Por: Juan Manuel Estarrón
Un portal muy visitado por nayaritas radicados en toda la República y más allá de sus fronteras nos regaló dos magníficas fotografías de igual número de jaguares, una especie de felino en vías de extinción no solamente en México sino del resto del planeta, ya que los cazadores lo consideran un invaluable trofeo digno de engalanar una mansión.
Hemos tenido un tanto de cuidado en revelar la fuente confiable del valioso hallazgo por razones muy obvias sabiendo que cualquier pista pondría en peligro esos ejemplares y otros que aún sobreviven en los últimos reductos de montes, marismas y manglares; por la ubicación que se hace de esos jaguares en dicho portal es suficiente para tentar la codicia de los cazadores furtivos o “profesionales” de quienes para nada puede confiarse aún cuando estén dentro de un área natural protegida o una reserva de la biósfera.
Sabemos que en otro municipio de la misma reserva se está haciendo lo mismo por otro grupo de ambientalistas, utilizando los mismos métodos trabajan desde el año pasado colocando cámaras de infrarrojo con sensores en los senderos que acostumbran recorrer otra pareja de jaguares; tal vez esos investigadores no hayan obtenido resultados, razón por la cual nada se ha difundido.
En ambos casos lo ideal sería que se difundiera todo lo concerniente a esta especie rara para formar conciencia desde la niñez pero sin revelar ningún dato que haga posible su ubicación; aunado también a estas medidas estrictas, que nuestros diputados del Verde Ecologista -dos de ellos representantes de la reserva de la Biósfera- legislaran leyes secundarias más duras para los predadores de ésta y otras especies.
Realmente poco o nada se hace en esta materia; razones o pretextos sobran porque son muchos y muy pocos recursos los destinados a cuidar, investigar y monitorear las grandes extensiones de áreas protegidas y no protegidas pero que también requieren vigilancia de los cazadores furtivos y de “charola”, aquellos que cuentan con permisos oficiales para cobrarle a la naturaleza cierto número de piezas pero que al final de la temporada “se van grandes”.
Pero la pregunta que nos hacemos día con día los que de algún modo vivimos en contacto con la naturaleza es: ¿En el presente, tendrá alguna justificación la cacería? Aquí no preguntamos por cuál o tal especie acuática, terrestre o volátil. ¿Se justificaría por pasatiempo o deporte? Porque viéndolo desde el punto de vista deportivo es indignantemente cruel que se compitiera haber qué desquiciado mata el venado de más “puntas” o quién cobra el mayor número de piezas.
En el pasado podía justificarse de cierto modo la cacería cuando algunas especies se convertían en verdaderas plagas para los agricultores: iguanas, chachalacas y venados en los frijolares; luego los jabalíes, tejones, mapaches, cotorras, calandrias, zanates y pericos le pegaban duro al maíz; el coyote a la sandía, el melón y las gallinas. Pero ahora todas esas especies están tan diezmadas que ya no representan ningún peligro, salvo el zanate (chanate) y otras aves.
Cuando en 2008 fue decretada como área natural protegida toda la franja costera de Nayarit criticamos que llegó demasiado tarde por el enorme daño que habían sufrido nuestros ecosistemas a lo largo del siglo pasado por un manejo irresponsable de los recursos naturales; especies emblemáticas sufrieron -y aún sufren- un saqueo indiscriminado, sin respetar los dictados del máximo órgano internacional (ONU), ni ningún otro en esta materia: la retrocarga y la moto sierra -emblemas de la devastación- siguen ensañándose con la vida silvestre.
La paradoja neroniana es que en el catálogo de especies susceptibles de cacería aún figuran algunas en riesgo de extinción, quizá porque a nuestros legisladores les causa flojera actualizar el padrón de plantas y animales que YA NO DEBEN SER EXPLOTADOS para ningún fin, ni siquiera científico como lo hacen los japoneses con las ballenas; tal vez nuestros tribunos -locales y federales- le tienen tirria a estos temas porque no producen tantos votos.
Dentro de las especies que ya debieran decretarse en veda permanente hasta que vuelvan a recuperar sus poblaciones, están el venado de cola blanca, el coyote y jabalí; principalmente el primero tan asediado por su carne exquisita y su cornamenta que a veces sale sobrando como trofeo de mal gusto; otro perseguido como criminal es el coyote por su manteca con fines medicinales, mito que persigue a otros animales con “poderes afrodisiacos”.
Pero la mayor contradicción a vencer sigue siendo el respeto a las vedas de caza. Sabido es que las vedas se establecen en los periodos más fecundos para la mejor reproducción; para los grandes mamíferos -como el venado- fluctúan entre los meses de diciembre a principios de febrero, en ese tiempo de ovulación las hembras atraen a los machos formando grupos numerosos y este periodo coincide con las siembras de frijol donde ocasionan daños por ser su alimento favorito.
Los cazadores aprovechan esta etapa de “distracción de enamorados” para llegar a la segura, que al cabo nadie vigila cuántos “tumban” y la justificación más fuerte es que andaban de dañeros; así, lo más seguro es que más de algún cacique se dé cita la víspera de La Candelaria en Huajicori y hacerle los honores a un buen ejemplar “cola blanca” para seguir con la cuenta regresiva de estas maravillosas especies. ¿Cuándo lograremos que nuestros cazadores cambien el rifle por una cámara digital?
Para comentarios, por favor a: jmanuel_estarron@hotmail.com/.
También puede leernos en: http://www.cainay.blogaspot.com/.
