Entre las cosas que notamos están mal y no se le ven visos de ser modificadas, son los malos discursos que la autoridad municipal ofrece a la ciudadanía. Ya sea en un acto cívico o en una asamblea con algunos actores políticos y sociales del municipio, los que gobiernan a Acaponeta no tienen discurso y su retórica es muy pobre y, lo más grave, sin sustancia.
Comenzando por el Dr. Saulo Lora Aguilar, que ha demostrado siempre un mensaje muy pobre y repetitivo. Tiene la costumbre de no llevar nada escrito intentando improvisar sin ningún sustento en que basar sus comunicados, logrando las más de las veces perderse en el intento y en los intrincados vericuetos de una palabra que no encuentra su estilo, orden o cordura. Hace poco, platicando con una persona que recién había sido recibida por el mandatario municipal para tratar un asunto de importancia ciudadana, me dijo que el Dr. Saulo había repetido, durante largo rato, el discurso que siempre lleva en mente y que no llega al corazón de una ciudadanía ávida de conocer el sentir de sus gobernantes, los proyectos, las políticas de desarrollo, las obras, la senda del progreso y ¿por qué no? hasta el termómetro políticos del municipio.
Los asesores presidenciales, esos que ganan miles cada quincena por no asesorar al médico, no han hecho sentir al alcalde acaponetense la necesidad de estructurar un buen discurso, simplemente, me da la impresión que lo mandan al ruedo, sin capote, ni muleta, con el resultado de desaciertos que no lo dejan bien parado. Con el pretexto mal entendido de que Saulo Lora no es político, se intentan dar “discursos ciudadanos” que no son ni lo uno, ni lo otro. Salta el gobernante de aquí a allá sin concierto, le da vuelta al tema y se pierde, casi siempre, entre las remembranzas que hace de su familia y sus días de estudiante de medicina. El tiempo de uso de la palabra también es motivo de abuso y el mensaje se diluye en cosas que no quiere escuchar el ciudadano que esperaba más del joven profesionista; que no le pase a Saulo lo que aquel orador que recibió la crítica mordaz sardónica del estupendo dramaturgo Moliere quien dijo señalando con índice de fuego a un eventual interlocutor: “Es un magnífico orador, conoce el arte de no decir nada en una gran arenga”.
El primer edil tiene una posición privilegiada cuando de comunicarse con el pueblo se trata; los reflectores se dirigen a él al igual que todas las miradas, sin embargo esto no ha sido aprovechado por el alcalde de Acaponeta, que ha preferido cambiar su prédica al sector dizque ciudadano, alejando de sí la idea de hacer disertaciones políticas, que es el fin del servicio a la comunidad; tal vez teme Lora Aguilar que la gente confunda la oratoria con la política, lo cual son cosas muy diferentes, pero esa será finalmente responsabilidad de quien escucha. Un buen orador debe conocer el poder de sus palabras y atisbar de reojo la reacción que causa en la gente y el efecto posterior que puede dejar. En ocasiones lo que se dice consciente o inconscientemente, trasciende de tal forma que hasta la historia se modifica. Sin embargo el Presidente Municipal en sus cinco meses de gobierno no ha dicho nada en sus discursos que como en el himno nacional, haya hecho retemblar en sus centros a la tierra. Por el contrario, han pasado con más pena que gloria.
Sus colaboradores están peor, las pocas, poquísimas veces en que algún funcionario ha hecho uso de la palabra en algún acto cívico, todo ha quedado en simplemente cumplir, desaprovechando la oportunidad de lanzar mensajes a la ciudadanía que deje algún efecto visible, que mueva a la reflexión o que provoque opinión. El ejemplo más claro y más reciente es el discurso oficial que escupió el Ing. Héctor Rodríguez Medina, titular de la coordinación de eventos cívicos del ayuntamiento que en el festejo del Día de la Bandera; lanzó un mensaje tan precario que se convirtió en el tirano de la brevedad al grado que la condensación del lenguaje hizo más corto el tiempo en que ocurría su decir y el momento en que nos enteramos de su final. A pesar de ello, lo sumario de su decir, no tuvo comparación con la sustancia del mensaje, simplemente desaprovechó la oportunidad de elevar a los ojos de los muchos que escuchábamos el gobierno para el cual trabaja –ya que ante tanta agresión, rumores y circunstancias políticamente adversas que se le han presentado a Saulo, es necesaria una reacción retórica (por lo menos) que disminuya la “madrina” que le han ido acomodando al primer edil, desde entró a la presidencia--; Héctor se limitó a hablar de los colores de la bandera, la mención de los héroes patrios, una embarrada de unidad que se quedó en eso, una simple y llana embarrada, y estrecheces de esas, optando por hacer de lado una buena embajada política.
Que en los actos cívicos usen la tribuna buenos oradores con bien estructurados discursos, que dependiendo el tema y la fecha, dejen con buen sabor de boca al que escucha, amén de dejar bien parado a un gobierno que al parecer sigue aprendiendo. No estoy diciendo que se copien los modelos antiguos de una oratoria anacrónica e inservible; lo que digo es que hay que evolucionar y aprovechar la expresión oral para también construir; no solo con ladrillos y cemento se edifica un gobierno, está la palabra y la actitud con que se le entre al toro.
Ha llegado la hora de aprovechar esos momentos construyendo redacciones que algo dejen para la historia. Ya basta de repetir que no se es político o bien que comiencen a revisar, asesores, funcionarios y cuerpo del cabildo el verdadero significado de la palabra política. Qué recuerden lo que dijo Aristóteles: “La ciudad (polis) es una de las cosas que existen por naturaleza; y el hombre es, por naturaleza, un animal político”. Así lo deben entender.
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