01 febrero 2009

EN LA HISTORIA DEL ESTADIO MUNICIPAL


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

El proceso de construcción del edificio deportivo que llamamos Estadio Municipal de Acaponeta, no se hizo de la noche a la mañana, tuvieron que pasar años de gestiones, promociones y trabajos que hicieron un grupo de preocupados ciudadanos que viendo el interés de la ciudadanía por el “Rey de los Deportes” se dieron a la tarea –a veces ingrata—de levantar un lugar digno y adecuado para la práctica de la pelota. Por “herencia familiar” tengo en mi poder los “Ecos de Nayarit” que salieron de entre los años de 1928 y 1929, todos los que se publicaron en ese año, cosa que considero un tesoro histórico, ya que nos muestran quién o quiénes vivían aquí laborando en todos los ámbitos: el comercial, el agrícola, el político –incluso hay un proceso de elección municipal, que nos da cuenta de una fiera batalla por el poder, que en nada envidia a los pleitos de este siglo XXI--; en esas viejas ediciones podemos asomarnos al Acaponeta de hace 79 años, ni más ni menos; quiénes o cómo gobernaban, la sociedad de ese entonces, las visitas que llegaban al pueblo, como José Vasconcelos y un militar de nombre Lázaro Cárdenas, al cual logró entrevistar el Director del periódico en ese tiempo, Don Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos, quien da cuenta de las gestiones que hicieron activos y altruistas acaponetenses encabezados por Martín M. Sáizar, entonces colaborador y cronistas de deportes del semanario –en 1928, El Eco de Nayarit, salía solo los domingos---.
En esos incipientes años del siglo XX, los jóvenes practicaban el béisbol en terrenos propiedad del Sr. Guillermo Llanos, quien amablemente y de manera provisional prestó esos predios; sin embargo el Sr. Llanos, tuvo necesidad de vender el lote por lo que a los peloteros no les quedó más opción que buscar otros espacios. El 25 de noviembre de 1928, dice El Eco de Nayarit, que los señores Martín Sáizar, Román Domínguez y Fortunato García se dirigieron al Concejo Municipal y le solicitaron unos terrenos propiedad pública que se encontraban al sureste del rastro, para ejercer ahí la práctica deportiva, mismos que les fueron concedidos, dándose ellos inmediatamente a la tarea de comenzar los trabajos de acondicionamiento. Desconozco la ubicación exacta de ese lugar, pero no creo que estuviera muy lejos del actual estadio en terrenos aledaños a donde ahora está el Santuario de Guadalupe.
El 22 de diciembre del mismo año, en otra nota, Sánchez Hidalgo refiere que el Comité Deportivo que se formó con los arriba mencionados y con Martín Sáizar a la cabeza, se propusieron hacer la inauguración del improvisado estadio para el primer día de 1929, primitivo campo que recibió el nombre de “Emilio Carranza”. Así con gran ánimo por este nuevo espacio dedicado al béisbol, los jóvenes de aquella remota época, retaplanaron algunos bajos e instalaron más la buena de Dios, que con ingeniería certera, una gradería; pidieron el apoyo del Capitán Primero Orozco Reyes, Jefe del Sector Militar, así como a los elementos de la Escuela Federal del Cuartel Quinto para el trabajo pesado. Para el 30 de diciembre de aquel feneciente 1928, vuelve a informar El Eco de Nayarit sobre el buen estado del campo nuevo: “…debido a los buenos oficios de Martín Sáizar y Fortunato García, está quedando “ad hoc”…”
Ya en 1929, precisamente el 6 de enero, dicho campo se inauguró con un encuentro de béisbol entre los equipos “Spaulding” y “Anahuac”. Invitaron como madrinas del suceso deportivo a las guapas señoritas Carmen Quintero, María de Jesús Zamudio, Elidea Gibson y Pastora Núñez. Los organizadores tuvieron gran poder de convocatoria y sin duda el interés era general, cosa que hoy se ha perdido, ya que según la crónica asistieron más de mil personas, encabezando la ceremonia, otra vez los señores Sáizar, García y Domínguez, además de Marcos Villalvazo, Protacio Tiznado y Rafael Llanos. Al final el marcador del partido dio el triunfo al “Anahuac” con score de 6 carreras contra dos del “Spaulding”.
Este acontecimiento vino a darle un gran impulso al béisbol local y sobre todo un espacio de divertimiento y recreación a una comunidad en ocasiones aburrida del calor y la parsimonia propia de un pueblo provinciano, además de una casa a los equipos como los mencionados y al cual se unían los del “Excelsior”, “Universal”, “Estrella”, los representativos de San José, Sayulilla y otras comunidades y hasta uno llamado “Los Calaveras”. Incluso entre las damas se formaron dos novenas de la escuela de niñas “Leona Vicario”: el “México” y el “España”.
Ya para el mes de agosto de 1929 se conformó el Comité Local Pro Educación Física, que incrementó los trabajos de acondicionamiento del nuevo parque, aumentando la gradería y se completó el proyecto con una cancha de basketbol, otra de voleibol y una más de tenis, aunque hoy eso nos parezca increíble, todo con el apoyo de las autoridades municipales y militares de la época. Este comité, vale la pena recordarlo, se integró de la siguiente manera: Presidente, Román Domínguez; Secretario, Martín M. Sáizar; Vicepresidente, Rafael Vargas; Prosecretario, Francisco Tortolero; Tesorero, Patricio Casillas; Subtesorero, Agustín Tiznado y llevando como vocales a los señores Mario Aftimos, los hermanos Francisco y Arturo Mérida, Enrique Riva, Felipe Rodríguez, Alfonso Ramos, Felipe Mayorquín, Francisco García, Juan O´Connor, José Díaz Novoa, Juan J. Rodríguez, David H. Sierra e Hilario Rivera, todos ellos pioneros y forjadores de la edad de oro del deporte de las bases y los toletes en Acaponeta.
Entre los jugadores que debemos destacar de aquellos años y que hicieron se incrementara el gusto por el béisbol debemos contar a los siguientes: José Alcaraz, Wilfrido Osuna, Pedro Izarraráz, Alejandro Moreno, Ramón Ramírez, Ignacio García, Manuel Echeagaray y los propios Marcos Villalvazo, Juan J. Rodríguez, Felipe Mayorquín, Abraham Chávez, Juan Nepomuceno Echeagaray Gadea y Francisco Mérida. También es de justicia mencionar los nombres de peloteros de diferentes épocas como: Adolfo Luna Ramírez, Aurelio Espericueta, Enrique Cuellar López, Gilberto Tamble Valencia, Gonzalo Gómez, Eugenio Rodríguez Zabaleta, Simón Muñiz, Francisco Mayorquín, Guillermo Echeagaray, Miguel Fonseca, Manuel Manzanares, Fortunato García, Leandro Velázquez Quintero y Carlos Ramírez Sierra.
Como ya lo registra la historia ampliamente, fue en los años 40, cuando el Sr. Martín Sáizar gestionó ante el entonces Gobernador del Estado, Gilberto Flores Muñoz, la cesión del terreno y posterior construcción del actual Estadio Municipal.
Para rematar este pequeño intento de reseña histórica me gustaría transcribir algunos párrafos de un artículo que publicó el 25 de agosto de 1929, justamente en la edición de aniversario de El Eco de Nayarit, que en esa ocasión cumplía apenas 12 añitos, sin tener idea entonces su Director Manuel Sánchez Hidalgo, que el nombre de todos estos personajes y ciudadanos del municipio, serían mencionados casi 80 años más tarde, ya bien entrado el siglo XXI en una amplia red informativa mundial llamada internet. El artículo que menciono se intituló: “El Desarrollo Deportivo de Acaponeta” y lo firmó un señor Ramiro Diéguez, dice así con gran vehemencia:

