UNA DE NUESTRAS MÁS FIELES SEGUIDORAS ES LA AMIGA BLANCA LEÓN MAYORQUÍN, QUIEN AHORA NOS RECOMIENDA LA PUBLICACIÓN DE UNA INTERESANTE CONVERSACIÓN CON LA ACADÉMICA Y PERIODISTA DENISE DRESSER (AL PARECER PUBLICADO EN "EMEEQUIS").
Antes de trasladarse a la biblioteca para la sesión fotográfica, Denise Dresser responde, en su cubículo del Departamento de Ciencia Política del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), a las preguntas que le permiten hilar una larga reflexión sobre cómo se vive en la ilegalidad en México, y si es posible vivir en la legalidad: Siempre he dicho que trato de vivir y actuar como buena ciudadana en un país con todo en contra.
Obedecer la ley en México es una tarea de Sísifo: empujar la piedra hacia arriba sin jamás llegar a la punta, porque todos los incentivos están alineados para que sea mejor para ti no obedecer la ley que obedecerla. Cuando a las 11 de la noche me paro en los altos porque es mi obligación hacerlo y los de atrás me empiezan a tocar el claxon y yo insisto en quedarme ahí, para evitar un accidente, para asumir mi compromiso con la comunidad, es un ejemplo revelador de un problema serio de acción colectiva: muchos de los ciudadanos de este país piensan que es mejor para su vida cotidiana saltarse, brincarse la ley, porque así lo hacen los políticos.Soy de las que se paran en la fila para hacer los trámites que necesita y de las que paga puntualmente sus impuestos. Mi esposo canadiense sale a correr por las mañanas con una bolsa y va recogiendo la basura que se encuentra en la calle, porque él viene de un país donde le enseñaron que los espacios públicos son de todos y se enfrenta a la gente que pasa en los camiones y desde ahí le tira basura...Son ejemplos claros de lo que es ser buenos ciudadanos con todo en contra, porque se ha construido en este país un andamiaje extralegal de favores, colusión, peticiones, mordidas, contratos ilegales... ¡Parecería que respetar la ley en este país lleva a puros castigos, a que otros ciudadanos se burlen de ti, a que seas considerado un tonto! Si pagas impuestos, te cuestionan: "¿Por qué pagas impuestos si no hay una correlación directa y po sitiva entre el pago de impuestos y los servicios públicos que recibimos?".
Hay una serie de razones, que vienen desde la Colonia, que explican esto: leyes injustas que se instituyeron para promover y proteger los intereses de élites acaudaladas, atrincheradas, que buscaban mantener a los de afuera —a los provincianos, a la competencia, alas mujeres durante un buen tiempo— afuera y, al generarse leyes injustas, pues se empezó a generar una cultura de evasión o infracción de la ley por motivos que los ciudadanos comenzaron a considerar absolutamente legítimos.
¿Qué incentivo tienen los ciudadanos para pagar impuestos cuando ven, por ejemplo, que Raúl Salinas - el hermano del ex presidente Carlos tenía 500 millones de dólares en Suiza o que las mansiones de Arturo Montiel fueron expuestas y ahí siguen? ¿O cuando ven que el dinero de nuestros impuestos se va en comprar publicidad en los medios o en mantener los lujos de quienes deberían ser nuestros representantes públicos? Entonces, los ciudadanos que no obedecen la ley —¡y qué terrible reconocerlo!— están actuando de manera racional. Yo, al obedecer la ley estoy actuando de manera ética, por imperativos morales, porque pienso que si todos lo hicieran así el país sería distinto; pero quienes no obedecen la ley están siendo absolutamente racionales: evalúan el costo-beneficio y ven que el beneficio de no cumplirla es mayor que el de cumplirla.
Y eso no hace más que revelar que las leyes están mal, que su aplicación es discrecional, que existen varios niveles de legalidad en este país: la ley para los poderosos, la ley para los influyentes, la ley para los desposeídos, la ley para quienes no tienen influencia, la ley para quienes la puedan comprar.
