Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Hace unos días recibí uno de tantos correos en presentación power point, que me movió a la reflexión. Trataba de un niñito, por cierto muy bonito, como regularmente nos gusta pintarnos a nosotros mismos los mexicanos: blanquísimos de piel, de caireles ensortijados y rubios, ojos de un sereno azul, rosados de mejillas aduraznadas, nariz respingada; en definitiva, "un niño Gerber", el cual con tristeza narra su desafortunada historia, trágica y absurda. El chiquillo --y al leerlo, lo imagina uno con lágrimas en los ojos, sorbiendo mocos y suspirando pujiditos, que casi le destiñen el hermoso lapizlázuli de su iris--, cuenta pues, que sus padres murieron en dramático accidente automovilístico, sobreviviendo solamente él y una hermanita --igualmente bella, a lo mexicano, como ya vimos--, dejándolos en el total desamparo; incluso aparece en la presentación una foto familiar, integrada, por ya imagina el amable lector, un Papá, apolíneo tipo Brad Pritt), una mamá emulando a la escuálida Paris Hilton, el niño Gerber y la hermanita "totalmente Palacio". A partir de ahí, todo se vuelve confuso, pues se habla de la adopción para sacar a los pequeños de la miseria en que los colocó el maldito destino. Claro, este correo apareció durante el cerrado debate sobre el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de niños por parte de estos mismos y toda la parafernalia que se desató --y sigue-- en días pasados. El niño continúa su "negra" historia y nos va mostrando con reveladoras fotografías a su "nueva familia", obviamente homosexuales sucios, mal vestidos, exhibicionistas, prietos, ojos color llanta, pelos lacios --los más "lindos", porque los hay punks pelos parados de brillante color rosa--; y llenas de venas hinchadas de sangre; "jotos" en negligee son los tíos, "mariposones" en medias con ligueros los abuelos y piercings en los pezones. Las madrinas, unas "manfloras" besándose impúdicamente a la vista de todos, con pornográficos tatuajes donde la espalda pierde su nombre. Es decir, a la vista del lector, una "familia terriblemente patética e inmoral" para los niños Gerber.
Por supuesto, el correo es demoledoramente discriminatorio y muestra una situación irreal, pretende mostrar que ser homosexual es un en ciudadano de tercera categoría, fuera de toda moral "cristiana" e incapacitado para amar y mucho menos ¡¡Jesús!! adoptar niños, no importando si son niños "anglo" como los de la narración o totonacas prietitos y chamagosos como los que caminan por nuestras banquetas. Nunca indican en su historieta homofóbica, que hay homosexuales --hombres y mujeres-- de gran valía, serios, respetuosos, quizá no lindos como Apolo o Afrodita, Brad o Paris, pero si de carne y hueso. Tan capaces de dar amor a su pareja y a sus eventuales hijos adoptados, como Usted y como yo amables lectores, amamos a nuestra media naranja y a los hijos. No, a los ojos de los que elaboraron la presentación, los homosexuales son inadaptados, antisociales y un peligro para la comunidad.
Sabemos, la experiencia nos lo dice que hay gente totalmente incapacitada para adoptar un menor y en eso van homosexuales y heterosexuales por igual. Cuánto macho y Juan Charrasqueado hay a lo largo y ancho de la geografía nacional, que han regado por el mundo chamacos de la manera más irresponsable, a los cuales dejan a su suerte a madres y "puyeques" sin el menor empacho. Sabemos también que hay por el mundo "Fabiruchis" que han hecho de su vida un desastre total y que mal haríamos en dejarlos educar parvulitos. Es como los chilangos, a los que en algunas lugares no nos quieren --recuerde aquello de: "haga patria, mate un chilango"--; hay gente nacida en la Ciudad de México detestable y otros que por el contrario son personas de bien y muy valiosas. Simplemente no podemos generalizar. Aquí mismo hay acaponetenses "a toda margaritas" y otros que ni emborrachándose con margaritas entran.
Por supuesto la iglesia se opone rotundamente y nos sale con que todo esto es cosa del mismísimo "chamuco" y que ni hablar del tema, los homosexuales en todas sus gamas: lesbianas, transexuales, trasvestis y no sé qué más, son pecadores y dignos de quemarse a fuego manso en el infierno, incluso algún alto prelado ya sentenció, luego de los matrimonios que se efectuaron en el D.F., que de ninguna manera podía llamarsele matrimonio a "eso". Quizá a la pederastia de ya decenas de curitas, si podamos llamarla con todas sus letras. De cualquier manera no creo que a los homosexuales les importe esta forma de "doble moral cristiana".
Lo que sí debe preocuparnos y mucho, es que las autoridades encargadas de entregar niños en adopción, a homosexuales o heterosexuales, lo hagan a la ligera y sin investigar los antecedentes de los potenciales padres. Eso si es grave. Es un hecho que la mayoría de los acosos, violaciones y abusos sexuales a menores, se dan en el seno familiar. Nunca falta un tío, un padrino o un abuelito abusador y en nada tiene que ver la preferencia sexual.
Finalmente, para qué tanto brinco, si el suelo está tan parejo, qué diablos nos importa la preferencia sexual de los demás, la forma en que se aman, las posiciones que adoptan en los encuentros maritales y decenas de intimidades más que son única y exclusivamente de índole estrictamente personal. El que esté libre de pecados sexuales que arroje el primer condón. Vamos, ni siquiera sé cuales son y hasta dónde llegan los pecados sexuales.
Alguien, totalmente desconocedor de nuestro país, dijo, con algo de mala leche, que en México no existía la discriminación porque no había negros. La verdad es que, a pesar de estar ya en un siglo XXI, bien entrado, discriminamos a la mujer, a los indígenas, a la gente de escasos recursos, a los discapacitados, a los ancianos, a los de religiones que no son católico-cristianas y por supuesto a los que no tienen nuestra misma preferencia sexual. Qué gacho Nacho y que feo Mateo.
Hace unos días recibí uno de tantos correos en presentación power point, que me movió a la reflexión. Trataba de un niñito, por cierto muy bonito, como regularmente nos gusta pintarnos a nosotros mismos los mexicanos: blanquísimos de piel, de caireles ensortijados y rubios, ojos de un sereno azul, rosados de mejillas aduraznadas, nariz respingada; en definitiva, "un niño Gerber", el cual con tristeza narra su desafortunada historia, trágica y absurda. El chiquillo --y al leerlo, lo imagina uno con lágrimas en los ojos, sorbiendo mocos y suspirando pujiditos, que casi le destiñen el hermoso lapizlázuli de su iris--, cuenta pues, que sus padres murieron en dramático accidente automovilístico, sobreviviendo solamente él y una hermanita --igualmente bella, a lo mexicano, como ya vimos--, dejándolos en el total desamparo; incluso aparece en la presentación una foto familiar, integrada, por ya imagina el amable lector, un Papá, apolíneo tipo Brad Pritt), una mamá emulando a la escuálida Paris Hilton, el niño Gerber y la hermanita "totalmente Palacio". A partir de ahí, todo se vuelve confuso, pues se habla de la adopción para sacar a los pequeños de la miseria en que los colocó el maldito destino. Claro, este correo apareció durante el cerrado debate sobre el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de niños por parte de estos mismos y toda la parafernalia que se desató --y sigue-- en días pasados. El niño continúa su "negra" historia y nos va mostrando con reveladoras fotografías a su "nueva familia", obviamente homosexuales sucios, mal vestidos, exhibicionistas, prietos, ojos color llanta, pelos lacios --los más "lindos", porque los hay punks pelos parados de brillante color rosa--; y llenas de venas hinchadas de sangre; "jotos" en negligee son los tíos, "mariposones" en medias con ligueros los abuelos y piercings en los pezones. Las madrinas, unas "manfloras" besándose impúdicamente a la vista de todos, con pornográficos tatuajes donde la espalda pierde su nombre. Es decir, a la vista del lector, una "familia terriblemente patética e inmoral" para los niños Gerber.
