Ojala que ahora que se sabe que existe la posibilidad, en el marco de las fiestas del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, de hacer de la vieja estación del ferrocarril, un espacio destinado a la cultura, esencialmente un museo, los funcionarios municipales hagan la parte que les corresponde, las gestiones necesarias y los apoyos que sea menester ofrecer para triunfar con la propuesta.
Es sin duda alguna uno de los edificios más bellos del municipio y me atrevería a decir que del Estado, ya que por su arquitectura norteamericana, de estilo californiano e influencia hispánica –recuérdese que el tendido de las vías férreas y la construcción del edificio se debe a la empresa estadounidense Western Pacific Company, que luego pasó a ser el Ferrocarril Sud Pacífico--, es considerado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, monumento histórico y tiene amplios salones que alguna vez fueron salas de espera, bodegas y oficinas, que bien pueden albergar un museo comunitario sobre el propio tren y el significado que tuvo para Acaponeta, este sitio a donde llegó la cultura y decenas de miles de pasajeros que compraban las canastitas con matas de gardenia, que le dieron a la ciudad el mote precisamente de Ciudad de las Gardenias. No es esta una idea propia o un experimento, pues ya existen y con gran éxito, muchos museos que funcionan en antiguas estaciones del tren, entre otros: la Estación Palabra Gabriel García Márquez, de Nuevo Laredo; el Museo Nacional de los Ferrocarriles de Puebla, el Museo del Ferrocarril de Torreón, Coahuila; el Centro Cultural González Gallo de Chapala, Jal. o los museos ferrocarrileros de Otumba, México y Aguascalientes. La estación local es uno de las cuatro consideradas en Nayarit para ser rescatadas, las otras son las estaciones de Ruiz, Ahuacatlán y Tetitlán.
Hoy día los museos, están muy lejos de ser esos espacios, llenos de piedras, huesos y fotos viejas, que se van llenando de polvo, comején y humedad. En estos tiempos los museos son espacios interactivos que involucran la participación de todos, se llenan de talleres que funcionan y exigen productos. La participación ciudadana es indispensable para el éxito de esos espacios, pues no solo la exposición de temas, fotografías y arte se muestran en los museos, también los problemas del drenaje, la migración campesina, la economía doméstica o el precio del frijol y del sorgo, todos los temas caben, al igual que las personas y sus recuerdos. Incluso los museos modernos brincan sus muros y llevan sus propuestas, exposiciones, charlas, ideas y debates a las plazas públicas, emigran a la sierra, a la parcela, a los patios escolares y en el afán de llevar y recoger cultura se enriquece y beneficia a la población.
Nos hacen falta espacios así en Acaponeta o en la comunidad desde donde el amable lector nos sigue, los intentos que se han hecho al respecto han sido buenos en su momento pero resultaron infructuosos y efímeros, pues desaparecieron y en lugar de brillar y generar significados para el culto pueblo de Acaponeta, se llenaron de polvo y olvido y terminaron por desaparecer, como aquel del Fonapas frente a la plaza principal. Actualmente existen en la Casa de la Cultura “Alí Chumacero”, dos museos que tienen la particularidad de que nadie los visita, pocos conocen, no crecen, ni prosperan o evolucionan y simplemente son lugares desperdiciados y sin sustancia, que ocupan el lugar donde debería haber talleres o salas destinadas a la enseñanza de la plástica, la escritura o la oratoria, hablo de los museos Guillermo Llanos dedicado al poeta y periodista, y el de Agapita Jordán, maestra de piano, ambos ya fallecidos y personajes importantes de la cultura acaponetense del siglo pasado. Esos museos ya no funcionan, pues nada producen, solo exhiben objetos propiedad de los mencionados. Por ahí escuché que el éxito de un museo no depende por el número de objetos que expone, sino por el número de visitantes a los que ha enseñado alguna cosa. Estas salas de exposiciones deben cambiar o de plano desaparecer. El rescate de la vieja estación es una oportunidad única que no debe desaprovechar el Ayuntamiento local, que nos inviten al pueblo a construirlo, que así es como funcionan los museos modernos. (PEPE MORALES)
