19 julio 2010

COMENTARIO EN EL HOMENAJE A ALÍ CHUMACERO


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
(Comentario que se hizo durante el homenaje a Alí Chumacero por sus 92 años de vida)


Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.


Buenas noches a todos, da gusto ver que tenemos quórum legal en un evento literario, que nunca tienen la suerte de ser masivos como las presentaciones incomprensibles de El Coyote, la Banda Machos u otros, pero que sin duda nos deja más satisfacciones y la sensación de que vamos a dormir a pierna suelta por el gusto de haber ofrendado atención a la palabra.
Lo interesante de estar aquí, es que, cuando se honra a una persona del mundo cultural de nuestro pueblo, hacemos al mismo tiempo un tributo a la tierra, a la patria chica de casi todos los que hoy estamos aquí, a Acaponeta, el lugar junto al río donde el frijol se enreda a la caña. Hoy, por ejemplo nos une el hecho de oír los versos y metáforas del bardo Alí Chumacero Lora, nacido en 1918, y que, a 92 años de ver la primera luz, consigue reunirnos en un homenaje nacional, que incluso abarcó a esta, la localidad de la cual dijo alguna vez:
"Quiero que a la hora de la hora, cuando me vaya con la música a otra parte, me recuerden como un hombre venido de un pueblecito pequeño que se llama Acaponeta, de un estado pequeño que se llama Nayarit, buscando un sitio propio",
Y es que uno de los hijos predilectos de esta tierra, llamada por decreto presidencial Atenas de Nayarit, es sin duda alguna Alí Chumacero, quizá, si me permiten el derrape, el más predilecto de los predilectos. Porque son pocos los que al mismo tiempo son "mago y maestro de los poetas modernos de México", como alguna vez lo calificara Octavio Paz. Para la escritora Ángeles Mastretta, es simplemente “un hombre hermoso y bien hecho”. O Jaime Labastida, quien afirma que es severo en su poesía, ya que, explica: “Chumacero gusta de las corridas de toros, las funciones de box, las mujeres; nada o muy poco de eso se halla en su poesía, severa hasta la consunción”. El recientemente desaparecido Carlos Montemayor, hace una extensa relación de las actividades de Alí: elemento notable en distintas revistas de la cultura nacional, redactor de otras periódicas publicaciones importantes, impulsor de la cultura, maestro de escritores e intelectuales dedicados a la producción editorial, tipógrafo de oficio y naturaleza, investigador y recopilador de obras completas de escritores notables, reseñista, articulista y divulgador de poesía, narrativa, filosofía y ensayo de México e Hispanoamérica, pero además y sobre todo, remata Montemayor, es creador de poesía. Ramón Xirau, lo resume aun más: el poeta es un peregrino en esta tierra.
A pesar de todos estos comentarios, Alí, sin renegar de esas premisas, exclama abiertamente: "No soy un intelectual, yo trabajo como un albañil, viendo papeles y anotando. No acarreo ladrillos, pero tomo la pluma para hacer trabajo menor. Nunca dejaré de ser un obrero del libro"
Y con esa definición me quedo: un obrero del libro, o mejor aún, un hechicero, como el mismo califica a los poetas:
"El poeta es un hechicero, dice, un chamán, un brujo; agarra las fuerzas de la naturaleza y las maneja, no intercede ante nadie. Por si mismo habla a Dios; cuando se refiere a un caballo, mete al caballo ahí, corriendo o tranquilo; si habla de un perro, tiene la verdad en el sentido que la proyecta hacia acá y la maneja, la sacude: él hace llover, él hace que se seque el mundo, hace que las galaxias paren: el poeta hace todo eso, es un brujo: --que se pare el sol, que desaparezca el sol-- es mago. El sacerdote en cambio, pide a Dios que desaparezca el mundo, que se apague el sol, pero él no lo hace, no es brujo, esa es la diferencia. Por eso la poesía no es una religión, es una brujería".