Denise Dresser apoya sus argumentos en una serie de ejemplos contundentes. La ilegalidad es una forma de vida para muchos mexicanos porque en este país la justicia no es ciega, como supuestamente tendría que serlo.Aunque tiene los ojos vendados, esa justicia se descubre un ojito para ver si el culpable de tomar el cerro del Chiquihuite es Ricardo Salinas Pliego, y como es amigo del Presidente, no hay castigo. Si Carlos Slim no cumple con los términos de la concesión original derivada de la compra de Teléfonos de México, la justicia cierra los ojos; y con Mario Marín no hay mejor ejemplo de un gobernador que evidentemente viola la separación de poderes, en complicidad con un empresario que le pide que use a la policía estatal para capturar a una periodista (Lydia Cacho) y trasladarla durante 23 horas a lo largo de varios estados sin el proceso debido.
Todo el país escuchó una conversación grabada en donde hay evidencia de esa complicidad y el gobernador sigue ahí. La Suprema Corte de Justicia de la Nación se abstuvo de un pronunciamiento fuerte, dándose un autogol del cual va a tardar años en recuperarse.
En México ni siquiera hay sanción moral: alguien viola la ley del mercado de valores como lo hace reiteradamente Ricardo Salinas Pliego, pero se casa su hija y toda la élite política y la clase empresarial acuden a celebrarlo, y a él lo invitan a dar lecciones sobre cómo ser un gran empresario y cómo construir empresas en este país.
No se le ve como un delincuente ni acaba en la cárcel, como sí sucedió, por ejemplo, en Estados Unidos con Martha Stewart -fundadora de un imperio de cocina, modas y consejos domésticos— por un conflicto de interés y por mentirle a autoridades federales sobre las acciones que tenía en la bolsa.Como decía, también los políticos han violado la ley: sabemos que existe una grabación, diseminada por toda la República, en la que Kamel Nacif, protector de pederastas, le pide a Emilio Gamboa el favor de frenar una ley; es decir, existe una evidencia monstruosa de la complicidad entre la dase política y la clase empresarial y Emilio Gamboa ¡es el coordinador parlamentario de los diputados del PRI en la Cámara de Diputados! Y Manlio Fabio Beltrones, con una leyenda negra que se cierne sobre su nombre —esas notas que sacó The New York Times vinculándolo con el narcotráfico—, ¡es el coordinador parlamentario del PRI en el Senado de la República! En la medida en que se perpetúa la impunidad y la clase política permite que esto sea así, pues generan patrones de comportamiento que los ciudadanos absorben, intuyen, comprenden como absolutamente normales.¿Qué tipo de lección nos están dando quienes gobiernan y qué tipo de eficacia institucional estamos presenciando? Ante muestras reiteradas de que no hay castigo para estos delitos, de que el que no transa no avanza, de que más vale tener un amigo, un contacto, alguien influyente que te ayude a brincarte la ley, pues los mexicanos se han acostumbrado a vivir así.Eso es lamentable, porque generamos un país donde todo mundo hace lo que se le da la gana: el que se estaciona en doble fila, el que se pasa el alto, el que no paga impuestos, el que paga una mordida, da un soborno, el pirata... costumbres reiteradas de un país donde la anormalidad se ha vuelto totalmente normal.Y ¿cómo romper este círculo vicioso?, cuestionamos a la politóloga.Oigo con demasiada frecuencia: "Es que así somos los mexicanos, es un problema cultural, así nacimos, es parte de nuestro ADN, no somos una raza cósmica, sino una raza corrupta". Y siempre digo que si eso fuera cierto, 90 por ciento de los mexicanos que viven en Estados Unidos estarían encarcelados debido a los hábitos criminales que importan consigo.
