Por: Roberto Enrique Barrón León
La frontera con Estados Unidos parece estar ardiendo con más leña últimamente, gracias a la ley recién proclamada en el estado de Arizona la cual autoriza detener a indocumentados, o aquellos que aunque no lo sean levanten sospechas de serlo. Ahora incidentes acontecidos en la frontera, como la muerte de un adolescente a manos de la patrulla fronteriza o los videos difundidos por internet acerca de los abusos de los mismos sobre migrantes como Anastasio Hernández y Sergio Adrián Hernández Güereca, han despertado en la población tanto mexicana como mundial, la necesidad de señalar a éstos hechos aislados para convertirlos en actitud generalizada de rechazo, y mientras las gobierno mexicano decide qué medidas tomar en el asunto me he sentado a meditar en el trasfondo del asunto y buscar cual podría ser la posible solución al problema.
Tal como indicaba Abraham Maslow en su obra: “Una teoría sobre la motivación humana”, el ser humano, antes de buscar la autorrealización, necesita cubrir ciertas características básicas para su subsistencia en términos de seguridad física, empleo, moral, ingresos de recursos, protección de bienes, salud y necesidades fisiológicas. Y aunque el ser humano ya no necesita satisfacer sus necesidades básicas apegándose a las leyes naturales, los sistemas que se ha autoimpuesto le han colocado en situaciones donde conseguir el alimento del día resulta aún más complejo que ir tras la caza del mismo.
Y es que México se ha vuelto ecosistema inhabitable que presenta las situaciones más desfavorables en términos de empleo, carencias económicas, modos de vida precaria, baja producción, bajos niveles de rendimiento educativo aunados a un alto índice de deserción y por si fuera poco es un ámbito inseguro, corrupto e impune.
Con un alto índice de desempleo que incrementa día a día, resulta más sencillo buscar oportunidades en áreas donde el trabajo no esté tan competido, donde no existan depredadores que puedan robarnos con el menor esfuerzo la presa, donde no existan manadas organizadas que puedan disponer de nuestra vida a un simple capricho. Ahora resulta preferible probar suerte y arriesgar la vida exponiéndose a redes de tráfico de personas, abuso sexual, marginación que continuar creyendo en un gobierno que, como diría el maestro Eduardo Gonzales Velázquez, “no desea entender que la fortaleza económica de un país no se debe a la riqueza de unos cuantos, sino al reparto equitativo de oportunidades de desarrollo y crecimiento.”
El inmigrante está desesperado y al igual que cualquier otra especie, emprende en busca de mejores condiciones que las que tiene en su lugar de origen. Mayores oportunidades de trabajo, mejor nivel de vida. El migrante se mueve para dejar su pasado de miseria, buscando vivienda, vestido, alimentación, educación, salud, seguridad, cultura, diversión y respeto a los derechos que no ha encontrado o jamás tuvo en su sitio de origen. No es por capricho, ni por qué resulte la solución más sencilla, es algo más que sentido común o patrones sociales, es resultado de sus propios instintos, un instinto que le señala que si su propio gobierno le ha fallado no existe necesidad para continuar creyendo en lo que al parecer desde hace tiempo es un hábitat preparado para explotarse solo por ciertas castas.
¿Pero realmente se vive mejor del otro lado de la línea? Es una respuesta difícil de formular, pero es una pregunta que todo aquel que se embarca rumbo “al norte” meditará antes de realizar semejante travesía. A primeras el hecho de que EUA represente una de las potencias primermundistas, hace suponer que las oportunidades sociales son mayores que los de países en desarrollo. Lo cual se cumple hasta cierto punto, sin embargo la experiencia laboral y formación educativa siguen siendo factores que delimitan las posibilidades al momento buscar trabajo aun “al otro lado”, si aunamos al hecho de una mala preparación educativa, el ser migrante ilegal, la mayoría de trabajos quedan instantáneamente descartados.
En el mejor de los escenarios, un migrante conseguirá emprender algún negocio, algo difícil de alcanzar al implicar además de constancia, cierta inversión a la cual solo puede recurrir un migrante asentado durante un periodo largo en aquel territorio. Es así que el trabajo de la mayoría de migrantes mexicanos se reduce al sector de campo, la industria de construcción, tareas de limpieza, elaboración de productos cárnicos y la industria gastronómica, los cuales en su mayoría son trabajos desgastantes y de jornadas arduas al igual que en nuestro país. En casos más extremos es posible observar en las ciudades amexicanadas que nuestros paisanos han forjado del otro lado, los típicos tianguis ambulantes, los puestos de churros o el épico carrito de paletas.
