01 enero 2009

FIN DE AÑO EN MI BARRIO




Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo




Vamos subiendo la cuesta
que arriba mi calle
se vistió de fiesta.

-Joan Manuel Serrat





El concepto de barrio en Acaponeta, va mucho más allá de la noción “del buen vecino” o del conglomerado social que rodea el hogar de cada habitante de una determinada calle o colonia. El concepto de barrio se amplía y se convierte en tratado cultural cuando cada uno de sus integrantes, con su propia ideología, estatus social, creencia religiosa, problemática existencial y posición económica obtiene significados del lugar en que habita o incluso en el área en que nació. Aparecen como hongos barrios como el “De la CH”, “El Charco Verde”, “El Mocoyoyo”, “El Ganadero”, “La Vuelta del Cu…”, “Las Colonias” y los ya tradicionales del Terrón Blanco, El Cerro de la Cruz, El Cerro de la Glorieta, Mazatlancito, El Centenario, etc.
Su servidor pertenece al barrio del centro y desde hace apenas unos pocos meses soy vecino de la calle Querétaro, donde la gente se organizó para recibir –como se merece—al nuevo año 2009. Todos se cooperaron y acordaron festejar esa noche, tal como hacen lo mismo en París, Tokio o el Times Square de Nueva York, faltaba más. Y como somos nuevos en el barrio, no nos íbamos a quedar atrás y nos apuntamos, pues que caray.
Gloria a Dios en las alturas,
recogieron las basuras
de mi calle, ayer a oscuras
y hoy sembrada de bombillas.
Y colgaron de un cordel
de esquina a esquina un cartel
y banderas de papel
verdes, rojas y amarillas.
Efectivamente como en el poema/canción de Joan Manuel Serrat “La Fiesta”, recogimos las basuras de la calle, regamos –o regaron los más activos—el empedrado para aplacar al polvo, colgaron globos de colores y llenaron de bombillos de luz la calle para matar la oscuridad, la cual cerramos pésele a quién la pese, pues el deporte municipal de Acaponeta, es clausurar calles, para hacer fiestas, honrar difuntos, celebrar posadas o simplemente para emborracharnos. Tendimos mesas en el empedrado, invadimos banquetas con braseros, sillas, alegrías y sinsabores y todo para saludar el recién nacido, el tan deplorado, satanizado y deshonrado 2009, ese que al parecer nos trae, por obra y gracia de Georgie War Bush y sus compinches de Wall Street, a los jinetes del Apocalipsis y los malditos recuerdos de la crisis sexenales de negra memoria entre los hijos del nopal y la tuna.
Y al darles el sol la espalda
revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas
para que el cielo no vea,
Todos, los vecinos, los que no lo son, los agregados de otro barrio –como si aquello fuera una familia extendida, que dicen los sociólogos--; los familiares llegados de fuera y los de dentro; aún los infaltables gorrones que dice Chava Flores en su inmortal tratado: “se cuelan cuatro, cinco, seis o siete o diez o todo un regimiento, y se dedican las botella a vaciar en menos que lo cuento”, todos, digo: llegamos bien vestidos, perfumados, bañaditos, estilando las greñas, buscando ese toque “popoff” que nos distinga de quién haya que distinguirse –“al cabos”, como dicen aquí, para eso es el aguinaldo, que por cierto ya voló a estas alturas del año, para andar como figurín de escaparate: “Totalmente Palacio”, pues.
En la noche de San Juan,
cómo comparten su pan,
su tortilla y su gabán,
gentes de cien mil raleas.
En la noche de fin de año o de año nuevo, depende el estado de ánimo, en mi barrio compartimos el espacio, los alimentos, los dulces para los niños, la esperanza de un año mejor, el deseo inalcanzable de que la gasolina no suba ya cada sábado; el sueño adorado de pegarle al gordo en el tradicional sorteo de año nuevo de la Lotería Nacional o los 300 millones ¡Dios!, del Melate. También aparte de las ilusiones y los imposibles rolaron por las mesas los buñuelos, los frijolitos charros, la carne asada, las salchichas doraditas, el camarón seco y un sinfín de viandas con diversidad de bebidas, que van desde la prosaica cerveza hasta el más fino champagne para el brindis que se hace después de la consabida cuenta del …7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… ¡Feliz Año Nuevo! O de perdida la “salvadora” Sidra Pomar. Y, sí, como el poema de Serrat, éramos gente de cien mil raleas, pues había ahí profesores, secretarias, comerciantes establecidos y ambulantes, músicos, desempleados, burócratas, jubilados, encumbrados, jodidos y como ya dije, los gorrones de siempre, de profesiones y oficios misteriosos, y otra vez el “cronista” Chava Flores: “y se si pone usté en la fiesta a averiguar por qué hay tanto invitado, verá que tres los trajo aquel, que aquellos seis son de Miguel y cien de un diputado…” Por cierto no conté por ahí a ningún político que nos agriara la noche o nos echara a perder el ponche, tal vez por eso la fiesta estuvo tan amena y divertida.
Apurad
que allí os espero si queréis venir
pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.
Con las fiestas efectivamente vuelan los problemas y por un rato, se olvidan la letra que está por vencer, la bronca aquella que tiene al matrimonio en el filo de la navaja; el alcohólico se embrutece con más gloria que pena, aquellos se reconcilian, otros más cierran un negocio de pingües ganancias; ese rumia su derrota y se inventan diez mil chismes para poder iniciar el año con las “buenas nuevas”. El enfermo sana, el solitario se enamora, el gañan se civiliza, se civilizado hasta echa bala al cielo tentado a quebrar la luna que se niega a salir al fresco y al “sereno” de la noche. El desarrapado engancha un taco aquí y una gorda allá. Hasta alguien tuvo la feliz ocurrencia de llevar al jolgorio un "torito" de luces, que hizo correr a todos y las delicias de los pequeñines.
Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.
Suenan las 12, se juntan las manecillas del reloj y los cuerpos de los vecinos transformados en comensales, o los comensales convertidos de manera provisional en vecinos –incluidos los gorrones—también se funden en apretados abrazos y parabienes; te llenan de salud, de buenos deseos, de palmetazos en el lomo que te dejan tísico; los de confianza te besuquean sin pudor y quisieras que aún, pudorosamente, la changuita de buena figura de la mesa contigua fuera de confianza. Muchos inician el baile y para darle sal y pimienta a la velada, aparece de la nada un karaoke y los más arriesgados entonan, de manera muy discordante versos y gallitos de las canciones de moda. La calificación es unánime: “cantan feo, pero mal”. Una doña aprovechó para decirle las verdades a su marido echándose la última de Paquita la del Barrio. A esas horas, ya la calle muestra los estragos de la batalla, el carbón del brasero ya dio de sí, las botellas de licor han pasado de la “rayita crítica”, un bembo sacó la fusca para celebrar como hacen los hombres, tirando al infinito con la 38 súper o la pavorosa 9 milímetros. El tío poeta quiere dar un mensaje envalentonado por el “Tonayan” que ya hizo su labor en las neuronas y apenas alcanza a balbucear un par de frases que desean a todos salud, dinero y amor. Finalmente cae el piso y nadie lo pela.
Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
abrazando a una muchacha.
Los menos curtidos en este tipo de lides, arrancan temprano a sus casas, los viejitos se retiran discretamente del “sereno” y toman rumbo a la cama; una parejita, aún más discreta, sale de escena, precisamente para hacer lo mismo que los viejitos. Todos mormados por el frío, agachan la cabeza para que los que atienden el karaoke no los llamen a escenas a hacer “el oso”. Los papás primerizos corren presurosos para sacar al primogénito del clima invernal; los que tienen 3 ó 4 ya ni insisten para que los chicos se abriguen: “a´i que Dios los cuide”. Varios adolescentes, unidos como por un cordón umbilical que les nace desde las orejas, van adosados a un “ipod” como lapas a la roca, buscando llegar a la esquina para empinar el codo, lejos de los padres “que nunca comprenden a la juventud”, de la fugaz botella de tequila que se birlaron desde una mesa. El karaoke no se cansa y las gargantas menos, pues han sido ricamente escanciadas con todo tipo de licores y marranillas. Ya no sueñan con sacarse el Melate, más de uno ya lo tiene prácticamente en la bolsa y han comprado un penthouse en Miami, una Hummer color Ferrari y han enganchado un viaje a las “Uropas”, que por la lengua de almohada por el alcohol, ya perdió la “E”. Los más pequeños, luego de cantar la odiosa tonada del dinosaurio Barney, ya duermen en las camas de la casa más cercana al convite o en el regazo de la tía o la abuela. Sueñan con los Reyes Magos, mientras sus papás piensan que son reyes majes. Un grupito se adueñó de una mesa y los conforman “pirrurris” y “paupis” que ahora abrazados, quieren componer el mundo con una jerigonza irreconocible. Varios ya lloraron sus penas sobre el hombre del vecino que ayer le estorbaba con su auto la entrada de la cochera. Así, de un de repente, el cielo comienza a clarear y el nuevo día les indica que el mundo siguió girando y ya lleva 5 ó 6 horas de vida en el nuevo 2009.
Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal
la pobre vuelve al portal,
la rica vuelve al rosal,
y el avaro a las divisas.
Con la llegada del señor dios Sol, llega también su majestad la realidad y nos pone a unos y otros en nuestro lugar. El recibo de la luz, la letra que está por vencer, el jefe que a partir de mañana hay que volver a lidiar, la colegiatura de los chavales que siguen soñando –benditos—con el tal Melchor, el famoso Gaspar y el ineludible Baltasar; los chavos preocupados por las calificaciones escolares; el comerciante por el pago de sus proveedores; el de los balazos vuelve a los conflictos con la ley y los gorrones ya piensan qué van a hacer esa misma noche. Los menos espabilados y más inocentes meditan en el tiradero que hay que recoger, antes de que pase el carretón de la basura.
Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta.
Vecinos nos vemos dentro de un año. Gorrones absténganse.

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