Pero vuelvo al principio, honrar a Chumacero es honrar a la tierra donde algunos dejaron enterrado el ombligo y es que Acaponeta, tiene lo suyo: culta, por estar unida al puerto mazatleco a través del cordón umbilical del ferrocarril, que llevaba a la “punta de fierro”, cargando alegremente, pero nunca con celeridad, además de mercancías, a poetas, pianos, ideologías y guitarras. Mazatlán, era a finales del siglo XIX, todo el XX y hoy todavía, un puerto muy parecido al de Mileto, el puerto griego de Lydia a donde llegaba todo lo que se producía en el mundo conocido de la época y por supuesto, las islas y las ciudad-estado del mundo helénico. Ahí llegaban mercancías diversas, pero eran acarreadas por gente de diversas culturas, costumbres y pensamientos, con propuestas o artes que se quedaban ahí o bien, eran exportadas a las comunidades cercanas como Éfeso, Sardis, Smima o la propia Troya, así como al resto de las islas y ciudades-estados; lo interesante es que, cuando sus hijos regresaban, otra vez cargados de mercancía, llevaban ya nuevos conocimientos en un ciclo bendito que dio nombre a la ilustre Grecia que hoy todavía admiramos. Así, de Mazatlán, nos llegaron por tren muchas cosas y por supuesto cultura en todas sus formas. Se amplió el gusto ya existente por la literatura, las tertulias familiares llenas de poesía y música; se llenaron las casas de pianos, propuestas poéticas y libros, muchos libros que abrían ventanas al mundo. No es en balde, que seamos la Atenas de Nayarit en un comercio de mercadería, tendencias y arte, que iba y venía, beneficiando a Villa Gardenia, Escuinapa, Rosario, Concordia y Villa Unión y los pueblos cercanos a Mazatlán.
Súmenle a eso, estimados amigos, el nacimiento de personas que habrían de brillar con luz propia, a partir de ese micro universo cultural acaponetense. En ese marco nació Alí Chumacero, apenas ocho años después de la llegada por el norte del ferrocarril.
Así pues, uno de los deberes que más nos obliga con los demás, es honrar la actividad destacada de las personas, cuando aún están entre nosotros. Seguramente alguien le va ir con el chisme a Alí, que allá, en su pueblito, que no fue costa, ni fue montaña; en el caluroso ranchito perdido en la llanura costera del Pacífico noroccidental; en Acaponeta pues, sus paisanos le hicieron un sencillo, pero sincero homenaje por sus 90 años de vida y seguramente va a sonreír con esas mueca que el sol que ahuyenta el invierno del rostro, que dijera Víctor Hugo. Estoy cierto de que a Chumacero le gustan sus cumpleaños y eso lo digo por el comentario de Ramón Xirau, quien menciona que: “No olvido las comidas de “Los Divinos”, así por alguien bautizados, comidas sabatinas a las que asistían Joaquín Díez Canedo, el pintor Ricardo Martínez, el poeta Francisco Giner de los Ríos, además de Abel Quesada, Jaime García Terrés y por supuesto, los inolvidables cumpleaños de Alí”.
No voy a hablar de la obra y estilo de Alí, menos de las corrientes poéticas o literarias a las que pertenece, tampoco me importa si fue prolífico o no, ya lo dijo él: "He escrito poco. No me arrepiento es mejor dejar una línea perdurable, que un grupo de libros que se tire al cesto de la basura"
O me conformó por lo dicho por los que sí saben como el también poeta, José Emilio Pacheco quien escribió que su producción es una "obra maestra impredecible e irrepetible que por sí sola explica el posterior silencio de Chumacero..."
Simplemente vengo hoy como admirador de su obra y su persona a leer poesía, por supuesto de él y, como se hacía en las tertulias de principios del siglo pasado, algunas de las que hemos logrado engarzar metáforas y sinestesias, los que llenamos esta mesa, más para satisfacción propia que para la crítica de los demás. Y si es en compañía de tan estimados amigos, mejor.
Gracias.

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