ESTE ARTÍCULO APARECIÓ POR PRIMERA VEZ PUBLICADO HACE UNOS MESES EN LAS PÁGINAS DE EL ECO DE NAYARIT, POR FORTUNA PARECE QUE GUSTÓ Y A ALGUNOS LES QUEDÓ EL SACO, ME HAN PEDIDO LO VUELVA A PUBLICAR Y CON MUCHO GUSTO AQUÍ LO MUESTRO DE NUEVA CUENTA.
Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Acabo de ver por televisión un comercial en el que interactúan dos generaciones; aparece manejando un auto cualquier adolescente, acompañado por su padre, que, sin mucho tacto va conminando a su hijo, por decirlo de un modo que no suene ofensivo, pero en realidad va jodiendo al muchacho, para que vaya más tranquilo, despacio y atendiendo a los semáforos, ante la desesperación del joven, que de reojo ve con franco desprecio a su progenitor, cada vez que este le llama la atención. Esto ha sido toda la vida y a cualquier persona de la edad qué sea le ha sucedido, el choque de dos generaciones que ven la vida de un modo diferente. En mi tiempo se le llamó brecha generacional. Finalmente el comercial termina con el joven expulsando de fea forma a su papá del auto y subiendo a dos nenorras en lugar de a su familiar. Esto no es más que el reflejo de lo que pasa en la sociedad hoy en día, el nulo o muy poco respeto que los chavos de hoy sienten por sus padres y en general por toda la autoridad, llámese esta policía, muy despreciada por todo el mundo de cualquier edad(en muchas ocasiones por motivos verdaderos), maestros, abuelos, etc..
De manera coincidente recibo en mi correo electrónico personal un mensaje que mucho me gustó y que quisiera compartir con el amable lector, pues tiene mucho de real, aunque nos cueste aceptarlo totalmente. Dice así en letras color rojo, lo demás son comentarios al calce de su servidor que irán en negro:
“Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia. Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca existieron."
En este afán por querer formar hijos mejores, algo ha sucedido con la educación, que vemos chavalos rebeldes, groseros con el papá y la mamá, apáticos, francamente ofensivos con los adultos mayores, en nuestros tiempos intocables. Hay incluso agresiones a maestros y no faltan en casos extremos de muchachos que le pegan a sus propios progenitores.
"Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos. Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos. Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten."
Ahora los jóvenes determinan la hora en que deben llegar y en realidad les importa un pito si nos gusta o no, por tan solo poner ese ejemplo. Visten a su gusto, por general muy poco estético, oyen música a niveles intolerables y les vale quién esté a su lado. Predomina en todos los casos el mal gusto.
"En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal. En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten."
El respeto era básico en nuestra vida diaria, incluso la juventud del ayer, le hablaba de “usted” a sus mayores, hoy cualquier muchacho que lo acaba de conocer a uno, le suelta un “quiúbole, como estás” y si se descuida le dicen “güey”.
"Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin."
Hoy no hay chico que no traiga celular en la mano y esté pegado por medio de un hilo umbilical al ipod, ambas cosas que nosotros pagamos normalmente, incluyendo el saldo a favor del celular, con la intención ingrata por cierto de saber a ciencia cierta dónde andan los condenados, aunque las más de las veces, la llamada y nuestras buenas intenciones son mandadas “al buzón”.
"Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus retoños y parecerles "muy cool" a sus hijos."
En el futuro, no me queda duda, seremos nosotros los que les pidamos permiso a los hijos para salir o hacer tal cosa; les daremos un reporte mensual de nuestra eficacia en el trabajo; ellos aceptarán o rechazarán a nuestras amistades según su conveniencia, todo con la diferencia de que seremos eternamente los que aporten el dinero para sus gastos.
"Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga. Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad. Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino. ¿Como la ves? ¿Te quedó el saco?”
Termina preguntando esta presentación que me llegó por internet y sin duda es muy ilustrativa, pues hay que echarle un ojo a los chamacos de este increíble siglo XXI, que cada día que pasa nos deja más mudos y en ocasiones inermes ante la actitud de los hijos y nietos.
