Allá, por el muy lejano año de 1929, se publicó en El Eco de Nayarit, de Acaponeta, el periódico más antiguo aún en circulación de la entidad, una interesante y divertida nota en la cual se hablaba de que la autoridad municipal, prohibió a las meretrices de la ciudad andar enseñando “sus atributos” y “cochinadas”. Y, pensando en el año, nos imaginamos a las chicas del tacón dorado de aquel entonces, muy depravadas y orondas caminar desvergonzadamente por las calles de esta noble ciudad ¡con la falda hasta el huesito¡ lo cual debió haber sido a tal punto escandaloso que los funcionarios de ese bendito ayuntamiento les ordenó bajaran las faldas a un nivel mas decente. No faltaba más, la nota es divertida porque un policía, seguramente muy celoso de su deber, vio a una niña en edad escolar con la falda mas arriba de lo que él consideraba era decente, pudoroso, recatado, honorable y sin más, a tirones le descosió la falda y la bajó a donde la moral quedara satisfecha e inviolada, lo cual causó el enojo de muchos por la acción del gendarme.
Volviendo a este año 2009, ya bien asentado en el siglo XXI y a 80 años de distancia de aquellos hechos, nos ponemos a pensar que una de las “virtudes” que han traído estos tiempos, es la relajación de la moral: Dios nos libre y el lector nos juzgue moralistas, muy alejados estamos de ello, pero si hacemos siempre la odiosa comparación, veremos que los tiempos sí han cambiado sustancialmente. Si por una suerte de magia pudiéramos traer a nuestro mundo al policía aquel de ese 1929, el cuico al ver a nuestras niñas y muchachas de hoy con sus micro faldas, sus pantalones entalladísimos a media nalga y la gala que hacen de sus retorcidos y espirales ombligos, sin duda caería victima de un soponcio. Por supuesto que el taquito de ojo es benéfico para la salud en aquel y en éste tiempo; muchos de nosotros preferimos la moda, un tanto loca y rebuscada de esta centuria, y hasta la defendemos, a la de hace ocho décadas o más, pero el comentario de hoy en este espacio es precisamente mostrar de qué manera la moral se ha ido relajando; de tal suerte que algunas cosas que ayer eran prohibidísimas o muy mal vistas, ahora resultan naturales y ahí va el ejemplo.
Hace tan solo unos 25 años, que en realidad no son muchos, el hecho de que una mujer bailara desnuda en un cabaret o centro nocturno era algo considerado como lo peor desde el punto de vista de la sociedad que no era precisamente moralista ni moralizante. Tal vez no había algo más bajo y más ruin para los ojos de una comunidad que elaboraba necesarias tablas de valores en las que cuestiones como estas --un table dance por ejemplo que hacían escandalosa aparición en los escenarios nocturnos del país--, eran colocadas muy abajo de una lista de moral y buenas costumbres. Ahora, repito, unos 25 años después, las cosas son distintas. Al saberse que una mujer puede ganar por tan solo bailar en un salón de esos que hoy dan en llamarles “antros”, la nada despreciable cantidad de mil pesos diarios por lo bajito, la moral se fue para los archivos o los cestos de basura a esperar mejor ocasión. Ahora se sabe que mujeres que estudiaron una carrera universitaria o incluso amas de casa “tan normales”, se avientan al ruedo o más bien al tubo, enseñando muy bien formadas curvas a una comunidad que le da mucho valor a las cuestiones sexuales. Ojo, estimado amigo que me sigues en estas líneas, no digo que las mujeres se avienten de cabeza a la prostitución, al vicio o a la degradación, simplemente que el table dance, en algunos lugares del país, es tan normal como comer nopales con huevo y algunos lo toman como una profesión que les deja buen billete por enseñar el cuerpo y nada más; por supuesto que la que le busca más al negocio pues le encuentra pingües dividendos vendiendo su cuerpo, pero muchas simplemente bailan desnudas y el mundo sigue girando e incluso no ven en ello nada pecaminoso o amoral. Así es el mundo globalizado y habremos que irnos adaptando.
