Se fue un año en esta tierra a la que hemos propuesto se le anote su año de fundación. El 2009, pasó como me sucede más comúnmente, a gran velocidad, igual que como arrancó este. Qué hace que estábamos con el brete del próximo aguinaldo, la visita de los seres queridos radicados lejos del terruño, la cena de navidad y la fiesta de fin de año y mire amable lector, todo eso ya es historia y alcanzamos sin darnos cuenta, el quinto día del 2010.
Para Acaponeta fue un año lleno de satisfacciones, enojos, incertidumbres, confusiones, pues fue el año de la peste, de la influenza que nos cerró escuelas y nos cambió hábitos de vida.
La enfermedad nos hizo ver cosas que existían a nuestro alrededor, pero que por ser tan comunes, no las tomamos en cuenta. Primero esta alarma, no solo nacional sino mundial, provocó que la naturaleza del hombre estallara: los chismes y verdades a medias circularon por la red, anunciando desde el fin de la raza humana, hasta un complot de los grandes consorcios farmacéuticos. Usamos tapabocas y geles antibacterianos, en una vorágine de desesperación provocando su extinción de farmacias y centros de salud. Hoy apenas a 8 meses de ese pandemónium, mucho se ha olvidado y a pesar de que nos dicen que no ha concluido y la amenaza está latente, nadie se preocupa ya, ni piensa en la muerte o en la gravedad extrema. De hecho en competencia surrealista, el dengue, al menos en Acaponeta, derrotó a la influenza por un marcador abultadísimo y aún lo sentimos cercano cuando nos ronda un zancudo por la oreja.
Fue el 2009, el año en que un sacerdote quiso, a base de mentiras y mala leche, acabar con una escuela y dejar sin educación a dos centenares de estudiantes del nivel básico. Malestar que creció a lo largo del año, pues el nuevo señor cura, no ha sabido acercarse a la sociedad, en años anteriores tan participativa, ocasionando que los proyectos y grupos organizados que se formaron, se acabaran desilusionados o se dispersaron esperando mejor ocasión. Me dice la gente cercana a la parroquia, que el cura ha desaparecido muchas cosas positivas como el coro que se juntaba y ya había alcanzado algunos logros; los que hacen y organizan las kermeses para recabar fondos, se notan desanimados por la actitud del prelado, que no es muy querido por la feligresía. Ante gobiernos mentirosos, que prometen no elevar la gasolina o desaparecer la tenencia y que no cumplen, siempre queda la esperanza de la religión y la fe en seres superiores, o bien la cobija acogedora y consoladora de la iglesia, pero si eso también lo pierde el ciudadano común ¿qué nos queda? Qué Dios ilumine al párroco.
Fue el año que recién transcurrió, el de un gran Festival Cultural que trajo cosas buenas e interesantes, así como figuras de talla internacional como Sonia Amelio, Betsy Pecanins o músicos reconocidos a nivel nacional como el regreso del acaponetense Felipe Espinosa “Tanaka” y un rosario enorme de escritores, artistas plásticos e intelectuales, que le regresaron a la Ciudad de las Gardenias, al menos por un rato, el título de Atenas de Nayarit.
En la obra pública, mucha inversión en marcha, como la rehabilitación de la Unidad Deportiva que le está dando otra cara al espacio deportivo por excelencia en esta ciudad; un relleno sanitario que esperamos sea el despegue de más acciones a favor del medio ambiente tan dañado ya. El adoquinado de varias calles de la ciudad, tarea que inició hace varios sexenios y que los presidentes municipales en sucesión han continuado y, lo bueno, es que se han anunciado ya más acciones de este tipo por toda la ciudad.
No faltan prietitos en el arroz, pero no tiene caso mencionarlos, solo esperar que el tan temido 2010, sea tan provechoso o más que el anterior, que al presidente Saulo Lora Aguilar, le vaya bien, para que nos vaya bien a todos, en un marco de paz, seguridad pública –hoy un tanto cuanto alicaída—y trabajo para todos. Teniendo salud y lo de arriba, qué más podemos pedir. (PEPE MORALES)
Para Acaponeta fue un año lleno de satisfacciones, enojos, incertidumbres, confusiones, pues fue el año de la peste, de la influenza que nos cerró escuelas y nos cambió hábitos de vida.
La enfermedad nos hizo ver cosas que existían a nuestro alrededor, pero que por ser tan comunes, no las tomamos en cuenta. Primero esta alarma, no solo nacional sino mundial, provocó que la naturaleza del hombre estallara: los chismes y verdades a medias circularon por la red, anunciando desde el fin de la raza humana, hasta un complot de los grandes consorcios farmacéuticos. Usamos tapabocas y geles antibacterianos, en una vorágine de desesperación provocando su extinción de farmacias y centros de salud. Hoy apenas a 8 meses de ese pandemónium, mucho se ha olvidado y a pesar de que nos dicen que no ha concluido y la amenaza está latente, nadie se preocupa ya, ni piensa en la muerte o en la gravedad extrema. De hecho en competencia surrealista, el dengue, al menos en Acaponeta, derrotó a la influenza por un marcador abultadísimo y aún lo sentimos cercano cuando nos ronda un zancudo por la oreja.
Fue el 2009, el año en que un sacerdote quiso, a base de mentiras y mala leche, acabar con una escuela y dejar sin educación a dos centenares de estudiantes del nivel básico. Malestar que creció a lo largo del año, pues el nuevo señor cura, no ha sabido acercarse a la sociedad, en años anteriores tan participativa, ocasionando que los proyectos y grupos organizados que se formaron, se acabaran desilusionados o se dispersaron esperando mejor ocasión. Me dice la gente cercana a la parroquia, que el cura ha desaparecido muchas cosas positivas como el coro que se juntaba y ya había alcanzado algunos logros; los que hacen y organizan las kermeses para recabar fondos, se notan desanimados por la actitud del prelado, que no es muy querido por la feligresía. Ante gobiernos mentirosos, que prometen no elevar la gasolina o desaparecer la tenencia y que no cumplen, siempre queda la esperanza de la religión y la fe en seres superiores, o bien la cobija acogedora y consoladora de la iglesia, pero si eso también lo pierde el ciudadano común ¿qué nos queda? Qué Dios ilumine al párroco.
Fue el año que recién transcurrió, el de un gran Festival Cultural que trajo cosas buenas e interesantes, así como figuras de talla internacional como Sonia Amelio, Betsy Pecanins o músicos reconocidos a nivel nacional como el regreso del acaponetense Felipe Espinosa “Tanaka” y un rosario enorme de escritores, artistas plásticos e intelectuales, que le regresaron a la Ciudad de las Gardenias, al menos por un rato, el título de Atenas de Nayarit.
En la obra pública, mucha inversión en marcha, como la rehabilitación de la Unidad Deportiva que le está dando otra cara al espacio deportivo por excelencia en esta ciudad; un relleno sanitario que esperamos sea el despegue de más acciones a favor del medio ambiente tan dañado ya. El adoquinado de varias calles de la ciudad, tarea que inició hace varios sexenios y que los presidentes municipales en sucesión han continuado y, lo bueno, es que se han anunciado ya más acciones de este tipo por toda la ciudad.
No faltan prietitos en el arroz, pero no tiene caso mencionarlos, solo esperar que el tan temido 2010, sea tan provechoso o más que el anterior, que al presidente Saulo Lora Aguilar, le vaya bien, para que nos vaya bien a todos, en un marco de paz, seguridad pública –hoy un tanto cuanto alicaída—y trabajo para todos. Teniendo salud y lo de arriba, qué más podemos pedir. (PEPE MORALES)
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