26 agosto 2010

A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO, HONOR A TRES ACAPONETENSES


Por: Rocío López Medina

Las quejas se multiplican en torno a los festejos del bicentenario.Los clamores y sentencias por un bando son tajantes -¡qué celebre el que quiera, México es una patria con mucha riqueza cultural e histórica!-
Los clamores por otra banda, invitan a todo México a enmudecer, -¡qué nadie grite, no hay nada que celebrar!
Las razones de uno y otro bando justifican las posturas. Muerte, pobreza, delincuencia de norte a sur, estandartes de un bando que suponen todo menos orgullo hacia la patria. Mientras que por el otro, peligro, desequilibrio a nivel internacional, vulnerabilidad ante peces gordos, son rescoldos de riesgo inminente para males mayores.
¿Debemos unirnos y mediante grito enmudecido, mediante ensordecedor silencio externar al mundo el pésimo estado de cosas en el que el país se encuentra? O, ¿Hemos de festejar 200 años de independencia de los 300 de colonia, 100 de revolución para primar la riqueza cultural que distingue a México ante el mundo?
Qué implicaciones tiene el realizar una u otra acción en el próximo mes patrio, -por’ai se dice- que ninguna persona de conciencia responsable es capaz de dejar de sopesar el fin y las consecuencias de su actuación, por tanto, y ya que se aproxima septiembre y los festejos y críticas por el bicentenario están a tope mediante envíos de forwards, comerciales de TV, estreno de canciones oficiales, exhibición de osamentas de próceres, personas sonriendo para la foto, y críticas de todo tipo; que si la mediocridad del cantante refleja la mediocridad de la sociedad, que si los actos de festejo son una farsa, que si la corrupción en los proyectos está a tope, que personas de alto valor ético prefieren renunciar a ser partícipes de un gobierno de caricatura, o que quienes aparecen en la foto están más feos que las momias de Guanajuato (este me lo he inventado yo), etc.
Las interrogantes antes mencionadas saltan a la mente dejando frente a nosotros, entre otras, tres opciones: festejar, callarse o, en el peor de los casos, la apatía total. La sociedad indolente ante la interminable lucha ideológica que históricamente se nos ha aparecido como los fantasmas de Rulfo en Comala. Por un lado los detentadores actuales del poder, que ven amenazado el equilibrio como nación ante países de los que depende más de lo que se quisiera, y por el otro, las críticas en tonos perniciosos y con aparente envidia de poder más que propositivas, vendiendo ideas simplistas, violentas a jóvenes con poca actitud discriminadora. Pareciéramos atrapados en la carrera sin fin de Alicia en el país de las maravillas, un país en el que por más que se corra parece que no se avanza.
Pero, ¿son ideas de este tipo las que deben prevalecer para incitarnos a la rebelión silenciosa? ¿Cuál sería la ganancia en el caso de abstinencia a la celebración? ¿Cuáles las pérdidas? ¿Es justo mostrar una actitud aparentemente servil al gobierno y festejar al son que nos toquen lo que la ‘elite’ determine? ¿Hay opciones distintas? ¿Qué posibilidades tenemos para hacer de esta coyuntura algo alejado de la mala política que ya a muchos cansa y a otros desanima?
Creo que las posibilidades son infinitas, es respetable la elección y el deseo de cada persona como un derecho legítimo para quien quiera guardar silencio como para quien elija desbordarse en un grito, pero cualquier acción que realicemos precisa una reflexión sobre los fines y consecuencias esperadas. Particularmente me atrevo a considerar que es un momento ideal para reflexionar en torno a la cultura que al interior de nuestras sociedades vivimos, el tipo de cultura que en lo micro nos caracteriza.
Partiré de dos posturas ideológicas que parecen converger y no se esfuman del ambiente mexicano, y que probablemente puedan estar al interior de nuestra patria chica, Nayarit sin exceptuar Acaponeta “nuestra Atenas”
1. La primera postura ideológica es la crítica “eurocenctrista” y de izquierdas que se hacía desde antes de los 70 a EUA y, por tanto, la influencia parece cercana, como un país inmensamente rico en pobreza cultural, tres adjetivos para una nación: individualista, materialista y filistea.

2. La segunda postura ideológica proveniente de la respuesta a esta crítica por parte de los EUA a Europa, tachando el gusto europeo de elitista, aburrido, y poco consciente de la realidad multicultural del nuevo continente.

