MEJORANDO A PASOS AGIGANTADOS EN EL ARTE DE ESCRIBIR, EL JOVEN Y TALENTOSO ACAPONETENSE ALFONSO SANTIAGO, A QUIEN LE AUGURAMOS UN FUTURO PROMETEDOR, NOS MUESTRA QUE ES TAN BUENO EN LA NARRATIVA COMO EN LA POESÍA. ENHORABUENA.
Sales de aquella casa, tienes que apurarte por que el autobús no volverá a pasar hasta las ocho de la noche, recién habías terminado con tu novio y necesitabas platicar con tu amiga a la que confiesas todo, así el tiempo de charla se prolongó y la albura de la luna ahora brilla en su máximo esplendor; caminas apresurada por las calles empedradas, allá a lo lejos alcanzas a escuchar los perros ladrando, unos gatos en época de celo, alcanzas a percibir el sonido levísimo que provocan tus tenis converse a cada paso que das; llegas a la esquina de la cuadra y doblas a la derecha, vertiginosamente caminas abrazándote el cuerpo con las manos. Ya has llegado por fin a la parada del autobús, un sutil viento silencioso mueve tus cabellos negros como la noche, en ella se confunde tu cabellera, miras tu reloj y dices: ¡dios! espero que no haya pasado ya; el mismo viento eriza tu vello corporal, miras tu reloj, te desesperas por que la maldita cafetera no viene y empiezas a pensar: a lo mejor ya pasó, o quizá se retrasó; comienzas con las conjeturas sin que hasta el momento hayas podido confirmar alguna, vuelves a mirar tu reloj por tercera vez, siete treinta, justo la hora en que debe de pasar.
Te olvidas por un momento del tiempo y diriges tus ojos hacia aquel cielo límpido, estrellado y negro, buscas la luna y en su interior aquel conejo místico que duerme en sus entrañas, lo ves, lo aprecias como si nunca en la vida lo hayas visto jamás. ¡Taz! escuchas y tu cuerpo salta involuntariamente, volteas a tu lado izquierdo y por fin, ahí esta el ansiado autobus meciéndose como columpio después de no haber podido bordear tamaño boquete expuesto en la calle, se va acercando con sus pupilas amarillas que ahuyentan la oscuridad, te acercas a la acera, el viento está empezando a ser más frío, antes de que llegué por completo a la esquina tu le haces la seña de que se detenga, aquél ruidajo de hierro provoca en ti despreocupación y tranquilidad, lo abordas con rapidez; -Buenas noches,- dices tú, -Buenas noches señorita, hace frío afuera, ¿verdad?- te pregunta el chofer amablemente, -si ya empezó, lo bueno es que aquí dentro no está tan helado- te da el cambio, -no para nada, parece que tiene calefacción integrada- bromea el conductor -gracias- y pasas a tomar asiento, tu preferido, el primero, aunque sea preferencial siempre te ha gustado sentarte ahí, estiras tus manos heladas, las rozas una con otra para adquirir un poco de calor.
Tu ojos jamás voltearon hacía atrás, el camión se detiene cinco cuadras más adelante, el chofer se para de su asiento, baja, revisa la llanta para verificarla, porque tamaño crater pudo haber desponchado el neumático, de reojo ves a un pasajero que pasa por tu lado y luego lo pierdes de vista. De nuevo arranca el autobús, tu ya quieres estar en tu casa, cenando frijoles con queso y salsa huichol, tu cena favorita, "puro hierro mija' pa' que crezca" te decía tu papá, lo recordabas y sonreías.
Miras tu reloj, las manecillas marcan las ocho quince, tu debes de estar a las nueve en tu casa porque sabes que tu mamá explotará si no llegas a esa hora, "podría castigarme" dices "y quiero salir el domingo, tengo que llegar temprano" Piensas, te resignas a que el camión siga su curso ya sin tomar importancia a la hora de llegada; sientes algo de sueño, sientes los ojos borrosos, sientes como si una basura finísima enturbiara tu vista, tu masajeas con tu índice, te percatas que frente a ti hay un vidrio que te refleja a la perfección, te acercas a él mirándote el globo ocular desnudo, te masajeas otra vez, aquella molestia desaparece; regresas a tomar la posición original, pero hay algo, presientes algo detrás de ti, volteas a tu lado derecho y no hay nadie en el camión, al parecer sólo tu y el chofer, pero no, miras el reflejo del espejo y alcanzas a observar una figura humana al fondo del autobús, te parece familiar su mirada por que al igual que tu hace un momento, a través de aquellas ventanas grisáceas, mira absorto ese cielo tan estrellado y esa luna brillante en la penumbra del universo.
