En Acaponeta las cosas --toda proporción guardada-- las cosas pudieran ser igual, pero hay varias condiciones que no se cumplen: primero, la falta de voluntad municipal. Muchos de los directores de obras y servicios públicos del ayuntamiento, por desidia, ignorancia o simplemente mala actitud y voluntad, han menospreciado el rico patrimonio que aún existe y han otorgado permisos a diestra y siniestra en pro de la destrucción o modificación sin asesoría; o bien no han sabido aplicar los reglamentos municipales e incluso las leyes federales sobre centros y monumentos históricos. El colmo de lo anterior, fue la destrucción de la plaza principal, sin la autorización y el conocimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En segundo lugar, el propio INAH, no ha sabido llegar al corazón de los propietarios de monumentos históricos, o a los vecinos del centro, pues gusta de aplicar sanciones e imponer normas, pero no ofrecen créditos baratos, verdaderas asesorías, elaboración de proyectos de rescate y protección o el acceso a programas de mejora de los inmuebles catalogados. Otro punto negativo, es la propia sociedad acaponetense, que no ha alcanzado a ver el alcance que tiene un centro histórico bien cuidado y atractivo, que se convierte en un imán para el turismo y la elevación de la calidad de vida.
En el trienio pasado, por unas cuantas semanas, quedó como presidente municipal interino, el Sr. Martín Aguilar Rodríguez, quien recibió la visita del Gobernador Ney González Sánchez, el cual ofreció un programa de mejoramiento de fachadas en el centro histórico, pero nadie le tomó la palabra; aunque no es la solución, acciones como esa ofrecerían un cambio radical a la imagen hoy deplorable de nuestro centro histórico. Por eso da envidia de la buena ir a Tepic y ver la imagen que ahora tiene.
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