Ambas posturas tienen una carga emotiva muy fuerte, por un lado, las criticas del “viejo continente” calificadas de elitista, de buen gusto, con las obras de arte más elevadas, con las maravillas del mundo, con una vasta tradición histórica, política, intelectual y científica, quienes ven a los “nuevos ricos” como una nación de pobretones venidos a más pero de pésimo gusto, y por el otro, las ideas de un pueblo que no es América (en la mente de algunos europeos sólo hay una división America igual a EUA y Sudamérica el resto) pero que se impone de todos los modos, lanzando generalizaciones falaces que no son propias de países latinoamericanos. Y nosotros los pobres mexicanos tan lejos de Dios y tan cerca de EUA, con una amplísima tradición cultural precolombina, con una riqueza en monumentos históricos legados por la colonia, con la fortuna, o no, de ser el cuerno de la abundancia codiciado por las altas potencias en su momento y hasta la fecha, y ahora explotado por una clase, por una elite empresarial.
Ante esta disyuntiva, dos ideologías extremas amenazantes y un centro (si es que puede llamarse a sí a la clase dominante) ¿Qué nos queda a los mexicanos de a pie como Ud. y como yo? ¿Qué nos queda a los Nayaritas en este Bicentenario? ¿Qué podemos hacer los ‘acaponetillas’ hambrientos? Son preguntas que sólo tienen respuesta al interior de nuestras propias conciencias, yo, particularmente opto por una muy concreta; mirar al interior, reflexionar sobre la particular cultura que nos distingue en Acaponeta y comentarla, muchos son los elementos y muchos los personajes que no debemos permitir caigan en el olvido, por eso, hoy, desde esta trinchera virtual quiero rendir un homenaje a tres personajes que marcaron mi infancia, tres próceres de las calles de nuestro pueblo, cuya virtud más elevada fue conquistar la libertad, el primero de ellos lo recuerdo con agrado y, confieso, un poco de temor -el hombre del tesón y la fuerza- tal vez porque nunca vi una fuerza de voluntad como aquella, un manejo corporal magistral, con apenas dos “tronches” por brazos el manejo que hacía de ellos era histórico, cargaba a sus espaldas toda clase de objetos, desde colchones, metales, maderas, plantas y uno que otro animal mal puesto, y nunca supe hacia donde y para qué los arrastraba; mi vecina, Chuyita, algunas veces le gritaba, “-¡Mocho, mochito, ven a comer unas gorditas!”; el segundo personaje es el –Hombre del anarquismo- antes muerto que una gota de agua en su cuerpo, el hombre que agregó el sustantivo o adjetivo calificativo a nuestro argot acaponetilla, “El Cuirri” con el enigmático contenido de su costal al hombro surcaba el pueblo sin parar; y mi tercer personaje es del bando de las féminas que por su puesto no queda vacante, -la señora de las buenas maneras- “Vitoria”, rompía toda clase de protocolos femeninos orinando en las banquetas, nadie contaba con la destreza de su lengua para decir “chingatumadre” con la velocidad por minuto que esta señora alcanzaba, ni la rapidez del tiempo y lentitud de su cuerpo amainó su carácter. Así celebraría este bicentenario, recordando a estos personajes, con la tarea pendiente de la investigación de vida, de sus historiales, saber dónde nacieron, cuál fue su trayectoria, cómo fue su infancia, saber cómo se convirtieron en más que ellos mismos en el reflejo de una sociedad, los anarquistas, vaya usted a saber si involuntarios, los transgresores de toda regla social, los filósofos, -vaya usted a saber si inconscientes- como los más grandes cínicos del IV a.c. que con actitud sigilosa enarbolaron la máxima de “no ser esclavo de nada ni de nadie en el pequeño universo donde uno haya su lugar”, tal vez ellos si llevaron al extremo la rebelión silenciosa a la que ahora estamos invitados, tal vez con su mutismo intentaron la más grande hazaña de hacer reaccionar a un pueblo, dormido, amilanado, o preso detrás de los códigos de barras.
Hay mucho por no olvidar, celebremos nuestros recuerdos, rescatemos nuestras historias, aprendamos de nuestros yerros y bailemos al son de la negra… realidad que nos tocó vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

CON TANTA VIOLENCIA Y MUERTES QUE SIGUE HABIENDO EN EL PAIS, QUISIERA SABER QUE HAY QUE FESTEJAR EN REALIDAD EN ESTE BICENTENARIO, O ES SOLO UNA TRETA PARA DESVIAR LA ATENCION DE TODOS LOS MEXICANOS, COMO SABEN HACERLO.