COMENTARIO DE JOSÉ RICARDO MORALES Y SÁNCHEZ HIDALGO EN LA PRESENTACIÓN, EN LA CASA DE LA CULTURA AL LIBRO DE QUETA NAVAGÓMEZ “EL TIGRE DEL NAYAR” SOBRE MANUEL LOZADA.
La historia mexicana desde siempre ha sido manipulada para solo mostrar lo que conviene a intereses partidistas o gubernamentales, la asignatura de la historia que viene o venía en los programas oficiales de estudio, daban al estudiante y al docente aburrido e irresponsable que no iba más allá de los textos estatales, un visión fantasiosa y mítica de un realidad que se daba de otro modo. Y aunque también ha existido siempre una cara científica y de investigación metodológica, esta ha sido acallada y ocultada al escrutinio de una ciudadanía engañada, que se ha conformado con ver plazas y jardines con héroes de bronce, míticos, cuasi olímpicos a los que hay que adorar en sus natalicios o aniversarios de sus fallecimientos; de nombres de calles, colonias, ciudades y hasta estados de la República que se cubren con el manto protector de un personaje histórico elevado a la condición de deidad: ¿Cuál es el nombre de calle más común en México? Morelos; ¿hay alguien aquí que no conozca un busto o imagen de cuerpo completo de Miguel Hidalgo en alguna plaza o jardín público? Aquí tenemos un monumento, una escuela muy conocida, la plaza lleva su nombre y una de las calles principales. ¿Cuántas escuelas llevan el nombre Benito Juárez en este municipio? Varias, la prepa donde labora su servidor es una de ellas.
Sería un error muy grande, decir que estos personajes de la historia nacional no se merecen eso, por el contrario, considero que hasta más valen; muchos de ellos ofrendaron su vida y su honor en pro de la patria. Pero ¿saben qué? Me gusta más la historia con personajes de carne, hueso y un pedazo de pescuezo como decimos por acá, esas crónicas que nos hablan de gente que acierta en momentos decisivos en la suerte, echada como albur, sobre el incierto destino de la patria, pero que también yerran. Prefiero conocer la historia de un Hidalgo, dicharachero, alegre, fiestero, que tuvo hijos al margen de la religión que él representaba, a un serio, adusto e inconmovible Padre de la Patria. Juárez, la máxima figura del panteón mexicano, ha sido reconocido por propios y extraños, su figura aparece en todos los textos como un ejemplo de superación, honestidad y compromiso; sí, pero este señor tan huraño siempre en las imágenes que nos muestran, se equivocó y en ocasiones de manera grave, al grado que si otros hubieran sido los vencedores pondrían al indígena oaxaqueño como traidor a la patria y eso mis amigos, no nos debe de asustar. Somos los mexicanos un pueblo que en ocasiones parecemos de adolescentes y no una nación adulta que puede escuchar las voces de todos y discriminar, en consecuencia, por iniciativa propia.
Esa misma historia, oficialista y voluble, en contraparte nos muestra personajes trascendentales en la construcción de México, que han sido satanizados y nunca hemos visto un monumento en su honor a pesar de su importancia, si acaso el nombre de una calle, así como para no dejar, pero eso es todo: Agustín de Iturbide, el verdadero iniciador de la nación mexicana y consumador de la independencia, es para muchos un traidor; Maximiliano de Habsburgo, que amó a México, aun más que muchos de sus contemporáneos nacidos aquí y que movieron hilos y voluntades en Europa para traerlo con engaños a la tierra de Anáhuac, sin más motivación que la ambición, por encima de los intereses nacionales, entre ellos Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos. Que no nos asuste decir que el Emperador nacido en Austria, era más liberal que el propio Juárez, los hechos y sus acciones así lo demuestran. Porfirio Díaz es otra figura indispensable de la cronología mexicana, que ha sido enviado al basurero de la historia, sin que mencionen que con él, llegó la modernidad a México. Esto nos lleva echar un vistazo a la historia regional, donde también hay personajes injustamente relegados, tal es el caso de Manuel Lozada, el llamado Tigre de Álica, por eso qué bueno que hasta estas tierras del norte de Nayarit, llega Queta Navagómez, nayarita, de la hermosa Bellavista, que tiene su propia visión de la historia, desde la perspectiva artística de la narrativa, ofreciéndonos otra cara de la moneda, la del dramaturgo De Vigny, que dijo que finalmente la historia es una novela escrita por el pueblo, y esto que aquí presentamos es una novela precisamente, sobre la vida de un personaje vital, imprescindible en la crónica de este Estado, Manuel Lozada, el famoso Tigre de Álica, protagonista de un fragmento de la cronología local y que la historia oficial, no la que construye el pueblo, sino la que conforman minuciosamente, con microscopio las instituciones y todo aquel rabo largo que decide pervertir los hechos del pasado para con mala fe beneficiarse y llevar agua a sus lodosas ciénegas; los cuales convirtieron a Lozada en uno de esos personajes satanizados, despreciados porque de acuerdo a su circunstancia se unió a las huestes conservadoras y al Emperador Maximiliano.
Trata en su obra Queta Navagómez, la ficción narrativa, precisamente de un hombre real, que sufrió penurias en la economía y lo movía de igual forma el amor, que cosa curiosa se acrecienta y ennoblece en la calamidad y la tragedia. Trata nuestra invitada a un Manuel Lozada, que se ganó el mote de “Tigre”, cuando él y su pueblo aprendieron que estaban solo y que debían pelear por sí mismos y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza para vencer a un sistema injusto que los ahogaba y los consideraba casi en carne de la esclavitud.
Navagómez, nos habla del bandolero capaz de los peores excesos de violencia, pero también del hombre que humedece el lecho cuando piensa en la mujer amada. Nos muestra la cara del líder agrarista, pero asimismo del hijo que se estremece al saber que su madre fue humillada a punta de látigo en la plaza de su propio pueblo.
En pocas palabras la autora nos muestra la historia-ficción de un hombre palpable y no de una estatua de bronce, lanzada desde el subgénero de la épica de la novela histórica tan rica en México, de donde han salido obras fundamentales como “Noticias del Imperio” de Fernando del Paso, “Batallas en el Desierto”, de José Emilio Pacheco; “Crónica de la Intervención” de Juan García Ponce y por supuesto la novela de la Revolución con obras como “Los de abajo” de Mariano Azuela o “El Águila y la Serpiente” de Martín Luis Guzmán, entre otras muchas.
Recomiendo la lectura de este libro, por cierto muy bien presentado y que nos deje en todos nosotros, primero el deseo de conocer a un hombre muy importante de la historia no solo regional, sino de la nación, Manuel Lozada; segundo, la posibilidad de entender y conocer nuestra historia lejos de la propuesta oficialista, que, desde mi punto de vista, debiera ser la enseñanza más palpable y valiosa de los festejos del bicentenario del inicio de la independencia y centenario de la revolución.
Considero que una de las mejores maneras de honrar a personajes como José Saramago y Carlos Monsiváis, es con actividades de este tipo y la promoción de los valores literarios locales, como es el caso de esta prolífica escritora que hoy nos visita, enhorabuena Queta y que no sea la última vez.
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