Aristóteles decía que los seres vivos tienden a desarrollar alguna facultad y que en el hombre esta era el raciocinio. Pero ante tanta violencia que vemos que el ser humano despliega, nos preguntamos: ¿dónde quedó esa capacidad para razonar? ¿No estamos desarrollando y poniendo en marcha nuestra verdadera facultad que es la violencia?
Sin duda a lo largo de toda su historia el mayor enemigo del hombre ha sido su propio semejante; siempre quisimos poseer lo que el otro tiene, toda la vida consideramos que lo primordial era colocarnos por encima de los demás tomando su tierra, su ciudad, sus campos de siembra, su oro, su petróleo, su agua, su mujer, sus hijos. No importa cómo nos llamemos: asirios, persas, griegos, romanos, españoles, ingleses, judíos, alemanes, árabes o norteamericanos, por siglos nos hemos dedicado a destruir lo que el otro construye; aplicamos todo el ingenio, la ciencia y la tecnología, esas maravillosas herramientas, para producir cada vez, armas más poderosas y estrategias súper sofisticadas para hacer polvo al prójimo y borrarlo del mapa. Alguien dijo que el hombre es el lobo del hombre y se quedó corto porque además el hombre es el lobo del lobo, de las ballenas, de las tortugas, de las aves, de los reptiles, de los bosques, de los mares, ríos, del aire, del arte, de la arquitectura, en fin de la vida. Todo lo que tocamos lo destruimos y estas también son acciones terroristas y aunque algunas voces se alzan advirtiendo sobre las consecuencias de seguir por este camino, son más las que nos indican, enseñan y condicionan a matarnos, herirnos, discriminarnos y a humillarnos con más saña. Tal como unos malditos hicieron con unos desafortunados jovencitos que tuvieron la ocurrencia de querer ser, a su vez, los malditos del barrio. Caro pagaron su osadía y hoy han aprendido una lección a un precio tan caro, que les afectará su psicología y percepción del mundo hasta el día de su desaparición física. En su salud hallaron su fechoría.
Sin embargo, la vejación y humillación de que fueron objeto, caló muy hondo en nuestras comunidades, que no hace mucho, como en estos pueblos costeños del norte de Nayarit, sus habitantes dormían en el fresco de las calles o se iban al mercado dejando la puerta de sus casas abiertas y los niños encargados a los vecinos.
El mundo ya cambió y hoy vemos por el Youtube, cosas que antes ni se soñaban en la peor de las pesadillas. La cloaca que vienen destapando los medios dejan turulato a cualquiera, pues hoy si viene bien aquella frase del genial guanajuatense: “La vida no vale nada”. Por diez pesos te matan y si no sales en los medios, los funcionarios encargados de hacer valer la justicia, no se mueven, pero si apareces en internet sufriendo tortura y luego saltas a los medios locales para aparecer en unas cuantas horas en el resto del planeta, hasta los procuradores brincan del susto y, mágicamente, también en cuestión de horas quizás minutos que provocan la duda ciudadana, el mundo se vuelve color de rosa y se resuelve la vida. Quizá se equivocó Aristóteles y la facultad principal del hombre, no sea el raciocinio, sino descubrir bajo presión culpables de delitos, con hechos telenovelescos y chivos expiatorios. Por lo pronto, seguimos con miedo los ciudadanos, que lo sepan el Gobernador y el Procurador, porque los jóvenes, seguirán cometiendo errores y muchos de ellos son nuestros hijos y las autoridades seguirán contándonos cuentos si no chinos, sí marcianos llenos de albañiles torturadores. Ni hablar dijo Panchito, dicen por acá. (PEPE MORALES)
Sin duda a lo largo de toda su historia el mayor enemigo del hombre ha sido su propio semejante; siempre quisimos poseer lo que el otro tiene, toda la vida consideramos que lo primordial era colocarnos por encima de los demás tomando su tierra, su ciudad, sus campos de siembra, su oro, su petróleo, su agua, su mujer, sus hijos. No importa cómo nos llamemos: asirios, persas, griegos, romanos, españoles, ingleses, judíos, alemanes, árabes o norteamericanos, por siglos nos hemos dedicado a destruir lo que el otro construye; aplicamos todo el ingenio, la ciencia y la tecnología, esas maravillosas herramientas, para producir cada vez, armas más poderosas y estrategias súper sofisticadas para hacer polvo al prójimo y borrarlo del mapa. Alguien dijo que el hombre es el lobo del hombre y se quedó corto porque además el hombre es el lobo del lobo, de las ballenas, de las tortugas, de las aves, de los reptiles, de los bosques, de los mares, ríos, del aire, del arte, de la arquitectura, en fin de la vida. Todo lo que tocamos lo destruimos y estas también son acciones terroristas y aunque algunas voces se alzan advirtiendo sobre las consecuencias de seguir por este camino, son más las que nos indican, enseñan y condicionan a matarnos, herirnos, discriminarnos y a humillarnos con más saña. Tal como unos malditos hicieron con unos desafortunados jovencitos que tuvieron la ocurrencia de querer ser, a su vez, los malditos del barrio. Caro pagaron su osadía y hoy han aprendido una lección a un precio tan caro, que les afectará su psicología y percepción del mundo hasta el día de su desaparición física. En su salud hallaron su fechoría.
Sin embargo, la vejación y humillación de que fueron objeto, caló muy hondo en nuestras comunidades, que no hace mucho, como en estos pueblos costeños del norte de Nayarit, sus habitantes dormían en el fresco de las calles o se iban al mercado dejando la puerta de sus casas abiertas y los niños encargados a los vecinos.
El mundo ya cambió y hoy vemos por el Youtube, cosas que antes ni se soñaban en la peor de las pesadillas. La cloaca que vienen destapando los medios dejan turulato a cualquiera, pues hoy si viene bien aquella frase del genial guanajuatense: “La vida no vale nada”. Por diez pesos te matan y si no sales en los medios, los funcionarios encargados de hacer valer la justicia, no se mueven, pero si apareces en internet sufriendo tortura y luego saltas a los medios locales para aparecer en unas cuantas horas en el resto del planeta, hasta los procuradores brincan del susto y, mágicamente, también en cuestión de horas quizás minutos que provocan la duda ciudadana, el mundo se vuelve color de rosa y se resuelve la vida. Quizá se equivocó Aristóteles y la facultad principal del hombre, no sea el raciocinio, sino descubrir bajo presión culpables de delitos, con hechos telenovelescos y chivos expiatorios. Por lo pronto, seguimos con miedo los ciudadanos, que lo sepan el Gobernador y el Procurador, porque los jóvenes, seguirán cometiendo errores y muchos de ellos son nuestros hijos y las autoridades seguirán contándonos cuentos si no chinos, sí marcianos llenos de albañiles torturadores. Ni hablar dijo Panchito, dicen por acá. (PEPE MORALES)
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