“No tardará mucho tiempo sin que podamos considerar a Acaponeta como uno de los primeros centros deportivos de la República. Acaponeta es ya en la actualidad la ciudad más deportista de Nayarit. El entusiasmo que todas sus clases sociales manifiestan por la cultura física es intenso y adquiere tintes apasionados cuando se trata de nuestras clases media y trabajadora. Cada día que pasa la atracción por los deportes crece, los clubes deportivos se centuplican; la fiebre deportiva se va apoderando de todos. Como una epidemia invaden los planteles educativos, se introduce en los centros de viciosos; contagia a los campesinos, a los obreros y hasta a los niños “bien” que ayer sentían sobrecogerse los nervios al zumbar de una bola de béisbol, hoy se les ve en camiseta sport y visera empuñando una raqueta o un bate o bien corriendo hasta causarse vértigos en los campos de basket. Las autoridades que hace apenas dos años miraban de reojo y con desconfianza torva a los que hablaban de asuntos deportivos se han afiliado ya a esa corriente de vida que a todos arrastra. El municipio cedió un campo que estaba destinado a una alameda para lo que hoy se llama campo deportivo “Emilio Carranza”; y ha ayudado a los beisbolistas con sumas en metálico para gastos de pasajes en sus excursiones.
De los militares no tenemos ya ni que decir. Ellos ejercitan la equitación, juegan al polo, al basket, al béisbol. Y para ellos lo mismo es que llueva o truene porque en medio de los más torrenciales aguaceros, regresan encantados de sus prácticas.
La mujer de Acaponeta también se siente deportista, ya vimos a las niñas de la Escuela “Leona Vicario” formar sus dos novenas de béisbol y presentarnos regulares exhibiciones del viril deporte.
Y como si a los acaponetenses pareciese poco lo que en deporte ha hecho en su propio solaz, fueron a difundir el entusiasmo a otras poblaciones hermanas. Organizaron excursiones a Tepic, Santiago Ixcuintla, Tuxpan y Tecuala, acarreando trofeos de triunfo en todas partes. Los visitados correspondieron a su vez viniendo a nuestros campos y confirmaron la superioridad de los nuestros, que dedican gran parte de su tiempo a los entrenamientos. El “team” Acaponeta tiene en su poder la famosa copa de plata “General Evaristo Pérez”, que el jefe de las operaciones militares del mismo nombre ofreció a los beisbolistas de Nayarit, por el campeonato del Estado. Contendieron esa vez Tepic, Agricultura de Santiago y Acaponeta que venció a las dos primeras con facilidad. Fueron más tarde nuestros peloteros a Mazatlán, Sinaloa, pero la suerte les fue adversa y perdieron dos encuentros. Vino a jugar a Acaponeta la famosa novena Rosario, del mineral sinaloense del mismo nombre y sufrieron una derrota que por poco les hace regresar con su score en blanco: hicieron una carrera. Al pagar los nuestros la visita, los rosarenses se mostraron bárbaros y hostiles hasta obligar amotinados a sus visitantes a darles el juego para librarse de la trifurca que les amenazaba. Se hizo, no obstante esto, deporte en todas formas, sin desviar nosotros las rutas de la cultura ni de la decencia.
Toca ahora a las autoridades locales encausar el desbordante entusiasmo de nuestro pueblo deportista, dando facilidades para que siga desarrollándose la cultura física para que más tarde tengamos un pueblo sano y culto, digno de figurar en el catalogo de las poblaciones más adelantadas del planeta.”

En verdad enjundiosos y vehementes comentarios del Sr. Ramiro Diéguez, y sin duda que todavía el Estadio Municipal, tiene mucho que contar en el futuro, esperando que llegue un glorioso equipo como los mencionados o aquel campeón “Cachorros” que tantas satisfacciones dio al municipio y sus pobladores. Que el diamante, ahora iluminado, traiga beneficios y llene el graderío a un deporte que es el cultura y tradición de Acaponeta; que los promotores y patrocinadores se llenen los bolsillos de dinero y sea motivo de abrir empleos y regar recursos al pueblo que tiene en el béisbol el principal atractivo lúdico de las comunidades, algunas colonias y barrios. Que así sea.

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