Por supuesto, el correo es demoledoramente discriminatorio y muestra una situación irreal, pretende mostrar que ser homosexual es un en ciudadano de tercera categoría, fuera de toda moral "cristiana" e incapacitado para amar y mucho menos ¡¡Jesús!! adoptar niños, no importando si son niños "anglo" como los de la narración o totonacas prietitos y chamagosos como los que caminan por nuestras banquetas. Nunca indican en su historieta homofóbica, que hay homosexuales --hombres y mujeres-- de gran valía, serios, respetuosos, quizá no lindos como Apolo o Afrodita, Brad o Paris, pero si de carne y hueso. Tan capaces de dar amor a su pareja y a sus eventuales hijos adoptados, como Usted y como yo amables lectores, amamos a nuestra media naranja y a los hijos. No, a los ojos de los que elaboraron la presentación, los homosexuales son inadaptados, antisociales y un peligro para la comunidad.
Sabemos, la experiencia nos lo dice que hay gente totalmente incapacitada para adoptar un menor y en eso van homosexuales y heterosexuales por igual. Cuánto macho y Juan Charrasqueado hay a lo largo y ancho de la geografía nacional, que han regado por el mundo chamacos de la manera más irresponsable, a los cuales dejan a su suerte a madres y "puyeques" sin el menor empacho. Sabemos también que hay por el mundo "Fabiruchis" que han hecho de su vida un desastre total y que mal haríamos en dejarlos educar parvulitos. Es como los chilangos, a los que en algunas lugares no nos quieren --recuerde aquello de: "haga patria, mate un chilango"--; hay gente nacida en la Ciudad de México detestable y otros que por el contrario son personas de bien y muy valiosas. Simplemente no podemos generalizar. Aquí mismo hay acaponetenses "a toda margaritas" y otros que ni emborrachándose con margaritas entran.
Por supuesto la iglesia se opone rotundamente y nos sale con que todo esto es cosa del mismísimo "chamuco" y que ni hablar del tema, los homosexuales en todas sus gamas: lesbianas, transexuales, trasvestis y no sé qué más, son pecadores y dignos de quemarse a fuego manso en el infierno, incluso algún alto prelado ya sentenció, luego de los matrimonios que se efectuaron en el D.F., que de ninguna manera podía llamarsele matrimonio a "eso". Quizá a la pederastia de ya decenas de curitas, si podamos llamarla con todas sus letras. De cualquier manera no creo que a los homosexuales les importe esta forma de "doble moral cristiana".
Lo que sí debe preocuparnos y mucho, es que las autoridades encargadas de entregar niños en adopción, a homosexuales o heterosexuales, lo hagan a la ligera y sin investigar los antecedentes de los potenciales padres. Eso si es grave. Es un hecho que la mayoría de los acosos, violaciones y abusos sexuales a menores, se dan en el seno familiar. Nunca falta un tío, un padrino o un abuelito abusador y en nada tiene que ver la preferencia sexual.
Finalmente, para qué tanto brinco, si el suelo está tan parejo, qué diablos nos importa la preferencia sexual de los demás, la forma en que se aman, las posiciones que adoptan en los encuentros maritales y decenas de intimidades más que son única y exclusivamente de índole estrictamente personal. El que esté libre de pecados sexuales que arroje el primer condón. Vamos, ni siquiera sé cuales son y hasta dónde llegan los pecados sexuales.
Alguien, totalmente desconocedor de nuestro país, dijo, con algo de mala leche, que en México no existía la discriminación porque no había negros. La verdad es que, a pesar de estar ya en un siglo XXI, bien entrado, discriminamos a la mujer, a los indígenas, a la gente de escasos recursos, a los discapacitados, a los ancianos, a los de religiones que no son católico-cristianas y por supuesto a los que no tienen nuestra misma preferencia sexual. Qué gacho Nacho y que feo Mateo.
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