En esto es claro que la crisis económica del país tiene mucho que ver. Ninguna mujer se quiere ver bailando ante una manada de lobos dispuestos a todo, pero la situación es tal que, universitarias -- y universitarios porque para los hombres también hay espacios en este submundo del showbussines sexual—, que no han tenido oportunidades en lo laboral, tienen que elegir entre dos sopas: enfrentar el espectro del hambre, el desempleo, dejar de estudiar o, la posibilidad de bailar en poca ropa ganando lo que difícilmente ganarían ejerciendo la profesión que estudiaron, a veces con grandes sacrificios. El mundo de cabeza y no digo que no. Hay incluso muchos que llevan una doble vida, pues durante el día ejercen una profesión o un oficio cualquiera, más o menos para sacar para los refrescos y por las noches le pegan duro a la bailada en la pasarela, aventándose espectaculares machincuepas en tanga, aferradas o aferrados a un tubo y en realidad no les va nada mal y hasta lo presumen. Cosas de lo relajado de este siglo XXI tan lleno de tecnología, avances científicos y destapes.
Lo único malo de todo esto es que los procesos sociales como el que señalamos han rebasado los procesos educativos de las escuelas y universidades; nuevamente la mala educación y los estímulos negativos en la televisión, fomentan estas cosas y hasta le dan un toque de cierta distinción o “caché” como se dice por ahí. Lo que antes había que confesar al sacerdote en lo oscurito, muy calladito y con mucha pena, hoy se hace a la vista de todos, se publicita abiertamente y se le pone en un nivel festivo y alegre y hasta lo hacen exitoso programa de televisón con chicas de buen ver y poco cerebro. De hecho las discotecas se han convertido en gigantescos table dance en los cuales todos bailan de maneras y formas que harían temblar a nuestro amigo el cuiquillo de principios de siglo XX y lo peor es que se hace gratis y por gusto. Verbigracia: los springbreakers gringos, que vienen a hacer aquí, lo que luego les prohiben allá.
No somos nada. Sin pretender juzgar a nadie, creemos que estas crisis económica y de valores, lo que han ocasionado es que una juventud, a la que le niegan las escuelas eficientes, capacidades y orientaciones vocacionales, vive en una sociedad que les reduce cada día los foros de expresión, en un país donde la academia es simplemente un concurso de cancioneros y donde la educación es un penoso proceso de mediocridad y apatía, estos, los chavalos de hoy seguirán volteando hacía donde se ubican las alternativas de profesión o maneras de hacer dinero fácil; ya sea bailando agarrado de un tubo o vendiendo droga en las esquinas. Negro está el futuro.
Volviendo a este año 2009, ya bien asentado en el siglo XXI y a 80 años de distancia de aquellos hechos, nos ponemos a pensar que una de las “virtudes” que han traído estos tiempos, es la relajación de la moral: Dios nos libre y el lector nos juzgue moralistas, muy alejados estamos de ello, pero si hacemos siempre la odiosa comparación, veremos que los tiempos sí han cambiado sustancialmente. Si por una suerte de magia pudiéramos traer a nuestro mundo al policía aquel de ese 1929, el cuico al ver a nuestras niñas y muchachas de hoy con sus micro faldas, sus pantalones entalladísimos a media nalga y la gala que hacen de sus retorcidos y espirales ombligos, sin duda caería victima de un soponcio. Por supuesto que el taquito de ojo es benéfico para la salud en aquel y en éste tiempo; muchos de nosotros preferimos la moda, un tanto loca y rebuscada de esta centuria, y hasta la defendemos, a la de hace ocho décadas o más, pero el comentario de hoy en este espacio es precisamente mostrar de qué manera la moral se ha ido relajando; de tal suerte que algunas cosas que ayer eran prohibidísimas o muy mal vistas, ahora resultan naturales y ahí va el ejemplo.
