01 octubre 2009

SE MURIÓ UN HOMBRE Y CON ÉL UN OFICIO

Apenas hace tres días sepultaron en esta ciudad de Acaponeta, al Sr. Antonio Maldonado Ureña, quizá su nombre no nos dice mucho, porque todos lo conocíamos como “el cuetero”, personaje que se dedicaba a la elaboración de toda clase de artículos relacionados con la pólvora y los fuegos de artificio, lo mismo un atractivo castillo, que un bombillo para asustar viejecitas y alegrar a la muchachada. Con la muerte de Don Antonio; el “cuetero” pues, se va también un oficio milenario que comenzaron los chinos en épocas ignotas y que de alguna manera continuó este personaje al que ayer dijimos adiós para siempre. Seguramente tendría “el cuetero” un sinfín de anécdotas y recuerdos, que nadie nos preocupamos en rescatar, en sacar de la memoria, situaciones de susto y risa como el castillo que se derrumbó durante las fiestas patronales de la Asunción en días pasados, que si bien, revistió mucho peligro, también dejó en los asistentes una grata sonrisa, porque son simplemente “cosas que pasan” y seguramente entre los muchos niños que ahí estaban, un recuerdo que habrán de narrar por años a los demás. Mis hijos que por ahí estaban ya lo hacen.
Desgraciadamente, Don Antonio vivió los últimos años de su vida sabiendo que nadie continuaría su obra y conocimientos, ya que el único que se interesó en esa labor, fue su nieto Juan, quien desgraciadamente falleció en un lamentable accidente donde estuvo involucrada la pólvora, recordándonos a todos, que este oficio tiene un gran riesgo y debe manejarse bajo condiciones especiales, como un polvorín y permisos difíciles de obtener por parte de las autoridades.
Así como ya no habrá –hasta donde sabemos-- quién se dedique a la elaboración de juegos pirotécnicos en Acaponeta; los demás no debemos olvidar la importancia de estos oficios artesanales y recordar lo que han significado para la cultura local los castillos en las fiestas patronales, los toritos amenazando con llevarnos entre las patas y las luces quemantes, las silbadores, palomitas, escupidores y brujas, que sin bien hoy prohibimos a nuestros hijos, ayer disfrutábamos enormemente y la verdad es que no hay fiesta que se precie de serlo si no lleva cohetones que rompen el cielo y el sueño de los que descansan. Así entre tronidos se llevaron a Don Antonio “el cuetero” a su última morada y con él a un oficio que ya nadie sigue en la ciudad, por lo que ahora habrá que importar estos elementos de otras latitudes, como Tuxpan, que siempre ha competido en el ramo con Acaponeta y que seguramente tiene su propio “cuetero”.


PEPE MORALES

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