Yo me he conformado y tomo como mía la frase que dice que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Habrá que esperar a que sanen, lo de hoy son solamente curitas.
Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Acabo de ver por televisión un comercial en el que interactúan dos generaciones; aparece manejando un auto cualquier adolescente, acompañado por su padre, que, sin mucho tacto va conminando a su hijo, por decirlo de un modo que no suene ofensivo, pero en realidad va jodiendo al muchacho, para que vaya más tranquilo, despacio y atendiendo a los semáforos, ante la desesperación del joven, que de reojo ve con franco desprecio a su progenitor, cada vez que este le llama la atención. Esto ha sido toda la vida y a cualquier persona de la edad qué sea le ha sucedido, el choque de dos generaciones que ven la vida de un modo diferente. En mi tiempo se le llamó brecha generacional. Finalmente el comercial termina con el joven expulsando de fea forma a su papá del auto y subiendo a dos nenorras en lugar de a su familiar. Esto no es más que el reflejo de lo que pasa en la sociedad hoy en día, el nulo o muy poco respeto que los chavos de hoy sienten por sus padres y en general por toda la autoridad, llámese esta policía, muy despreciada por todo el mundo de cualquier edad(en muchas ocasiones por motivos verdaderos), maestros, abuelos, etc..
De manera coincidente recibo en mi correo electrónico personal un mensaje que mucho me gustó y que quisiera compartir con el amable lector, pues tiene mucho de real, aunque nos cueste aceptarlo totalmente. Dice así en letras color rojo, lo demás son comentarios al calce de su servidor que irán en negro:
“Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores. Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia. Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca existieron."
En este afán por querer formar hijos mejores, algo ha sucedido con la educación, que vemos chavalos rebeldes, groseros con el papá y la mamá, apáticos, francamente ofensivos con los adultos mayores, en nuestros tiempos intocables. Hay incluso agresiones a maestros y no faltan en casos extremos de muchachos que le pegan a sus propios progenitores.
"Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos. Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos. Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten."
Ahora los jóvenes determinan la hora en que deben llegar y en realidad les importa un pito si nos gusta o no, por tan solo poner ese ejemplo. Visten a su gusto, por general muy poco estético, oyen música a niveles intolerables y les vale quién esté a su lado. Predomina en todos los casos el mal gusto.
"En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal. En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres. Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten."
El respeto era básico en nuestra vida diaria, incluso la juventud del ayer, le hablaba de “usted” a sus mayores, hoy cualquier muchacho que lo acaba de conocer a uno, le suelta un “quiúbole, como estás” y si se descuida le dicen “güey”.
"Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin."
Hoy no hay chico que no traiga celular en la mano y esté pegado por medio de un hilo umbilical al ipod, ambas cosas que nosotros pagamos normalmente, incluyendo el saldo a favor del celular, con la intención ingrata por cierto de saber a ciencia cierta dónde andan los condenados, aunque las más de las veces, la llamada y nuestras buenas intenciones son mandadas “al buzón”.
"Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado. Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus retoños y parecerles "muy cool" a sus hijos."
En el futuro, no me queda duda, seremos nosotros los que les pidamos permiso a los hijos para salir o hacer tal cosa; les daremos un reporte mensual de nuestra eficacia en el trabajo; ellos aceptarán o rechazarán a nuestras amistades según su conveniencia, todo con la diferencia de que seremos eternamente los que aporten el dinero para sus gastos.
"Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos. Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga. Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad. Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino. ¿Como la ves? ¿Te quedó el saco?”
Termina preguntando esta presentación que me llegó por internet y sin duda es muy ilustrativa, pues hay que echarle un ojo a los chamacos de este increíble siglo XXI, que cada día que pasa nos deja más mudos y en ocasiones inermes ante la actitud de los hijos y nietos.
Yo me he conformado y tomo como mía la frase que dice que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Habrá que esperar a que sanen, lo de hoy son solamente curitas.
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