Pero resulta que cuando esos mismos mexicanos cruzan la frontera, se vuelven ciudadanos respetuosos de la ley: no le pegan a su mujer porque llegaría la policía y los apresaría, envían a sus hijos a la escuela en vez de enviarlos a pedir limosna, pagan impuestos, siguen los ordenamientos viales y no cometen excesos de velocidad porque les cancelarían la licencia y en Estados Unidos quien no tiene licencia es nadie, no tiene derechos.
Obedecer la ley en México es una tarea de Sísifo: empujar la piedra hacia arriba sin jamás llegar a la punta, porque todos los incentivos están alineados para que sea mejor para ti no obedecer la ley que obedecerla. Cuando a las 11 de la noche me paro en los altos porque es mi obligación hacerlo y los de atrás me empiezan a tocar el claxon y yo insisto en quedarme ahí, para evitar un accidente, para asumir mi compromiso con la comunidad, es un ejemplo revelador de un problema serio de acción colectiva: muchos de los ciudadanos de este país piensan que es mejor para su vida cotidiana saltarse, brincarse la ley, porque así lo hacen los políticos.Soy de las que se paran en la fila para hacer los trámites que necesita y de las que paga puntualmente sus impuestos. Mi esposo canadiense sale a correr por las mañanas con una bolsa y va recogiendo la basura que se encuentra en la calle, porque él viene de un país donde le enseñaron que los espacios públicos son de todos y se enfrenta a la gente que pasa en los camiones y desde ahí le tira basura...Son ejemplos claros de lo que es ser buenos ciudadanos con todo en contra, porque se ha construido en este país un andamiaje extralegal de favores, colusión, peticiones, mordidas, contratos ilegales... ¡Parecería que respetar la ley en este país lleva a puros castigos, a que otros ciudadanos se burlen de ti, a que seas considerado un tonto! Si pagas impuestos, te cuestionan: "¿Por qué pagas impuestos si no hay una correlación directa y po sitiva entre el pago de impuestos y los servicios públicos que recibimos?".
Hay una serie de razones, que vienen desde la Colonia, que explican esto: leyes injustas que se instituyeron para promover y proteger los intereses de élites acaudaladas, atrincheradas, que buscaban mantener a los de afuera —a los provincianos, a la competencia, alas mujeres durante un buen tiempo— afuera y, al generarse leyes injustas, pues se empezó a generar una cultura de evasión o infracción de la ley por motivos que los ciudadanos comenzaron a considerar absolutamente legítimos.
¿Qué incentivo tienen los ciudadanos para pagar impuestos cuando ven, por ejemplo, que Raúl Salinas - el hermano del ex presidente Carlos tenía 500 millones de dólares en Suiza o que las mansiones de Arturo Montiel fueron expuestas y ahí siguen? ¿O cuando ven que el dinero de nuestros impuestos se va en comprar publicidad en los medios o en mantener los lujos de quienes deberían ser nuestros representantes públicos? Entonces, los ciudadanos que no obedecen la ley —¡y qué terrible reconocerlo!— están actuando de manera racional. Yo, al obedecer la ley estoy actuando de manera ética, por imperativos morales, porque pienso que si todos lo hicieran así el país sería distinto; pero quienes no obedecen la ley están siendo absolutamente racionales: evalúan el costo-beneficio y ven que el beneficio de no cumplirla es mayor que el de cumplirla.
Y eso no hace más que revelar que las leyes están mal, que su aplicación es discrecional, que existen varios niveles de legalidad en este país: la ley para los poderosos, la ley para los influyentes, la ley para los desposeídos, la ley para quienes no tienen influencia, la ley para quienes la puedan comprar.
