04 septiembre 2010

¿POR QUÉ SE INUNDA ACAPONETA?



Por: Juan Manuel Estarrón

Frecuentemente nos hacemos semejante pregunta quienes nos tocó vivir en la cabecera municipal y nuestros vecinos de San José de Gracia que año tras año en temporada de huracanes esperamos lo peor cuando el río comienza a incrementar su caudal, es entonces cuando también Protección Civil, cuerpo de bomberos y el ejército se declaran en máxima alerta para auxiliar a la población que habita en las partes más bajas como el populoso barrio El Terrón Blanco.
Pero no obstante que la ciudad está protegida con un bordo de contención que ha resistido duras pruebas seguimos desconfiando porque la naturaleza no conoce las fronteras de su “divino” poder, poder destructivo que probamos el 13 de septiembre de 1968 –sin bordo de contención-  que fue quizá la madre de todas las inundaciones, al menos para quienes aún sobrevivimos.
Ya hemos señalado en muchas ocasiones que el río se “sale de madre” con gran facilidad porque su cauce está muy por encima del original debido a la sedimentación que viene acumulando y su desfogue lento en el delta de desembocadura por la misma causa
Pero particularmente en Acaponeta existe un punto donde la corriente casi choca de frente al paredón para desviar su curso a la derecha casi en escuadra de 90 grados y ese punto se localiza justo donde termina la población –El Terrón Blanco- para correr paralelamente al bordo de contención y formar una “U” un kilómetro más adelante y cuyo final se aprecia poco antes del puente de la carretera 15.
Esta “U” de poniente a oriente sirve de dique para impedir que las riadas sigan con la misma velocidad acumulando más volumen en este punto y prácticamente de rebote peguen contra el bordo los excedentes de agua que no alcanzan a desalojarse en forma normal; si suprimieran esa curva cerrada quizá sería parte de la solución a las periódicas inundaciones.
A reserva de las opiniones calificadas lanzamos esta idea con la mejor voluntad y desinterés para que se explore una posibilidad de rectificación del curso del río que –en apariencia- debiera ser una empresa relativamente no tan complicada y tampoco muy costosa puesto que es un tramo corto de unos 1500 metros de atajo recto para cortar la “joroba” que hace más lento su caminar.
 También nos llega la idea que este nuevo cauce pudiera quedar un metro por encima del actual para que únicamente sirviera de desfogue en las grandes crecientes y el río siguiera su curso original en los estiajes; para que se nos vaya quitando la idea de ponerle más trabas a un río que casi se nos muere de tan famélico en esa época de fuertes sequías y nos pega cada susto cuando llegan los huracanes y tormentas tropicales.
Ya vimos a grandes rasgos cuál puede ser una de las causas por las que pueden inundarnos las crecientes del río Acaponeta; ahora exploremos otra remota posibilidad y qué bueno que ningún candidato a presidente de la República, ni candidato a gobernador alguno nos haya hecho caso al insistente pedimento de construir una presa para desarrollar la agricultura del norte.
Las dos presas sobre este mismo río que estuvieron en la agenda político-electoral en cada proceso y que de tanto insistir terminaron por enfadarse tanto los candidatos como los atoleros ciudadanos; en el recuerdo quedan los nombres de Cucharas y El Recodo, las dos grandes presas que detonarían la agricultura con hasta tres cosechas anuales.
¿Se imaginan la cortina de una presa aquí arribita a sólo tres kilómetros de una cabecera municipal de unos 20 mil habitantes, y con lo mal que construyen actualmente la mayoría de las compañías que son “patito”? De suerte que los recodenses se oponían porque su pueblo iba a quedar en el fondo del embalse en la remota posibilidad de que un loco funcionario autorizara su construcción.
El anecdotario popular recogía en aquel entonces la polémica entre cucharenses y recodenses sobre cuál santo patrono resultaba más poderoso ya que estos últimos apostaban al suyo –San Antonio- a que la presa El Recodo jamás se construiría, mientras los serranos de Cucharas confiaban en los milagros de su virgen de los Remedios (la Candelaria) para que su presa se construyera porque resaltaban más los beneficios.
Al final de cuentas los estudios técnicos arrojaron un terreno inapropiado con fallas inestables sobre el terreno escogido para la presa Cucharas, habían perdido la apuesta; por el contrario los recodeños ganaban porque no sería reubicado su pueblo y se conservaría como ejido sin afectar los pocos terrenos con que cuentan.
 Aunque los “daños colaterales” de la presa El Recodo iban a ser también serios porque se calculaba que el embalse anegaría parte de los ejidos Llano de Mariquitas y Hacienda de Mariquitas que, muy a propósito, se vieron afectados recientemente con el desbordamiento del río Acaponeta; una prueba más de que algo está fallando para que se inunden comunidades con crecientes menores.
En problemas concretos como son los señalados es donde debieran estar actuando nuestros caros diputados y no estar pensando en cómo reelegirse para el 03 de julio próximo; no pensar tampoco en tablitas de salvación que les arrojan como esa de la POSIBLE creación de un senado estatal para soñar con otro “salto de la muerte” porque esa dedicatoria le vemos a la otra reforma carrereada a la Constitución Política del Estado, que dejamos como un tema posterior.

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