22 mayo 2009

¿Y SI LE ESCULCÁRAMOS A LOS FERROCARRILES?



Como publicó PUERTA NORTE hace unos días, FERROMEX montó de la noche a la mañana una malla ciclónica en la cabecera norte del malecón sobre el río Acaponeta, separando del conjunto un espacio grande en el que se encuentran mobiliario urbano de propiedad municipal y un buen tramo que terreno construido y que utiliza la ciudadanía para su recreación. El síndico municipal, Contador Héctor Bañuelos Ahumada, hizo público un comunicado donde manifiesta que el gobierno municipal anterior, es decir el de Efraín Arellano Núñez y la Secretaría de Obras Públicas del Gobierno del Estado, que fueron los que levantaron el malecón y bordo, nunca avisaron o solicitaron permiso a FERROMEX, por la invasión del derecho de vía. Sigue diciendo el comunicado de la administración de Saulo Lora que, concluidas las obras en el mes de junio de 2008, FERROMEX inició una averiguación previa ante el Agente del Ministerio Público Federal de esta ciudad de Acaponeta contra el Ayuntamiento y quién resulte responsable por el delito de violación a las vías de comunicación, derecho de vía y los que resulten. Ante esto, el representante social federal mandó un citatorio al representante legal del municipio, que es precisamente el síndico Bañuelos Ahumado, el cual dice, que fue ahí donde la actual administración supo del caso e inmediatamente solicitaron al encargado en Guadalajara que les dieran la posesión y usufructo en comodato del derecho de vía que tiene FERROMEX de 37 metros, lográndose en dicho convenio la mitad del espacio, que es donde quedó colocada la malla que hemos llamado de la ignominia. Agrega el síndico que seguirán insistiendo para lograr el comodato y en consecuencia recorrer el cercado.
Nuestro comentario va en el sentido que, sí, efectivamente la anterior administración debió haber solicitado autorización, pero al parecer los encargados de Coplademun se durmieron, como sucedió en la plaza municipal con el caso de la autorización del INAH. Estamos de acuerdo, pero la memoria histórica nos dice que aunque el tren es símbolo universal del progreso, su construcción, el tendido de vías férreas, la adquisición de terrenos para dar paso a la "punta de fierro", cometieron muchas injusticias con los propietarios de terrenos. De hecho ahí, a escasos 20 metros de la malla de la ignominia, está el pié del Cerro de la Glorieta, el cual materialmente fue partido en dos para dar paso a las líneas del tendido de metal del ferrocarril y muchas familias se vieron en la necesidad de ser reubicadas, incluso un templo que utilizaba la grey católica acaponetense fue derruido, según relata el historiador Néstor Chávez.
En la historia del ferrocarril a nivel nacional, los derechos de vía fueron causa de algunos problemas entre las empresas ferrocarrileras y los campesinos; algunos autores afirman que los trenes llegaron a modificar el reparto agrario en el país, pero la prioridad del gobierno en tiempos de Porfirio Díaz, en construir un ferrocarril era mayor a la de proteger la tierra de los campesinos, lo cual condujo a la expropiación de grandes extensiones de terreno, despojando de su patrimonio a miles de campesinos mexicanos, cuyo único pecado fue tener terrenos ahí por la línea de tendido. Los campesinos indígenas fueron los más perjudicados y no faltaron los asesinatos o despojos violentos, que dejaron luto en decenas de familias. Incluso, como había mucho capital gringo y de otras naciones en el proyecto del ferrocarril, se registró una descarada discriminación de los profesionistas mexicanos, principalmente ingenieros los cuales eran importados de la Unión Americana. Por otro lado el ambiente de trabajo era insalubre y dificultaba de sobremanera las labores. Había una especie de repudio a las “prácticas esclavizantes” del capitalismo, a pesar de que la paga era buena, o por lo menos superior a la que recibían dedicándose a sus actividades rurales. Lo más probable es que ese repudio se deba a la súbita introducción del ferrocarril en el sistema, algo nuevo, grande y diferente que les hacía perder sus tierras. Las jornadas eran agotadoras y a lo largo de la vía quedaron miles de muertos
por diversas causas.
Por supuesto estamos de acuerdo que la ley no se puede violar ni siquiera "un poquito", debió cumplirse con las normas y protocolos, pero es una exageración cerrar el paso a la ciudadanía que ahora para acceder al malecón tiene que hacer suertes malabares y de funambulismo en el murete que separa el malecón de la orilla del río. Más comprensión pediríamos a los ferrocarrileros y que las decisiones no se tomen detrás de un gris escritorio sino en el sitio mismo del problema.

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