Por: Roberto Enrique Barrón León
El cambio es la única constante en la actualidad. La sociedad se ve atrapada en un ciclo de consumo que impide mantener la misma situación por un tiempo constante, cambian los valores, cambian las personas, cambian los ideales de las generaciones, cambia la comida, los valores nacionales, las sillas, las mesas y los sillones de nuestra casa. Nueva computadora, nuevo aparato de sonido, nueva casa y por lo tanto nuevas amistades.
Actualmente existe una sociedad de inestable en la que el ser humano está inmerso debido a los cambios resultado de globalización y nuestro sistema capitalista orientado al consumo como fin. El individuo se preocupa más por obtener beneficios monetarios a corto plazo y el éxito individual que por cumplir con su compromiso social o el bien interno de su profesión. Dando así mentalidades egoístas que fundamentan el beneficio propio antes que el común, ocasionando corrupción y sistemas públicos disfuncionales.
Tal como señaló Richard Sennett, el individuo se encuentra en una disyuntiva ética en donde los valores personales se contraponen con los valores necesarios en el trabajo. La flexibilidad de los trabajos ha corroído el carácter de la persona impidiendo fomentar valores como el compromiso, la lealtad y la confianza. Se ha generado una despersonalización del trabajo, la sociedad está enajenada por una vida regida por el consumo y una continua competencia.
Y es por ello que la organización del trabajo ha mutado también, para poder satisfacer las necesidades actuales nos hemos visto obligados a recurrir a formas de producción en las que se obtengan mayores beneficios monetarios con los menores costos posibles, implicando la dignidad laboral en la que se encuentran los trabajadores así como la seguridad, justicia, libertad y equidad, dañando así los derechos humanos y laborales.
En un método de trabajo bajo contratos y trabajos de medio tiempo, es común que hoy en día el trabajador no cuente con prestaciones sociales, con acceso a servicios de salud y con un salario justo; esto sumado a horarios de trabajo que pueden ser consideradas como explotación laboral. Estas condiciones son el resultado de la degradación de los valores en la sociedad consumista, buscando generar dinero y ahorrando centavos, que ha derivado de la injusticia, desigualdad y falta de compromiso con el ámbito laboral por parte del gobierno, funcionarios públicos y las empresas.
Estoy seguro que más de uno podrá recordar el sacrificio de nuestros padres y la actitud inquebrantable con que emprendían y continuaban esforzándose por el bien de nosotros, pero ahora eso resulta utópico e imposible, inalcanzable, el triste recuerdo de lo que en algún momento pudimos ser. La construcción ética se degrada, ya no existe un forjamiento del carácter verdadero ni valores que podríamos heredar a nuestros hijos, como exigirles constancia en la escuela cuando no la ven por nuestra parte en el trabajo, como pedirles que mediten un plan de vida cuando ni siquiera nosotros estamos seguros del que estamos siguiendo, como decirle que se aleje de las drogas, la promiscuidad y el camino fácil cuando en la televisión, en las calles y entre las amistades es lo que vende y se promueve. ¿Cómo señalarles un camino correcto cuando nosotros no los seguimos reamente?
En una sociedad hipócrita donde se predica algo distinto a lo que se practica valores como la libertad, estabilidad, igualdad, responsabilidad y solidaridad quedan descartadas. Hoy la precariedad laboral no da una libertad real al individuo ya que la autosuficiencia y autonomía de éste se ve truncada por la necesidad de satisfacer sus necesidades inmediatas, comprados por el dinero hemos vendido nuestros principios, nuestros valores, nuestra moral, nuestras esperanzas y participación social y con ello la autoridad que permite señalar lo correcto de lo que no. Tal como lo hizo nuestro gobierno hace ya varios años.
Esta situación es insostenible, se debe buscar que todas las personas tengan acceso al trabajo decente, permitiéndole recuperar su autonomía. Nos corresponde a todos, sociedad, gobierno y empresas vigilar y promover el trabajo decente y la restauración de valores que permitan reivindicar la mutación ocasionada por la sociedad cegada por el dinero, el estatus público y la capacidad adquisitiva. Para rescatar los verdaderos bienes del ser, tal como la libertad, como los valores la satisfacción y la dignidad. Necesitamos áreas de trabajo en el cual la persona pueda sentirse satisfecha, se encuentre segura, tenga igualdad y un salario justo y digno. Pero para ello es necesario que como sociedad sepamos exigirlos.
Necesitamos entonces como señalaba André Gorz, desmitificar el trabajo, ver el trabajo no como fin para alcanzar bienes, sino como algo que da sentido a sus vidas y nos permita gozar de un tiempo libre de calidad, permitir que el trabajo se convierta en la fuente esencial de la identidad y la realización persona. Entendamos que esto debe de empezar desde la persona, desde el individuo, necesitamos formar a nuestra sociedad no para lograr dinero, sino para lograr mejor calidad de vida respetando los verdaderos funcionamientos éticos mediante la cooperación y cohesión social, que el individuo se responsabilice de sus acciones y pueda ser el propio dueño de su vida fortaleciendo así su autoestima y confianza.
Así podré asegurar que no será necesario vivir en una sociedad de ley marcial donde los problemas se resuelvan por aplicación de la fuerza armada, ni preocuparnos por sancionar a quien atropelle los derechos civiles de los demás, pues en una sociedad donde uno comprende las responsabilidades y como afectan de nuestras acciones en la sociedad que vivimos, es más sencillo proceder de manera correcta. Estamos como estamos por nuestra cultura de mínimo esfuerzo, enajenación y corrupción, pero sin duda alguna más por la apatía y el cinismo con el que podernos señalar el “estamos jodidos pero no se puede cambiar” Se que suena utópico y tristemente soñador, pero me atrevo a señalar que es la única solución para la realidad en la que nos encontramos, y entre más tiempo nos tome aceptar el peso de nuestros actos, más nos costará poder responder por ellos y enderezar el triste camino por el que andamos, ya no para nosotros, sino por los que vienen.
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