Es sin duda alguna uno de los edificios más bellos del municipio y me atrevería a decir que del Estado, ya que por su arquitectura norteamericana, de estilo californiano e influencia hispánica –recuérdese que el tendido de las vías férreas y la construcción del edificio se debe a la empresa estadounidense Western Pacific Company, que luego pasó a ser el Ferrocarril Sud Pacífico--, es considerado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, monumento histórico y tiene amplios salones que alguna vez fueron salas de espera, bodegas y oficinas, que bien pueden albergar un museo comunitario sobre el propio tren y el significado que tuvo para Acaponeta, este sitio a donde llegó la cultura y decenas de miles de pasajeros que compraban las canastitas con matas de gardenia, que le dieron a la ciudad el mote precisamente de Ciudad de las Gardenias. No es esta una idea propia o un experimento, pues ya existen y con gran éxito, muchos museos que funcionan en antiguas estaciones del tren, entre otros: la Estación Palabra Gabriel García Márquez, de Nuevo Laredo; el Museo Nacional de los Ferrocarriles de Puebla, el Museo del Ferrocarril de Torreón, Coahuila; el Centro Cultural González Gallo de Chapala, Jal. o los museos ferrocarrileros de Otumba, México y Aguascalientes. La estación local es uno de las cuatro consideradas en Nayarit para ser rescatadas, las otras son las estaciones de Ruiz, Ahuacatlán y Tetitlán.
Hoy día los museos, están muy lejos de ser esos espacios, llenos de piedras, huesos y fotos viejas, que se van llenando de polvo, comején y humedad. En estos tiempos los museos son espacios interactivos que involucran la participación de todos, se llenan de talleres que funcionan y exigen productos. La participación ciudadana es indispensable para el éxito de esos espacios, pues no solo la exposición de temas, fotografías y arte se muestran en los museos, también los problemas del drenaje, la migración campesina, la economía doméstica o el precio del frijol y del sorgo, todos los temas caben, al igual que las personas y sus recuerdos. Incluso los museos modernos brincan sus muros y llevan sus propuestas, exposiciones, charlas, ideas y debates a las plazas públicas, emigran a la sierra, a la parcela, a los patios escolares y en el afán de llevar y recoger cultura se enriquece y beneficia a la población.
Nos hacen falta espacios así en Acaponeta o en la comunidad desde donde el amable lector nos sigue, los intentos que se han hecho al respecto han sido buenos en su momento pero resultaron infructuosos y efímeros, pues desaparecieron y en lugar de brillar y generar significados para el culto pueblo de Acaponeta, se llenaron de polvo y olvido y terminaron por desaparecer, como aquel del Fonapas frente a la plaza principal. Actualmente existen en la Casa de la Cultura “Alí Chumacero”, dos museos que tienen la particularidad de que nadie los visita, pocos conocen, no crecen, ni prosperan o evolucionan y simplemente son lugares desperdiciados y sin sustancia, que ocupan el lugar donde debería haber talleres o salas destinadas a la enseñanza de la plástica, la escritura o la oratoria, hablo de los museos Guillermo Llanos dedicado al poeta y periodista, y el de Agapita Jordán, maestra de piano, ambos ya fallecidos y personajes importantes de la cultura acaponetense del siglo pasado. Esos museos ya no funcionan, pues nada producen, solo exhiben objetos propiedad de los mencionados. Por ahí escuché que el éxito de un museo no depende por el número de objetos que expone, sino por el número de visitantes a los que ha enseñado alguna cosa. Estas salas de exposiciones deben cambiar o de plano desaparecer. El rescate de la vieja estación es una oportunidad única que no debe desaprovechar el Ayuntamiento local, que nos inviten al pueblo a construirlo, que así es como funcionan los museos modernos. (PEPE MORALES)
2 comentarios:
Estoy muy contenta por esta nota, por esta noticia y por las iniciativas de conterráneos, máxime por que al igual que muchos de los que vivimos cerca de la estación ese edificio guarda singular significativo que aumenta bajo el ambiente de estas fechas decembrinas, la velada a la virgen, los cohetes y el "torito", el atole y tamales y la charla con la gente del "barrio", recuerdos tejidos sobre el escenario dibujado por la estanción del ferrocarril!. Un saludo!
Rocío López
OJALA SE LOGRE EL RESCATE, Y COINCIDIMOS VARIOS EN EL COMENTARIO.
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