Vuelves tu cabeza, "si que vengo dormida" La inercia de ese reflejo humano te incita a no despegar la vista, el voltea, te observa, tu lo ves también, ambos se contemplan como si existiera un imán poderosísimo entre sus miradas, te sonríe, tu agachas la mirada y te olvidas por un momento de ese suceso efímero. Pero hubo algo en su mirada que te hizo sentir segura, buscas de nuevo en ese vidrio inerte su figura, el no ha vuelto su mirada, se contemplan de nuevo, te sonríe y tu le regresas la sonrisa, sin duda alguna captó tu atención, imaginas que viene hacia a ti, que dice: hola, buenas noches, mi nombre es Alberto, pero solamente se miran a través de ese vidrio, te parece excitante la idea de conocer a alguien nuevo y el no se ve tan mal, te dices a ti misma.
Mueve su vista hacia la luna, ahora tu no quieres mover la tuya, su mirada te hipnotiza, el vuelve a mirar al vidrio, se contemplan de nuevo y las sonrisas vuelven al origen, solo sonrisas enviadas y recibidas; han pasado quince minutos de miradas provocativas y sonrisas, quince minutos que te parecen segundos; se levanta, lo ves, miras tu reloj, te preguntas en tu interior "sucederá lo que pienso" Se va acercando, te rascas la rodilla, solo tres asientos los separan, se acerca, tu no sabes qué hacer, se acerca, sólo dos asientos ahora, qué harás si te pregunta algo, sientes cálido por dentro, un viento de lava baña tu cuerpo, qué harás, giras tu mirada a la derecha para apreciar en su magna expresión aquella figura humana, esa vista magnética que te provoca seguridad, tranquilidad; ya debe de estar ahí, pero solo el silencio, el chofer y tu abordan ese caballo de hierro.
Abres tu ojos, volteas hacia atrás, adelante, nada, nada, "no puede ser, fue tan real" te dices, fue tan real, y un viento heladísimo te eriza, el autobus frena, te levantas, vuelves a mirar hacia atrás, nada, -Gracias- dices tu -que pase buenas noches señorita- te contesta el chofer, caminas hacia tu casa, absorta en esa escena tan palpable, miras hacia el camión por última vez y aquella figura humana que creías haber soñado, a través de aquellos vidrios grisáceos, te sonríe y te observa fijamente.
aspg
www.terralittera.blogspot.com
www.revolucionconletras.com
P.D. Saludos cordiales maestro
Alfonso Santiago
Sales de aquella casa, tienes que apurarte por que el autobús no volverá a pasar hasta las ocho de la noche, recién habías terminado con tu novio y necesitabas platicar con tu amiga a la que confiesas todo, así el tiempo de charla se prolongó y la albura de la luna ahora brilla en su máximo esplendor; caminas apresurada por las calles empedradas, allá a lo lejos alcanzas a escuchar los perros ladrando, unos gatos en época de celo, alcanzas a percibir el sonido levísimo que provocan tus tenis converse a cada paso que das; llegas a la esquina de la cuadra y doblas a la derecha, vertiginosamente caminas abrazándote el cuerpo con las manos. Ya has llegado por fin a la parada del autobús, un sutil viento silencioso mueve tus cabellos negros como la noche, en ella se confunde tu cabellera, miras tu reloj y dices: ¡dios! espero que no haya pasado ya; el mismo viento eriza tu vello corporal, miras tu reloj, te desesperas por que la maldita cafetera no viene y empiezas a pensar: a lo mejor ya pasó, o quizá se retrasó; comienzas con las conjeturas sin que hasta el momento hayas podido confirmar alguna, vuelves a mirar tu reloj por tercera vez, siete treinta, justo la hora en que debe de pasar.
Te olvidas por un momento del tiempo y diriges tus ojos hacia aquel cielo límpido, estrellado y negro, buscas la luna y en su interior aquel conejo místico que duerme en sus entrañas, lo ves, lo aprecias como si nunca en la vida lo hayas visto jamás. ¡Taz! escuchas y tu cuerpo salta involuntariamente, volteas a tu lado izquierdo y por fin, ahí esta el ansiado autobus meciéndose como columpio después de no haber podido bordear tamaño boquete expuesto en la calle, se va acercando con sus pupilas amarillas que ahuyentan la oscuridad, te acercas a la acera, el viento está empezando a ser más frío, antes de que llegué por completo a la esquina tu le haces la seña de que se detenga, aquél ruidajo de hierro provoca en ti despreocupación y tranquilidad, lo abordas con rapidez; -Buenas noches,- dices tú, -Buenas noches señorita, hace frío afuera, ¿verdad?- te pregunta el chofer amablemente, -si ya empezó, lo bueno es que aquí dentro no está tan helado- te da el cambio, -no para nada, parece que tiene calefacción integrada- bromea el conductor -gracias- y pasas a tomar asiento, tu preferido, el primero, aunque sea preferencial siempre te ha gustado sentarte ahí, estiras tus manos heladas, las rozas una con otra para adquirir un poco de calor.
