01 mayo 2009

LA INFLUENZA Y EL HUMOR DEL MEXICANO

Aquí comenzó todo: este niño mexicano --por sus características físicas: rubio, ojo azul, piel blanquísima-- es el causante de todo el daño que hoy nos trae de cabeza.
El gobierno ha decidido proteger, a cualquier costo, la economía de la nación ante la peste de la influenza: aquí una de sus más notables y sesudas acciones. Peste y temblor
Ante la incomodidad del cubrebocas, el ingenio y la estética.
...para cuando se abran los cines...Alerta máxima: fase 5 Como siempre, los caricaturistas mexicanos --los mejores del mundo-- muy acertados. El colmo, recuerdos para el futuro, cuando el terror se convierta en anécdota.Una de las cosas que más nos distingue a los mexicanos es el sentido del humor, practicamente nos reímos de todo y más cuando caemos en desgracia: hacemos mofa de los políticos y comenzamos por bautizarlos con algún remoquete bien colocado. Pascual Ortiz Rubio, por ejemplo, fue llamado por el pueblo "El Nopalito" por baboso e incluso en la calle se lo gritaban, en una de esas, caminando por las calles del centro de la Ciudad de México, acompañado de Aarón Sáenz, a la sazón Jefe del Departamento Central, escuchó que unos pelados le gritaban así justamente: ¡Adios Nopalito!, como su pendejismo era proverbial según narra el genial bardo Renato Leduc, preguntó al Jefe de su Estado Mayor: "Oiga Usted, señor General ¿por qué el pueblo habrá chingado a nuestro buen amigo y colaborador Aarón Sáenz con el sobrenombre ese del "nopalito"?
Así prácticamente todos los presidentes han merecido la burla y el escarnio del sufrido pueblo de México, que no ve, más que en el humor, una forma de dejar escapar el estress y la presión de las crisis, la corrupción, la violencia y como hoy el cuento de la influenza. Muy recordados son los casos de Díaz Ordaz, al cual le aplicdaron todos los motes y chistes sobre simios y gorilas, por su parecido físico con algunos macacos; de Luis Echeverría no se diga, el deporte nacional en esa época era hacer un chiste de ese mal presidente; Carlos Salinas y Fox, han sido los personajes preferidos de los caricaturistas.
No queda más que reír cuando nos llega una crisis global, un presidente de la República, un terremoto, un huracán, las inundaciones o la influenza porcina.
Cuando en 1985 se produjo aquel terrible terremoto que dejó en ruinas buena parte de la Gran Tenochtitlán, aún había gente debajo de los escombros y por la calle ya corrían los chistes del sismo. Hace unos días tembló en la ciudad de México y la ocurrencia fue que la gran metrópoli, le decía a la pesta de la influenza: "Mira como estoy temblando".
El mexicano tiene un día que dedica a sus muertos y en cual hace mofa de la señora de negro, a la cual se ñle hacen versos, dibujos ridiculizándola, hasta calaveritas de dulce que nos comemos --con más placer si llevan nuestro nombre--, esta jornada tiene connotaciones de fiesta y pocas veces de dolor. La poesía popular mexicana, así como sus canciones y corridos está llena de referencias burlescas o satíricas hacia la pelona, la calaca, la ciriaca, la parca o la tilica como llamamos de manera coloquial a la muerte. Aquí algunos ejemplos:

Aquí está mi corazón
para que lo hagan pedazos,
porque me sobra valor
de recibir los balazos.

La noche que la mataron
Rosita estaba de suerte:
de tres tiros que le dieron
nomás uno era de muerte.
*
Viene la muerte luciendo
mil llamativos colores;
ven, dame un beso, paloma,
que ando huérfano de amores.
Carlos Fuentes dice: “si la muerte es inevitable, no puede ser mala”, quizá por ello nos reímos de los males que nos atacan, como el malhadado virus de la influenza que se ha llevado ya algunos desgraciados que tuvieron la mala fortuna de respirar o de plano tragar el bicho llamado porcino.
En los diarios, en el internet y en todos lados han aparecido imágenes que intentan hacer reír a una sociedad que en estos momentos de debate entre la desconfianza de su mal gobierno y la posibilidad real de un contagio por el mortal virus. Aquí una muestra de ello y lejos de pensar en la tragedia, mejor esbocemos una sonrisa. "Ay muerte, no te me acerques porque te pego la influenza". Saludos.

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