Hace tan solo unos 25 años, que en realidad no son muchos, el hecho de que una mujer bailara desnuda en un cabaret o centro nocturno era algo considerado como lo peor desde el punto de vista de la sociedad que no era precisamente moralista ni moralizante. Tal vez no había algo más bajo y más ruin para los ojos de una comunidad que elaboraba necesarias tablas de valores en las que cuestiones como estas --un table dance por ejemplo que hacían escandalosa aparición en los escenarios nocturnos del país--, eran colocadas muy abajo de una lista de moral y buenas costumbres. Ahora, repito, unos 25 años después, las cosas son distintas. Al saberse que una mujer puede ganar por tan solo bailar en un salón de esos que hoy dan en llamarles “antros”, la nada despreciable cantidad de mil pesos diarios por lo bajito, la moral se fue para los archivos o los cestos de basura a esperar mejor ocasión. Ahora se sabe que mujeres que estudiaron una carrera universitaria o incluso amas de casa “tan normales”, se avientan al ruedo o más bien al tubo, enseñando muy bien formadas curvas a una comunidad que le da mucho valor a las cuestiones sexuales. Ojo, estimado amigo que me sigues en estas líneas, no digo que las mujeres se avienten de cabeza a la prostitución, al vicio o a la degradación, simplemente que el table dance, en algunos lugares del país, es tan normal como comer nopales con huevo y algunos lo toman como una profesión que les deja buen billete por enseñar el cuerpo y nada más; por supuesto que la que le busca más al negocio pues le encuentra pingües dividendos vendiendo su cuerpo, pero muchas simplemente bailan desnudas y el mundo sigue girando e incluso no ven en ello nada pecaminoso o amoral. Así es el mundo globalizado y habremos que irnos adaptando.
En esto es claro que la crisis económica del país tiene mucho que ver. Ninguna mujer se quiere ver bailando ante una manada de lobos dispuestos a todo, pero la situación es tal que, universitarias -- y universitarios porque para los hombres también hay espacios en este submundo del showbussines sexual—, que no han tenido oportunidades en lo laboral, tienen que elegir entre dos sopas: enfrentar el espectro del hambre, el desempleo, dejar de estudiar o, la posibilidad de bailar en poca ropa ganando lo que difícilmente ganarían ejerciendo la profesión que estudiaron, a veces con grandes sacrificios. El mundo de cabeza y no digo que no. Hay incluso muchos que llevan una doble vida, pues durante el día ejercen una profesión o un oficio cualquiera, más o menos para sacar para los refrescos y por las noches le pegan duro a la bailada en la pasarela, aventándose espectaculares machincuepas en tanga, aferradas o aferrados a un tubo y en realidad no les va nada mal y hasta lo presumen. Cosas de lo relajado de este siglo XXI tan lleno de tecnología, avances científicos y destapes.
Lo único malo de todo esto es que los procesos sociales como el que señalamos han rebasado los procesos educativos de las escuelas y universidades; nuevamente la mala educación y los estímulos negativos en la televisión, fomentan estas cosas y hasta le dan un toque de cierta distinción o “caché” como se dice por ahí. Lo que antes había que confesar al sacerdote en lo oscurito, muy calladito y con mucha pena, hoy se hace a la vista de todos, se publicita abiertamente y se le pone en un nivel festivo y alegre y hasta lo hacen exitoso programa de televisón con chicas de buen ver y poco cerebro. De hecho las discotecas se han convertido en gigantescos table dance en los cuales todos bailan de maneras y formas que harían temblar a nuestro amigo el cuiquillo de principios de siglo XX y lo peor es que se hace gratis y por gusto. Verbigracia: los springbreakers gringos, que vienen a hacer aquí, lo que luego les prohiben allá.
No somos nada. Sin pretender juzgar a nadie, creemos que estas crisis económica y de valores, lo que han ocasionado es que una juventud, a la que le niegan las escuelas eficientes, capacidades y orientaciones vocacionales, vive en una sociedad que les reduce cada día los foros de expresión, en un país donde la academia es simplemente un concurso de cancioneros y donde la educación es un penoso proceso de mediocridad y apatía, estos, los chavalos de hoy seguirán volteando hacía donde se ubican las alternativas de profesión o maneras de hacer dinero fácil; ya sea bailando agarrado de un tubo o vendiendo droga en las esquinas. Negro está el futuro.
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