Tu ojos jamás voltearon hacía atrás, el camión se detiene cinco cuadras más adelante, el chofer se para de su asiento, baja, revisa la llanta para verificarla, porque tamaño crater pudo haber desponchado el neumático, de reojo ves a un pasajero que pasa por tu lado y luego lo pierdes de vista. De nuevo arranca el autobús, tu ya quieres estar en tu casa, cenando frijoles con queso y salsa huichol, tu cena favorita, "puro hierro mija' pa' que crezca" te decía tu papá, lo recordabas y sonreías.
Miras tu reloj, las manecillas marcan las ocho quince, tu debes de estar a las nueve en tu casa porque sabes que tu mamá explotará si no llegas a esa hora, "podría castigarme" dices "y quiero salir el domingo, tengo que llegar temprano" Piensas, te resignas a que el camión siga su curso ya sin tomar importancia a la hora de llegada; sientes algo de sueño, sientes los ojos borrosos, sientes como si una basura finísima enturbiara tu vista, tu masajeas con tu índice, te percatas que frente a ti hay un vidrio que te refleja a la perfección, te acercas a él mirándote el globo ocular desnudo, te masajeas otra vez, aquella molestia desaparece; regresas a tomar la posición original, pero hay algo, presientes algo detrás de ti, volteas a tu lado derecho y no hay nadie en el camión, al parecer sólo tu y el chofer, pero no, miras el reflejo del espejo y alcanzas a observar una figura humana al fondo del autobús, te parece familiar su mirada por que al igual que tu hace un momento, a través de aquellas ventanas grisáceas, mira absorto ese cielo tan estrellado y esa luna brillante en la penumbra del universo.
Vuelves tu cabeza, "si que vengo dormida" La inercia de ese reflejo humano te incita a no despegar la vista, el voltea, te observa, tu lo ves también, ambos se contemplan como si existiera un imán poderosísimo entre sus miradas, te sonríe, tu agachas la mirada y te olvidas por un momento de ese suceso efímero. Pero hubo algo en su mirada que te hizo sentir segura, buscas de nuevo en ese vidrio inerte su figura, el no ha vuelto su mirada, se contemplan de nuevo, te sonríe y tu le regresas la sonrisa, sin duda alguna captó tu atención, imaginas que viene hacia a ti, que dice: hola, buenas noches, mi nombre es Alberto, pero solamente se miran a través de ese vidrio, te parece excitante la idea de conocer a alguien nuevo y el no se ve tan mal, te dices a ti misma.
Mueve su vista hacia la luna, ahora tu no quieres mover la tuya, su mirada te hipnotiza, el vuelve a mirar al vidrio, se contemplan de nuevo y las sonrisas vuelven al origen, solo sonrisas enviadas y recibidas; han pasado quince minutos de miradas provocativas y sonrisas, quince minutos que te parecen segundos; se levanta, lo ves, miras tu reloj, te preguntas en tu interior "sucederá lo que pienso" Se va acercando, te rascas la rodilla, solo tres asientos los separan, se acerca, tu no sabes qué hacer, se acerca, sólo dos asientos ahora, qué harás si te pregunta algo, sientes cálido por dentro, un viento de lava baña tu cuerpo, qué harás, giras tu mirada a la derecha para apreciar en su magna expresión aquella figura humana, esa vista magnética que te provoca seguridad, tranquilidad; ya debe de estar ahí, pero solo el silencio, el chofer y tu abordan ese caballo de hierro.
Abres tu ojos, volteas hacia atrás, adelante, nada, nada, "no puede ser, fue tan real" te dices, fue tan real, y un viento heladísimo te eriza, el autobus frena, te levantas, vuelves a mirar hacia atrás, nada, -Gracias- dices tu -que pase buenas noches señorita- te contesta el chofer, caminas hacia tu casa, absorta en esa escena tan palpable, miras hacia el camión por última vez y aquella figura humana que creías haber soñado, a través de aquellos vidrios grisáceos, te sonríe y te observa fijamente.
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P.D. Saludos cordiales maestro
Alfonso Santiago
2 comentarios:
Muy bueno, Alejo. Felicidades.
Gracias Blanca, usted sabe que con cada cuento que escribo, refuerzo una de mis pasiones. A propósito, este cuento me vino a la mente después de haber observado la figura de una joven reflejada en el vidrio de la primera fila de un camión, cuando iba camino a la escuela de mi Mari, mi novia, sin embargo la idea concreta me vino tres días siguientes en que leí por no sé qué ocasión "AURA" de Carlos Fuentes jejeje; ¡ah! y aquí no termina, es sólo el comienzo.
Saludos!
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