El atentado al famoso futbolista Salvador Cabañas, no nos es tan ajeno al resto de la población o pueblos como este de Acaponeta. Por todos lados he estado escuchando, como queriendo echarle la culpa a él que fue la víctima, que nada debía de estar haciendo a las cinco de la mañana en un bar, menos él que es un deportista de alto rendimiento.
¿En verdad un joven, --pregunto-- con todo el eficacia de la edad, en plena madurez profesional, con la fama y el dinero necesarios, con la salud y enjundia que le ha dado la actividad deportiva; en verdad nada tenía que estar haciendo en un bar a esa hora?
Un joven tan solo es eso, un joven, persona con una energía envidiable y una vitalidad que asombra, desgraciadamente le falta la experiencia que lo haga actuar con mesura, como eso de estar en un bar capitalino a las cinco de la mañana, pero no podemos pedirle a un chavalo que no se entusiasme ante la vida, porque estaríamos pidiéndole al mundo que se detenga.
Alguna vez le oí a alguien de cierta edad decir, que los jóvenes se esfuerzan por gustar y los viejos por no molestar, y Salvador Cabañas, estaba en el bar, justamente para gustar. Todos vamos a esos lugares, a la cenaduría, a la disco, a la plaza pública, al evento de cultural, al cine o al teatro, a los centros comerciales de moda, con el afán de ver a los demás, pero que nos vean a nosotros también, por eso estaba ahí el futbolista, no importa la hora, además, qué daño le hacía a nadie acompañado de su esposa y un familiar.
Tomar la copa o la cerveza no es pecado y cada joven calcula el tiempo que debe o puede estar en el lugar donde se la está tomando. Algunos son conscientes y en el momento justo deciden abandonar, otros enjundiosos se alargan un poco más, Salvador es de estos.
Pero decía que este caso debe hacernos reflexionar. No fue la juventud y vigor de Cabañas, lo que lo tienen con un balazo en la cabeza, fue la corrupción y la negligencia lo que lo tumbó, en medio de un entorno brutalmente violento que ha crecido de manera desmesurada en los últimos años. Salvador Cabañas estaba bien ahí, tenía derecho pues trabaja honradamente y se fue a gastar su dinero en compañía de sus seres queridos y nada más, es posible que ni siquiera supiera la hora que era y ni le interesara, solo estaba tomando un trago, deportista o no. El que no tenía que estar ahí es el tipo armado, ni el bar tenía que estar abierto y el dueño del establecimiento ganando dinero a la sombra de la manga ancha y corrompida de la autoridad delegacional.
Decía que el caso de Cabañas no nos es lejano, porque aquí en Acaponeta se puede dar, solo que no somos tan famosos como el paraguayo. Todos los fines de semana, acá en esta ciudad, justamente en la calzada del panteón, los jóvenes acaponetenses, decenas de ellos, van a descargar su energía, vigor y bríos, en un espacio que han hecho suyo a pesar y por encima de las autoridades municipales. Los padres, hay que ser francos, no hemos podido impedir que los chavos den rienda suelta en comunidad, a su derecho a simplemente ser joven. El caso es que por negligencia, desinterés o falta de imaginación, la autoridad municipal no ha podido regular esta enorme reunión semanal y, como en el caso del Bar Bar, hay acciones que no debieran presentarse: arrancones de autos, gente armada, perversos vendiendo droga, pleitos, escándalos y mucho ruido para los vecinos. Todo en la vía pública, ni siquiera un lugar cerrado como el mencionado antro donde hirieron al americanista.
Eso se debe regular y se tienen que encontrar las mejores alternativas para evitar una tragedia, pues cuando esta ocurre, la vida ya no es igual y además, casi nunca hay responsables, la impunidad campea en nuestros días. ¿Quién va a responder cuando algo grave suceda en la calzada del panteón? ¿Cuándo gente, joven y entusiasta como Cabañas, caiga herida o, aún peor, muerta? Es hora de hacer algo, hay que aprender en cabeza ajena. (PEPE MORALES)
¿En verdad un joven, --pregunto-- con todo el eficacia de la edad, en plena madurez profesional, con la fama y el dinero necesarios, con la salud y enjundia que le ha dado la actividad deportiva; en verdad nada tenía que estar haciendo en un bar a esa hora?
Un joven tan solo es eso, un joven, persona con una energía envidiable y una vitalidad que asombra, desgraciadamente le falta la experiencia que lo haga actuar con mesura, como eso de estar en un bar capitalino a las cinco de la mañana, pero no podemos pedirle a un chavalo que no se entusiasme ante la vida, porque estaríamos pidiéndole al mundo que se detenga.
Alguna vez le oí a alguien de cierta edad decir, que los jóvenes se esfuerzan por gustar y los viejos por no molestar, y Salvador Cabañas, estaba en el bar, justamente para gustar. Todos vamos a esos lugares, a la cenaduría, a la disco, a la plaza pública, al evento de cultural, al cine o al teatro, a los centros comerciales de moda, con el afán de ver a los demás, pero que nos vean a nosotros también, por eso estaba ahí el futbolista, no importa la hora, además, qué daño le hacía a nadie acompañado de su esposa y un familiar.
Tomar la copa o la cerveza no es pecado y cada joven calcula el tiempo que debe o puede estar en el lugar donde se la está tomando. Algunos son conscientes y en el momento justo deciden abandonar, otros enjundiosos se alargan un poco más, Salvador es de estos.
Pero decía que este caso debe hacernos reflexionar. No fue la juventud y vigor de Cabañas, lo que lo tienen con un balazo en la cabeza, fue la corrupción y la negligencia lo que lo tumbó, en medio de un entorno brutalmente violento que ha crecido de manera desmesurada en los últimos años. Salvador Cabañas estaba bien ahí, tenía derecho pues trabaja honradamente y se fue a gastar su dinero en compañía de sus seres queridos y nada más, es posible que ni siquiera supiera la hora que era y ni le interesara, solo estaba tomando un trago, deportista o no. El que no tenía que estar ahí es el tipo armado, ni el bar tenía que estar abierto y el dueño del establecimiento ganando dinero a la sombra de la manga ancha y corrompida de la autoridad delegacional.
Decía que el caso de Cabañas no nos es lejano, porque aquí en Acaponeta se puede dar, solo que no somos tan famosos como el paraguayo. Todos los fines de semana, acá en esta ciudad, justamente en la calzada del panteón, los jóvenes acaponetenses, decenas de ellos, van a descargar su energía, vigor y bríos, en un espacio que han hecho suyo a pesar y por encima de las autoridades municipales. Los padres, hay que ser francos, no hemos podido impedir que los chavos den rienda suelta en comunidad, a su derecho a simplemente ser joven. El caso es que por negligencia, desinterés o falta de imaginación, la autoridad municipal no ha podido regular esta enorme reunión semanal y, como en el caso del Bar Bar, hay acciones que no debieran presentarse: arrancones de autos, gente armada, perversos vendiendo droga, pleitos, escándalos y mucho ruido para los vecinos. Todo en la vía pública, ni siquiera un lugar cerrado como el mencionado antro donde hirieron al americanista.
Eso se debe regular y se tienen que encontrar las mejores alternativas para evitar una tragedia, pues cuando esta ocurre, la vida ya no es igual y además, casi nunca hay responsables, la impunidad campea en nuestros días. ¿Quién va a responder cuando algo grave suceda en la calzada del panteón? ¿Cuándo gente, joven y entusiasta como Cabañas, caiga herida o, aún peor, muerta? Es hora de hacer algo, hay que aprender en cabeza ajena. (PEPE MORALES)
No hay comentarios:
Publicar un comentario