Denise Dresser apoya sus argumentos en una serie de ejemplos contundentes. La ilegalidad es una forma de vida para muchos mexicanos porque en este país la justicia no es ciega, como supuestamente tendría que serlo.Aunque tiene los ojos vendados, esa justicia se descubre un ojito para ver si el culpable de tomar el cerro del Chiquihuite es Ricardo Salinas Pliego, y como es amigo del Presidente, no hay castigo. Si Carlos Slim no cumple con los términos de la concesión original derivada de la compra de Teléfonos de México, la justicia cierra los ojos; y con Mario Marín no hay mejor ejemplo de un gobernador que evidentemente viola la separación de poderes, en complicidad con un empresario que le pide que use a la policía estatal para capturar a una periodista (Lydia Cacho) y trasladarla durante 23 horas a lo largo de varios estados sin el proceso debido.
Todo el país escuchó una conversación grabada en donde hay evidencia de esa complicidad y el gobernador sigue ahí. La Suprema Corte de Justicia de la Nación se abstuvo de un pronunciamiento fuerte, dándose un autogol del cual va a tardar años en recuperarse.
En México ni siquiera hay sanción moral: alguien viola la ley del mercado de valores como lo hace reiteradamente Ricardo Salinas Pliego, pero se casa su hija y toda la élite política y la clase empresarial acuden a celebrarlo, y a él lo invitan a dar lecciones sobre cómo ser un gran empresario y cómo construir empresas en este país.
No se le ve como un delincuente ni acaba en la cárcel, como sí sucedió, por ejemplo, en Estados Unidos con Martha Stewart -fundadora de un imperio de cocina, modas y consejos domésticos— por un conflicto de interés y por mentirle a autoridades federales sobre las acciones que tenía en la bolsa.Como decía, también los políticos han violado la ley: sabemos que existe una grabación, diseminada por toda la República, en la que Kamel Nacif, protector de pederastas, le pide a Emilio Gamboa el favor de frenar una ley; es decir, existe una evidencia monstruosa de la complicidad entre la dase política y la clase empresarial y Emilio Gamboa ¡es el coordinador parlamentario de los diputados del PRI en la Cámara de Diputados! Y Manlio Fabio Beltrones, con una leyenda negra que se cierne sobre su nombre —esas notas que sacó The New York Times vinculándolo con el narcotráfico—, ¡es el coordinador parlamentario del PRI en el Senado de la República! En la medida en que se perpetúa la impunidad y la clase política permite que esto sea así, pues generan patrones de comportamiento que los ciudadanos absorben, intuyen, comprenden como absolutamente normales.¿Qué tipo de lección nos están dando quienes gobiernan y qué tipo de eficacia institucional estamos presenciando? Ante muestras reiteradas de que no hay castigo para estos delitos, de que el que no transa no avanza, de que más vale tener un amigo, un contacto, alguien influyente que te ayude a brincarte la ley, pues los mexicanos se han acostumbrado a vivir así.Eso es lamentable, porque generamos un país donde todo mundo hace lo que se le da la gana: el que se estaciona en doble fila, el que se pasa el alto, el que no paga impuestos, el que paga una mordida, da un soborno, el pirata... costumbres reiteradas de un país donde la anormalidad se ha vuelto totalmente normal.Y ¿cómo romper este círculo vicioso?, cuestionamos a la politóloga.Oigo con demasiada frecuencia: "Es que así somos los mexicanos, es un problema cultural, así nacimos, es parte de nuestro ADN, no somos una raza cósmica, sino una raza corrupta". Y siempre digo que si eso fuera cierto, 90 por ciento de los mexicanos que viven en Estados Unidos estarían encarcelados debido a los hábitos criminales que importan consigo.
Pero resulta que cuando esos mismos mexicanos cruzan la frontera, se vuelven ciudadanos respetuosos de la ley: no le pegan a su mujer porque llegaría la policía y los apresaría, envían a sus hijos a la escuela en vez de enviarlos a pedir limosna, pagan impuestos, siguen los ordenamientos viales y no cometen excesos de velocidad porque les cancelarían la licencia y en Estados Unidos quien no tiene licencia es nadie, no tiene derechos.
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