06 agosto 2009

DOMINGO DE RESURRECCIÓN (cuento)


CUENTO DEL NOVEL ESCRITOR ALEJO CORTÁZAR


Imagínate que una mañana, después de haber navegado en la cerveza el día anterior, te quieres levantar y sientes que no puedes, tratas inútilmente de levantarte y miras hacia tus pies pero no los ves, entonces te das cuenta de que tus pies se han ido hacia la parte final de tu cuerpo, no te puedes parar y permaneces todo el día acostado y para desplazarte mueves tu pies de izquierda a derecha y lo haces con tal naturalidad que pareciera que nunca has sido bípedo y en menos de dos minutos te acostumbras a desplazarte de esa forma. Tienes un dolor de cabeza muy agudo que se te ocurre ir a tomar un par de pastillas de ácido acetilsalicílico, te avalanzas vertiginosamente hacia la alacena y quieres tomar la caja entre tus manos, cuando sorprendido miras que no tienes manos y que en vez de ellas tienes un par de aletas que sólo puedes moverlas hacia atrás y hacia adelante y que por tal motivo ya no puedes asir nada, pues tus dedos desaparecieron quién sabe cuándo y porqué. Continúas tu día, sin pies y sin manos, recuerdas que te tienes que ir al trabajo y así de pronto, acudes al baño y de nueva cuenta te sorprendes al sentirte que estas húmedo, reflexionas, piensas qué te pasa y te avalanzas hacia el espejo; apenas y alcanzas a ver tus globos oculares por que los tienes a los lados y no en frente, observas que no tienes pelo y en vez de ello tienes escamas, escamas que cubren tu cuerpo blando, alcanzas a percibir un par de aletas dorsales y aletas ventrales, al parecer una torteadora aplanó tu cuerpo, te sientes más veloz, sales a dar un paseo y actuas con tal naturalidad que hasta se te olvido que habías dejado de respirar. Sales de tu madriguera: un arbusto de coral que te refugia de cazadores. Tienes hambre, ávidamente buscas un camarón y como si no fuera la primera vez lo ingieres ipso facto. El agua esta helada y buscas la tibieza así que nadas hacía la parte superior, ves que hacia ti se dirige un tiburón quieres saludarlo, pero el va con otras intenciones, cuando estas a punto de emitir una palabra el abre su gran boca y en un sarpazo de violencia y de furia ejecuta la acción de comerte, cuando en el mismo acto tu retrocedes, bajas a lo helado del agua y te escondes entre unas piedras que había por el lugar; sientes entonces que unos tentáculos te tocan por la cola, volteas y ves a un gran pulpo, tu sales bruscamente de ahí, despavorido, no quieres acabar en los tentaculos de un pulpo rojo y amargado; te diriges de nuevo con cautela hacia la superficie, hacia lo cálido; escuchas un ruido y ves como una gran luna de tela de poliuretano te abraza, alcanza a abrazar al tiburón y al pulpo junto con otros peces que como tu huían de los mismos; te das cuenta que los brazos de la luna se van acercando más y más hasta el punto de que tu cuerpo acaricia a los demás, entonces sientes que te elevan y sientes caliente y más caliente tus escamas, quieres aspirar agua, pero no puedes, tienes branqueas no pulmones, sales a la superficie, los rayos del sol te queman, te asfixias, mueres lentamente junto con los otros peces, moluscos y crustáceos, buscas desesperadamente regresar al agua, te mueves incansablemente, cuando los demás ya se encuentran resignados, pero tu dices: soy joven, no puedo morir ahora, quiero tener hijos, una familia, un hogar, te mueves hasta que tu resbaloso cuerpo cae al seco sobre un lecho de tierra, tratan de agarrarte, apenas y te acuerdas que es un humano el que te trata de tomarte entre sus brazos, ves el agua, dices: no esta muy lejos tengo que entrar, me estoy secando; así entre brincos, tu cuerpo enlodado y tus ojos llenos de tierra, llorosos, logras alcanzar el agua, otro brinco más y llegó, asustado tu, cuando el pescador dejó de perseguirte. Entonces piensas soy libre al fin, salve mi vida, y el pescador concluye uno menos, para la otra vengo por ti; y cuando a tu cuerpo lo inunda el agua inmediatamente desapareces de la escena; despiertas mojado, enlodado y con heridas en tus brazos, por que el agua de la lluvia había humedecido tu cuerpo y los rosales que tienes plantados en tu jardín involuntariamente estuvieron arañando tus brazos.Tu dolor de cabeza aún persiste, te levantas mareado y tu consciencia dicta que quizá no irás de pesca en mucho tiempo.
Alejo

http://www.terralittera.blogspot.com/

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