07 noviembre 2009

HISTORIAS DE UN MOJADO

LA MUERTE NO SABE DE FRONTERAS, COYOTES, MIGRA O PASSPORTS

EN TIERRAS DEL TIO SAM, TAMBIEN HONRAMOS A LOS MUERTOS



Por Juan J. Gaspar G.

Cientos de flores, misas conmemorativas, visitas al camposanto, lágrimas, recuerdos, pan dulce tradicional, altares con fotos, y hasta una obra de teatro que arrancó cientos de risas, fue parte de lo que dejó ayer el Día de los Muertos en miles de latinos que celebraron esta tradición en Los Ángeles. Como cada año, muchos muertos volvieron a la vida en la mente de aquellos que celebraron así esta legendaria costumbre de México y de otros países latinoamericanos que se realiza en conexión con la festividad católica de El Día de Todos los Santos y El Día de Todas las Almas que se celebran el 1 y 2 de noviembre, respectivamente. Varias actividades alrededor de la ciudad conmemoraron esta fecha que se remonta hasta la época precolombina. Los altares que son comunes en muchos hogares latinos, son una de las partes más importantes de la celebración del Día de los Muertos. Según la tradición, junto a la foto del difunto se deben colocar comida y bebidas para días antes para que el espíritu del difunto pueda comer y tomar agua por el largo viaje desde el más allá.

A doña Francisca Zubia por ejemplo, su nieta Mónica Gómez le puso hasta su cajetilla de cigarros preferidos. Fueron unos que lamentablemente no duraron mucho tiempo frente a la foto blanco y negro."Qué barbaridad, ya la dejaron sin cigarros", dijo sorprendida en el momento que explicaba lo que había puesto para ella. "Pero el que se los robó no sabe que les va ir a ‘jalar’ las patas cuando esté dormido", agregó sonriente. Parte de la tradición es también la visita a los cementerios para poner flores sobre las lápidas. En el cementerio Evergreen del Este de Los Ángeles, una zona lucía como si fuese un jardín de flores gracias a los múltiples arreglos florales que allí llevaron cientos de familias latinas, como la de Don Genaro Mejía. A este padre de familia que murió hace cuatro años, sus hijos y sus nietos llegaron a limpiarle la tumba y dejarle ramos de flores."Siempre venimos seguido a visitarlo, cada semana, aunque ahorita ya teníamos como dos semanas de no venir porque fuimos a México", expresó uno de sus hijos, Aurelio Mejía mientras acomodaba los escapularios y limpiaba su lápida. "Esta es una tradición muy bonita, la de recordar a nuestros seres queridos, y nosotros nunca hemos dejado de hacerlo", agregó.

A Celerino Cruz, un joven que perdió la vida a los 18 años, le llegó toda la familia con sillas, comida y bebidas a acompañarlo durante todo el Día de los Santos. "Le trajimos hasta sus papas favoritas", recalcó su madre Anita Cruz justo cuando acomodaba un par de frutas que tapaban la leyenda que rezaba "siempre estarás en nuestros corazones". "Es que eso es precisamente lo que sentimos", agregó su madre.

En la Placita Olvera por ejemplo, cientos de personas se congregaron para contemplar la media decena de altares ceremoniales que se desplegaron en esta localidad, escuchar a los mariachis y sobre todo reír a carcajadas con los "Jijos de su Pelona", una obra teatral realizada en plena calle por el Teatro Tatalejos. Varios actores vestidos de calaveras recrearon a Pancho Villa y a Emiliano Zapata, quienes entre bromas y parodias, hicieron ver a la Muerte como algo divertido y cómico. Las "calacas" recorrieron la plaza con sus disfraces, arrancando sonrisas entre los grandes pero también lagrimas entre los pequeños como Laurita Sandoval, que a sus cinco años no entendió que la muerte que tocó su brazo era solo un personaje ficticio. "Ya me la asustó este desgraciado", refirió entre risas su madre Josefa mientras se llevaba a Laurita a su hombro. "A ver ahora a qué horas le pasa el llanto", agregó dándole palmaditas en su espalda.

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