El día 6 de enero con la partida de la rosca de Reyes, concluye lo que malamente dieron en llamar “el puente de Lupe Ríos”, que según entiendo yo y quizá me equivoco, es en referencia de la marca de cerveza “Superior” que por el tipo de letra con que está diseñada, pareciera que dice precisamente Lupe Ríos. Pero lo que quiero decir, es que con la tradición de la rosca culminan los festejos decembrinos y el recibimiento del nuevo año.
En decenas de hogares, oficinas, centros laborales y dependencias gubernamentales, estuvimos muchos de nosotros calando a la suerte con el famoso monito de la rosca, que cada año es diferente, tanto la rosca como el muñequito, tradición esta que nace del pueblo y no de la propia iglesia, pues fue la gente en desde tiempo de la edad media, que por medio de este singular esparcimiento religioso, recordaba la visita que los tres magos de oriente hicieron al niño Jesús, como se relata en el Evangelio de San Mateo. Para algunos es de buena suerte sacar el muñeco de entre el pan, para otros no tanto pues saben que el día 2 de febrero, de la Candelaria, habrá que pagar, generalmente con tamales y atole a los demás participantes que van, como se dice comúnmente “de gorra a tumbar al infortunado”. Por supuesto en cada ocasión es permitido romper las reglas, y con la rosca que partimos la tarde de ayer en la estación de Radio “La Z”, donde hago comentarios en el noticiero de Jesús Cervantes, la consigna fue: tamales no, centro botanero sí y ni hablar amigos, no vaya a ser que nos tachen de aguafiestas y menos, si se “alcanzó mono”, como su servidor, que tuvo la desdicha de sacar dos y en la misma rebanada. Bien dice Catón, hágame el recavor fabrón.
En el pasado, la ceremonia, por llamarle de esta manera, era que si a uno le tocaba el muñequito, que esencialmente eran muy bellos, bien diseñados y de porcelana o cerámica, la persona se convertía en su padrino y el 2 de febrero, se llevaba al niño a la iglesia más cercana para ser bendecido. El monito envuelto entre los pliegues de la masa, simboliza también el hecho de esconder al pequeño niño Dios, de las huestes asesinas de Herodes.
Decía que cada año van cambiando los panes, al igual que los muñecos, pues la tradicional rosca, ya casi no se ve y ahora es sustituida por otras variedades de pan, con la condición de que tengan forma de rosca. Este pan, originalmente redondo fue tomando forma ovoide para darle mayor tamaño y dar ocasión de participación en la tradición de más personas, llevaba en su exterior o corteza, rodajas de frutas cristalizadas o escarchadas de azúcar, así como diferentes tipos de confites. Hoy es muy común ver distintas formas de rosca o lo que también llaman, por ejemplo, volteados de piña con la condición que lleven al niño escondido. El muñequito de este tiempo, cosas del siglo XXI tan impersonal, es de un plástico muy feo, pero resistente al calor. Aquellas figuritas de cerámica, expresivas y con formas muy claras, hoy son piezas de colección que han dado paso a figuras de plástico informes que no tienen nada de artístico.
Pero finalmente eso no importa, lo trascendente, es que la tradición continúa, pues los niños se divierten igual, los adultos tienen motivos de reunión y recreo, de igual manera que si el mono fuera de oro y tenemos la oportunidad de convivir, ya sea en familia o con los compañeros de trabajo.
Ya con el monito en el bolsillo, regresamos a la realidad, pues culminaron las fiestas y volvemos a la vida cotidiana, a los golpes de la crisis, a los absurdos gubernamentales, a regresar a las carreteras con la gasolina y las casetas más caras, a pegarle a la chamba como Dios manda. Tal es así, que, al día siguiente jueves 7 de enero, arrancó el regreso a las aulas de clase, esperando que el ciclo continúe, con la Semana Santa en el mes de abril. Así son los ciclos amigos…
En decenas de hogares, oficinas, centros laborales y dependencias gubernamentales, estuvimos muchos de nosotros calando a la suerte con el famoso monito de la rosca, que cada año es diferente, tanto la rosca como el muñequito, tradición esta que nace del pueblo y no de la propia iglesia, pues fue la gente en desde tiempo de la edad media, que por medio de este singular esparcimiento religioso, recordaba la visita que los tres magos de oriente hicieron al niño Jesús, como se relata en el Evangelio de San Mateo. Para algunos es de buena suerte sacar el muñeco de entre el pan, para otros no tanto pues saben que el día 2 de febrero, de la Candelaria, habrá que pagar, generalmente con tamales y atole a los demás participantes que van, como se dice comúnmente “de gorra a tumbar al infortunado”. Por supuesto en cada ocasión es permitido romper las reglas, y con la rosca que partimos la tarde de ayer en la estación de Radio “La Z”, donde hago comentarios en el noticiero de Jesús Cervantes, la consigna fue: tamales no, centro botanero sí y ni hablar amigos, no vaya a ser que nos tachen de aguafiestas y menos, si se “alcanzó mono”, como su servidor, que tuvo la desdicha de sacar dos y en la misma rebanada. Bien dice Catón, hágame el recavor fabrón.
En el pasado, la ceremonia, por llamarle de esta manera, era que si a uno le tocaba el muñequito, que esencialmente eran muy bellos, bien diseñados y de porcelana o cerámica, la persona se convertía en su padrino y el 2 de febrero, se llevaba al niño a la iglesia más cercana para ser bendecido. El monito envuelto entre los pliegues de la masa, simboliza también el hecho de esconder al pequeño niño Dios, de las huestes asesinas de Herodes.
Decía que cada año van cambiando los panes, al igual que los muñecos, pues la tradicional rosca, ya casi no se ve y ahora es sustituida por otras variedades de pan, con la condición de que tengan forma de rosca. Este pan, originalmente redondo fue tomando forma ovoide para darle mayor tamaño y dar ocasión de participación en la tradición de más personas, llevaba en su exterior o corteza, rodajas de frutas cristalizadas o escarchadas de azúcar, así como diferentes tipos de confites. Hoy es muy común ver distintas formas de rosca o lo que también llaman, por ejemplo, volteados de piña con la condición que lleven al niño escondido. El muñequito de este tiempo, cosas del siglo XXI tan impersonal, es de un plástico muy feo, pero resistente al calor. Aquellas figuritas de cerámica, expresivas y con formas muy claras, hoy son piezas de colección que han dado paso a figuras de plástico informes que no tienen nada de artístico.
Pero finalmente eso no importa, lo trascendente, es que la tradición continúa, pues los niños se divierten igual, los adultos tienen motivos de reunión y recreo, de igual manera que si el mono fuera de oro y tenemos la oportunidad de convivir, ya sea en familia o con los compañeros de trabajo.
Ya con el monito en el bolsillo, regresamos a la realidad, pues culminaron las fiestas y volvemos a la vida cotidiana, a los golpes de la crisis, a los absurdos gubernamentales, a regresar a las carreteras con la gasolina y las casetas más caras, a pegarle a la chamba como Dios manda. Tal es así, que, al día siguiente jueves 7 de enero, arrancó el regreso a las aulas de clase, esperando que el ciclo continúe, con la Semana Santa en el mes de abril. Así son los ciclos amigos…
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