Existe actualmente un debate que se ha convertido en polémica y en que se ven involucrados decenas de jóvenes de la Ciudad de las Gardenias, padres de familia, autoridades y ciudadanos comunes que tiene su propia opinión. La discusión gira en torno a una avenida del pueblo que ha sido tomada por la juventud, como lugar de esparcimiento y que regularmente los fines de semana, a partir de las 10 de la noche se convierte en una larga cantina a donde llegan los chavalos, ya sea para iniciar una fiesta o bien para rematar la juerga que inició en un baile, bar o fiesta familiar.
Los jóvenes exigen un espacio para dar rienda suelta a su energía y juventud; no es Acaponeta el único lugar del mundo donde esto se presenta, sin duda, ahí en el lugar en que nos escucha el amable auditorio, habrá un sitio donde la muchachada se reúne con sus pares, con la constante de la cerveza o la botella de licor. Son muchos los que dicen que se deje hacer a los chicos, que finalmente ahí en esa avenida, que es la calzada del panteón, no hacen daño a nadie. Otros por el contrario se escandalizan y responsabilizan a la autoridad a la que acusan de convertir nuestra ciudad en una comunidad sin ley, donde cualquiera hace lo que se le pega la gana, opinión que respaldan los vecinos que muchas veces, casi todos los fines de semana se desvelan con los gritos, escándalos y música a todo volumen que irremediablemente como accesorio llegan con los adolescentes y otros ya bastantes pasaditos de edad. Me cuenta un vecino del lugar que hace un par de semanas, llegó esta legión juvenil con la banda llena de bocinas y la grita normal en toda parranda juvenil, haciendo que la fiesta se prolongara hasta las 7 de la mañana en que decidieron abandonar la famosa calle, a pesar de las múltiples llamadas que hizo a la Dirección de Seguridad, rogando para que enviaran una patrulla a que conminara a los chavos a retirarse a dormir la mona. Agrega, siendo comprensivo, que hay días en que todo es tranquilidad y que solo a lo lejos se escuchan las risas, cantos y guitarras con que llegan algunos jóvenes a pasar el rato. Que si siempre fuera así, no hubiera problema, lo malo es que luego se alborotan y hasta carreras de arrancones se organizan, con el consiguiente peligro y molestias para los que tienen la mala suerte de vivir por ahí y sufrir estos desvelos.
Una mamá me explicaba, que prefiere ver a sus hijos beber en la calzada del panteón, que saberlos camino a Tecuala o las playas del Novillero, cuyas carreteras han cobrado ya muchas vidas a lo largo de los años, por la trágica combinación de alcohol, autos y juventud. Pero otros, dicen que lo mejor es que nadie salga a tomar cerveza o cubas libres por la noche y menos escandalizar en la vía pública, que para eso hay un bando de policía y buen gobierno, que evita que la ciudad se convierta en un caos y que eso es responsabilidad de los papás.
La autoridad por su parte poco o nada hace y hasta se justifica diciendo que, siempre hay una patrulla pendiente, haciendo rondines que invitan a los revoltosos a retirarse a sus casas, con la amenaza de llevárselos detenidos si no hacen caso. La verdad es que nunca detienen a nadie y la vez en que se hizo una redada, los padres de familia pegaron el grito en el cielo, llamando a los genízaros abusivos, irresponsables y otros calificativos peores y hasta pusieron a trabajar a los regidores que tuvieron que sacar a sus retoños del fresco bote, cumpliendo con el "servicio social" que, dicen ellos, deben hacer a la sociedad.
Preguntar quién tiene razón, es meterse a un bosque lleno de conceptos subjetivos que no nos llevan a ninguna parte. Lo cierto es que los jóvenes pocos espacios tienen para descargar sus energías, equilibrar su nivel hormonal y convivir con sus compañeros. Prohibirles desde la familia o desde la autoridad, no los alejará del lugar que ya considerar suyo y en todo caso, pronto hallarán otros espacios para hacer lo mismo.
