este organismo en Tecuala; secretarias y secretarios que por una lana te dejan pasar o agilizan un trámite; AFIS, PEIS o municipales que hacen de la vista gorda ante los que venden discos y películas piratas, o peor, droga en las esquinas, tienditas, calles y escuelas. Corrupción a todos los niveles: formados en la cola del banco o las tortillas, no falta quien impunemente se cuela o alguien que les hace el favor. Son decenas los que sacan la basura por las noches, que cuelgan anuncios, mantas y pancartas en las calles o esquinas. Pocos, muy pocos respetan los reglamentos de construcción. Por todos lados se ven niños con los botes de cerveza en la mano. ¿Los ceviches que comemos en los centros botaneros estarán libres de la famosa larva migratoria o todo se lo dejamos al “todopoderoso y milagroso limón? Somos un pueblo de impuntuales. Le tenemos más fe a un ratero que a un policía. Malinchistas incurables, damos prioridad a la extranjero que a lo que se hace en México. Nos reportamos enfermos los lunes a causa d fenomenal cruda y todavía le mentamos la madre al IMSS porque no nos dio incapacidad o, lo peor, no nos curaron la resaca.
Corrupción, corrupción y más corrupción, eso mato a los niños de Sonora y así como estamos, somos afortunados de todavía tener hijos y de nosotros mismos estar vivos.

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