24 octubre 2010

HÉCTOR GAMBOA IN MEMORIAM


Entre lítica, cerámica y metalurgia
enclaustrado en el museo en que habito
no supe de tu muerte y tu partida.

Después me enteré de tus dolores
que como guerrero a solas combatías
reflejando apenas el semblante
el daño cruel que interno florecía.
Que reptaba por tu sangre invisible
queriendo detener el aliento
apagar tus estrellas
cortar en vano la línea de tu pulso
que con tinta daba cuenta de tus días.

Sólo la Parca cerró la cortina de tu estudio,
tu despacho, tu oficina.
Sólo la Parca detuvo el impulso
de quien sin miedo habitó distintas geografías,
despidió el pasado, amaneció una y mil veces,
entregando el oro y las semillas.
Sísifo alegre, altiplano y tropical.

Las veces que abriste y cerraste las heridas
que hablaste por ti y por los otros
por el presente y el futuro
por lo que ya pasó
por lo que te dolía y cerraba la garganta
lo que no te quitaba el sueño
ni apetito, ni detuvo el vino
que une fuerzas, talento y cofradías.

La madrugada en ti dejaba sus aromas
el rocío blindado de tus rosas
el frío que acerca los cuerpos
el éter que todavía no es luz
que ya no es noche
el reposo que precede la mañana.

El teléfono, Hermes de nuestro tiempo,
técnica al fin, sólo vehículo,
anunció su señal para darme la noticia.
Incrédulo marqué cientos de dígitos
que funerales respondían entristecidos.

La muerte nos deja en medio de llanos agrietados
envueltos en frías llamas y sin habla
cercados de grises edificios
que detienen el sol
que congelan el aire.

Hermano practicante del verbo y de la letra
compañero y camarada de los tuyos
tu voz no subirá más al espacio
a activar solitarios satélites astrales
para descender a la tierra y a nosotros
anunciando nuevas buenas celulares.

Sólo ténganme en mente,
nos dijiste
y en mente te tendremos buen amigo
como en la memoria se tiene a los hermanos
que partieron felices
después de haber vivido.

MIGUEL ÁNGEL DELGADO RUIZ

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