Un portal muy visitado por nayaritas radicados en toda la República y más allá de sus fronteras nos regaló dos magníficas fotografías de igual número de jaguares, una especie de felino en vías de extinción no solamente en México sino del resto del planeta, ya que los cazadores lo consideran un invaluable trofeo digno de engalanar una mansión.
Hemos tenido un tanto de cuidado en revelar la fuente confiable del valioso hallazgo por razones muy obvias sabiendo que cualquier pista pondría en peligro esos ejemplares y otros que aún sobreviven en los últimos reductos de montes, marismas y manglares; por la ubicación que se hace de esos jaguares en dicho portal es suficiente para tentar la codicia de los cazadores furtivos o “profesionales” de quienes para nada puede confiarse aún cuando estén dentro de un área natural protegida o una reserva de la biósfera.
Sabemos que en otro municipio de la misma reserva se está haciendo lo mismo por otro grupo de ambientalistas, utilizando los mismos métodos trabajan desde el año pasado colocando cámaras de infrarrojo con sensores en los senderos que acostumbran recorrer otra pareja de jaguares; tal vez esos investigadores no hayan obtenido resultados, razón por la cual nada se ha difundido.
En ambos casos lo ideal sería que se difundiera todo lo concerniente a esta especie rara para formar conciencia desde la niñez pero sin revelar ningún dato que haga posible su ubicación; aunado también a estas medidas estrictas, que nuestros diputados del Verde Ecologista -dos de ellos representantes de la reserva de la Biósfera- legislaran leyes secundarias más duras para los predadores de ésta y otras especies.
Realmente poco o nada se hace en esta materia; razones o pretextos sobran porque son muchos y muy pocos recursos los destinados a cuidar, investigar y monitorear las grandes extensiones de áreas protegidas y no protegidas pero que también requieren vigilancia de los cazadores furtivos y de “charola”, aquellos que cuentan con permisos oficiales para cobrarle a la naturaleza cierto número de piezas pero que al final de la temporada “se van grandes”.
Pero la pregunta que nos hacemos día con día los que de algún modo vivimos en contacto con la naturaleza es: ¿En el presente, tendrá alguna justificación la cacería? Aquí no preguntamos por cuál o tal especie acuática, terrestre o volátil. ¿Se justificaría por pasatiempo o deporte? Porque viéndolo desde el punto de vista deportivo es indignantemente cruel que se compitiera haber qué desquiciado mata el venado de más “puntas” o quién cobra el mayor número de piezas.
En el pasado podía justificarse de cierto modo la cacería cuando algunas especies se convertían en verdaderas plagas para los agricultores: iguanas, chachalacas y venados en los frijolares; luego los jabalíes, tejones, mapaches, cotorras, calandrias, zanates y pericos le pegaban duro al maíz; el coyote a la sandía, el melón y las gallinas. Pero ahora todas esas especies están tan diezmadas que ya no representan ningún peligro, salvo el zanate (chanate) y otras aves.
Cuando en 2008 fue decretada como área natural protegida toda la franja costera de Nayarit criticamos que llegó demasiado tarde por el enorme daño que habían sufrido nuestros ecosistemas a lo largo del siglo pasado por un manejo irresponsable de los recursos naturales; especies emblemáticas sufrieron -y aún sufren- un saqueo indiscriminado, sin respetar los dictados del máximo órgano internacional (ONU), ni ningún otro en esta materia: la retrocarga y la moto sierra -emblemas de la devastación- siguen ensañándose con la vida silvestre.
La paradoja neroniana es que en el catálogo de especies susceptibles de cacería aún figuran algunas en riesgo de extinción, quizá porque a nuestros legisladores les causa flojera actualizar el padrón de plantas y animales que YA NO DEBEN SER EXPLOTADOS para ningún fin, ni siquiera científico como lo hacen los japoneses con las ballenas; tal vez nuestros tribunos -locales y federales- le tienen tirria a estos temas porque no producen tantos votos.
Dentro de las especies que ya debieran decretarse en veda permanente hasta que vuelvan a recuperar sus poblaciones, están el venado de cola blanca, el coyote y jabalí; principalmente el primero tan asediado por su carne exquisita y su cornamenta que a veces sale sobrando como trofeo de mal gusto; otro perseguido como criminal es el coyote por su manteca con fines medicinales, mito que persigue a otros animales con “poderes afrodisiacos”.
Pero la mayor contradicción a vencer sigue siendo el respeto a las vedas de caza. Sabido es que las vedas se establecen en los periodos más fecundos para la mejor reproducción; para los grandes mamíferos -como el venado- fluctúan entre los meses de diciembre a principios de febrero, en ese tiempo de ovulación las hembras atraen a los machos formando grupos numerosos y este periodo coincide con las siembras de frijol donde ocasionan daños por ser su alimento favorito.
Los cazadores aprovechan esta etapa de “distracción de enamorados” para llegar a la segura, que al cabo nadie vigila cuántos “tumban” y la justificación más fuerte es que andaban de dañeros; así, lo más seguro es que más de algún cacique se dé cita la víspera de La Candelaria en Huajicori y hacerle los honores a un buen ejemplar “cola blanca” para seguir con la cuenta regresiva de estas maravillosas especies. ¿Cuándo lograremos que nuestros cazadores cambien el rifle por una cámara digital?
Para comentarios, por favor a: jmanuel_estarron@hotmail.com/.
También puede leernos en: http://www.cainay.blogaspot.com/.
1 comentario:
¿ Y CUANDO DEJARAN DE FESTEJAR A CUANTO POLÍTICO SUBE A HUAJICORI, CON CARNE DE VENADO?
Publicar un comentario