Quizá es necesario que todos: los mismos chavalos, los padres de familia, los vecinos y las autoridades, propongamos acciones y espacios de expresión que a todos beneficien, garantizando que la juventud no se exponga a los peligros que los rondan como los vendedores de droga o los lenones que nunca faltan; o las acciones tan peligrosas como los mencionados arrancones. El diálogo y el aporte de ideas, nos dejará, estoy seguro a todos satisfechos. Recordemos que finalmente la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Usted y yo, amable lector ya de cierta edad, nos curamos. (PEPE MORALES)
Los jóvenes exigen un espacio para dar rienda suelta a su energía y juventud; no es Acaponeta el único lugar del mundo donde esto se presenta, sin duda, ahí en el lugar en que nos escucha el amable auditorio, habrá un sitio donde la muchachada se reúne con sus pares, con la constante de la cerveza o la botella de licor. Son muchos los que dicen que se deje hacer a los chicos, que finalmente ahí en esa avenida, que es la calzada del panteón, no hacen daño a nadie. Otros por el contrario se escandalizan y responsabilizan a la autoridad a la que acusan de convertir nuestra ciudad en una comunidad sin ley, donde cualquiera hace lo que se le pega la gana, opinión que respaldan los vecinos que muchas veces, casi todos los fines de semana se desvelan con los gritos, escándalos y música a todo volumen que irremediablemente como accesorio llegan con los adolescentes y otros ya bastantes pasaditos de edad. Me cuenta un vecino del lugar que hace un par de semanas, llegó esta legión juvenil con la banda llena de bocinas y la grita normal en toda parranda juvenil, haciendo que la fiesta se prolongara hasta las 7 de la mañana en que decidieron abandonar la famosa calle, a pesar de las múltiples llamadas que hizo a la Dirección de Seguridad, rogando para que enviaran una patrulla a que conminara a los chavos a retirarse a dormir la mona. Agrega, siendo comprensivo, que hay días en que todo es tranquilidad y que solo a lo lejos se escuchan las risas, cantos y guitarras con que llegan algunos jóvenes a pasar el rato. Que si siempre fuera así, no hubiera problema, lo malo es que luego se alborotan y hasta carreras de arrancones se organizan, con el consiguiente peligro y molestias para los que tienen la mala suerte de vivir por ahí y sufrir estos desvelos.
Una mamá me explicaba, que prefiere ver a sus hijos beber en la calzada del panteón, que saberlos camino a Tecuala o las playas del Novillero, cuyas carreteras han cobrado ya muchas vidas a lo largo de los años, por la trágica combinación de alcohol, autos y juventud. Pero otros, dicen que lo mejor es que nadie salga a tomar cerveza o cubas libres por la noche y menos escandalizar en la vía pública, que para eso hay un bando de policía y buen gobierno, que evita que la ciudad se convierta en un caos y que eso es responsabilidad de los papás.
La autoridad por su parte poco o nada hace y hasta se justifica diciendo que, siempre hay una patrulla pendiente, haciendo rondines que invitan a los revoltosos a retirarse a sus casas, con la amenaza de llevárselos detenidos si no hacen caso. La verdad es que nunca detienen a nadie y la vez en que se hizo una redada, los padres de familia pegaron el grito en el cielo, llamando a los genízaros abusivos, irresponsables y otros calificativos peores y hasta pusieron a trabajar a los regidores que tuvieron que sacar a sus retoños del fresco bote, cumpliendo con el "servicio social" que, dicen ellos, deben hacer a la sociedad.
Preguntar quién tiene razón, es meterse a un bosque lleno de conceptos subjetivos que no nos llevan a ninguna parte. Lo cierto es que los jóvenes pocos espacios tienen para descargar sus energías, equilibrar su nivel hormonal y convivir con sus compañeros. Prohibirles desde la familia o desde la autoridad, no los alejará del lugar que ya considerar suyo y en todo caso, pronto hallarán otros espacios para hacer lo mismo.
Quizá es necesario que todos: los mismos chavalos, los padres de familia, los vecinos y las autoridades, propongamos acciones y espacios de expresión que a todos beneficien, garantizando que la juventud no se exponga a los peligros que los rondan como los vendedores de droga o los lenones que nunca faltan; o las acciones tan peligrosas como los mencionados arrancones. El diálogo y el aporte de ideas, nos dejará, estoy seguro a todos satisfechos. Recordemos que finalmente la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Usted y yo, amable lector ya de cierta edad, nos curamos. (PEPE MORALES)
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