Y déjeme aclarar, no es que realizar cualquiera de los trabajos antes señalados sea indigno, ¿Pero por qué emprender tan enorme travesía para cubrir los mismos roles que quizás se pudo cubrir en nuestro país? Considero pues, que el factor crucial del espejismo americano reside en el hecho de cambio de moneda, los trabajos antes mencionados, que pueden considerarse mal pagados por algunos ciudadanos norteamericanos, con un sueldo mensual promedio de 1200 dólares, al compararse con la economía mexicana da la impresión de ser un logro mayor al que se alcanzaría con el mismo esfuerzo en nuestro país.
Estas cantidades, mientras se observe como una remesa resulta un salario algo atractivo, sin embargo al mirarlo con los ojos agringados, son sueldos que apenas rinden para cubrir el ritmo de vida de EUA mientras se pagan cuotas de sacrificio físico muy alto.
La respuesta es sencilla, sin preparación educativa y sin actuar en el marco legal, el sueño americano se traduce en migrar situaciones precarias de un país a otro. Del otro lado se competirá no solo con los semejantes, sino con aquellos que, aun nacidos en gringolandia, comparten la misma suerte que varios migrantes pero que presentan un perfil más preparado.
Sin embargo, dentro del sueño americano se puede encontrar lo que en México parece no encontrarse por ningún lado, un sistema de seguridad eficiente, estabilidad en el modo de vida, servicios de educación de calidad y gratuita hasta el nivel de preparatoria, facilidades para el progreso como préstamos bibliotecarios, económicos y igualdad de oportunidades, quizás no para un migrante, pero si para un nacionalizado o un born citizen, es decir un hijo de inmigrantes nacido por aquellos rumbos. Es posible entonces, que aunque no se encuentren posibilidades para uno, se pueda encontrar un futuro próspero para nuestros descendientes.
Se migra en busca de una mejor calidad de vida, se migra por mejores oportunidades de trabajo o un sistema económico que nos permita sentirnos con posibilidad de crecer, seguridad que nos permita dormir tranquilos, situaciones que nos permitan llevar una vida digna o nos permitan forjar un camino que nuestros hijos puedan seguir y les asegure una mejor calidad de vida de la que nosotros pudimos alcanzar.
Y que me disculpe alguien si le ofendo al afirmar que el problema no reside en las posturas que promueven las naciones vecinas, la xenofobia es un problema donde sea lo admito, y no solo en nuestra frontera norte sino en cualquier parte del mundo, así como las acciones que la frontera ha tomado contra nuestros paisanos resultan simplemente despreciables, pero EUA como país tiene derecho buscar medidas correctas para su nación, no para la nuestra.
No sería necesario que los migrantes Mexicanos se arriesgaran buscando mejores situaciones de vida en otros países, sí aquel que debe brindar esas características dentro de su país cumpliera con sus roles. Es el mismo gobierno Mexicano, no desviemos la atención, el que debe atacar no el asunto la migración en sí, sino sus causas, es necesario que la federación en vez de buscar acuerdos con la frontera norte, busque cubrir las necesidades del pueblo mexicano que por obligación le corresponde solucionar, es necesario que se genere trabajo que permita laborar en condiciones dignas, ¿Por qué no buscar soluciones a los verdaderos problemas de inseguridad? ¿Por qué no reforzar el sistema educativo? ¿Por qué no destinar parte del presupuesto del país a crear todo aquello que cualquier Mexicano sabe que falta, en vez de seguir sustentando proyectos del sector económico pudiente?
Porque me atrevo a señalar que lo único que nuestro país no tiene para crear condiciones dignas para sus ciudadanos, lo único que existe del otro lado de ése muro que hace tiempo se acabó de nuestro lado, sería la fe y esperanza, fe para emprender en beneficio de nuestra nación y esperanza que nos permita creer que las cosas irán mejor, porque no existe una fe que nos pueda hacer creer nuevamente en nuestros gobernantes ni en nuestros funcionarios públicos, es una fe que cualquiera que viva el sueño americano carga en sus hombros día con día, podría considerarse una fe ciega y quizás autodestructiva, pero es como dice esa frase tan popular: es la fe la que mueve el mundo y puede hacer milagros; y mientras algunos milagros puedan ocurrir existirá más de alguno dispuesto a jugársela del otro lado de la línea sin pensársela dos veces.
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