19 julio 2010

REMEMBRANZAS DE UNA ESTACIÓN DEL FFCC EN RUINAS




Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Hace unos días subí unas fotos de lugares específicos de Acaponeta a la página personal de Facebook, entre ellas iban unas de la vieja estación del ferrocarril, que como todos saben se encuentra en ruinas y a punto de venirse abajo por el descuido de las autoridades federales, que al prácticamente desaparecer la actividad ferroviaria, pues ya es poca la llegada del tren carguero a Acaponeta, abandonaron en consecuencia un edificio magnífico y con un estilo muy particular. Las bodegas no son más que nidos gigantescos de miles de chinacates y el tren de pasajeros simplemente desapareció a causa del enorme dispendio, pésima administración, corrupción y un sindicato voraz que acabaron con los Ferrocarriles Nacionales de México.
Siempre ha estado en la mente de algunos acaponetenses, el rescate de este inmueble considerado monumento histórico por el INAH, sobre todo para convertirlo en un espacio comunitario, tal vez un centro cultural o museo. Hace tiempo, en estas mismas páginas comenté que a iniciativa del Antropólogo Raúl Andrés Méndez Lugo y en el marco de las fiestas del Bicentenario y Centenario, estaba la iniciativa y proyecto de rehabilitar cuatro estaciones del tren en Nayarit, a saber: Ruiz, Ahuacatlán, Tetitlán, de este último municipio y Acaponeta; ignoro cuánto se avanzó al respecto, pues hace semanas que no veo a Raúl y solo nos queda esperar que las cosas vayan por buen camino y la autoridad municipal esté involucrada, porque vale la pena ese rescate, ya que es un edifico de regulares dimensiones, muy bueno para un centro cultural o el soñado museo del ferrocarril de Acaponeta.
Como sabe el amable lector, "la punta de fierro" tal cual era conocido el ferrocarril, llegó procedente del norte, exactamente el primero de enero de 1910, es decir, en este año se celebró su primer centenario y salvo algunas publicaciones que el cronista Néstor Chávez Gradilla publicó en El Eco de Nayarit, el hecho pasó desapercibido, lo cual es una lástima, ya que el lugar mereció mejor destino que el que actualmente tiene. Al respecto aquí mismo publicó el buen amigo Juan Fregoso lo siguiente: "Un olor picante, pestilente, sale del interior de lo que antes fuera un lugar pulcro, la hediondez es causada por el excremento de chinacates o murciélagos que han hecho de este edificio su hogar.... Explica un guardia de seguridad: aquí era la sala de espera, y aquí la oficina donde se vendían los boletos a los pasajeros; aquí fue la oficina de los telegrafistas; nosotros apreciamos los lugares y advertimos el estado sucio, insalubre en que se encuentran. El piso está lleno de basura, los cristales de las ventanillas se encuentran repletos de polvo, hay también un escritorio viejo totalmente enmohecido y más al fondo se aprecia lo que, al decir del trabajador, era la caja fuerte donde se guardaba el dinero que se giraba a través de este medio de transporte. No, ya no queda nada de aquella imagen que irradió la estación en los años dorados en que los trenes “El Burro” y “La Estrella” circulaban por la carretera de acero..."
En la página de Fecebook que mencioné al principio, mi amigo y compadre, el Arq. Sergio Alberto Tirado Sánchez, hace una remebranza del lugar hoy convertido en refugio de trampas y teporochos, Sergio comenta:
"Y al llegar el tren... los niños y niñas subían a los vagones a vender entre otras cosas, canastas con flores conocidas como "gardenias", de ahí toma su nombre Acaponeta como "la ciudad de las gardenias"... punto de llegada y paso de personajes ilustres como candidatos y presidentes de la república, héroes revolucionarios, cientos de miles de migrantes de sur a norte y de norte a sur... escena de historias jocosas de mi tío abuelo Adolfo Robles Murguía... almacén donde se recibieron a través del servicio de carga pianos alemanes, candiles de Swarovski, muebles venidos de Austria e Italia... rieles por donde corría el "autovía", tren ligero de donde se inspira la marcha "De Mazatlán a Acaponeta" al son de la tambora, que llevaba y traía gente del puerto con los "cashmeres" de la India, ultramarinos, vinos y licores, calzado español e italiano, ropa de New York vendida por catálogo por mi tío Carlos Sánchez Robles... también refugio ante los rayos del astro rey en las "idas" al estadio de beisbol y antiguo campo de futbol que después de jugar en las tardes o mañanas regresábamos a casa, no sin antes tomar un descanso acostados en las bancas "frescas" de concreto bajo la sombra del portal percibiendo aquel olor raro que tenía la estación, no sé, quizás una combinación extravagante entre excremento de "chinacate", orines de trampa o parroquiano y que se yo... viene a mi memoria el mostrador de madera con las ventanillas de atención al público de cristal tráslucido donde se compraban los boletos o se pagaba por el servicio de carga, el remolque de acero y madera tirado, -si mal no recuerdo- con un caballo viejo y cansado (como dice la canción de salsa)... un sinfín de historias de pasión, dolor, ilusión y alegría prooducto de la llegada o partida de algún ser querido... ACAPONETENSES, NO PERMITAMOS QUE SE ENTIERRE LA HISTORIA, ES LA ÚNICA QUE NOS PERMITIRÁ REENCAUZAR EL RUMBO DE NUESTRO PUEBLO... Les envío un fuerte abrazo y me sumo a cualquier acción al respecto..."

Le he comentado al buen Sergio, hoy redicado en Toluca, que en el año de 1929, mi abuelo Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos, a la sazón Director de El Eco de Nayarit, se enteró que una partida de soldados federales paraba en la estación acaponetense, en su ruta al Estado de Sonora, donde se habían levantado frente al gobierno, disconformes que hacían la guerra para poner en jaque al gobierno de Emilio Portes Gil, al cual la historia recuerda como uno de los mandatarios a las órdenes del Jefe Máximo Plutarco Elías Calles. Así pues Don Manuel, supongo que corrió hasta la estación del tren, se subió a uno de los vagones donde se entrevistó con Lázaro Cárdenas del Río, quien --y esto solo es una suposición mía-- iba al norte a sofocar la revuelta de José Gonzalo Escobar, un general obregonista, en marzo de 1929, en protesta porque Calles marginó a los militares de la sucesión presidencial posterior al asesinato de Álvaro Obregón. Esa azonada fue vencida en dos meses. Dos o tres preguntas pudo sacarle Sánchez Hidalgo a quien sería en 1934 el Presidente de México.
Así pues nuestra estación del ferrocarril, merece ser rescatada y rehabilitada para entregarse a la comunidad acaponetense y haga de ella un espacio de arte y cultura, como ya han hecho en otros lugares del país.

No hay comentarios: