21 enero 2010

DESDE ESPAÑA, LA RELATORÍA DE ROCÍO LÓPEZ MEDINA


¡¡¡Hola a todos!!!

Envío un saludo a los Acaponetenses que curiosos visitan y leen el espacio dispuesto por PUERTA NORTE ACAPONETA, dirigido por el maestro Pepe Morales.
El objetivo de estas palabras es agradecer a mi gente el que se conserve con una característica que he aprendido no sólo a querer sino a hacerla mía, la calidez en el recibimiento, el apapacho sincero y el sabor de hogar que a todos gusta.
Una disculpa si torno mi discurso un tanto o un mucho romántico, pero es consecuencia del sentimiento que inunda mi ser tras haber estado una temporada al lado de los míos a quienes de nuevo he tenido que decir “hasta pronto”.
Confieso que fue una grata sorpresa el recibir comentarios de viva voz de algunas personas que me dijeron estaban al pendiente de estas ideas deshilvanadas y algunas veces torpes, que bien o mal redacto –alguien alguna vez me dijo, ¡no te fíes de los halagos, busca las críticas que son las que te permiten mejorar!--, pero creo firmemente en el poder de la idea, y esta no es otra más que la necesidad de mi parte de seguir compartiendo vivencias y reflexiones que empatan con la necesidad de aquellos que deciden buscar en el otro algún dato de interés.
Por ello ahora quiero hablar del concepto “cultura”, ya que Acaponeta tiene un especial matiz dentro de nuestro estado respecto a este tópico, y precisamente dentro de nuestra necesidad de compartir cosas, escuchar al otro, observarlo y ver las circunstancias en las que vive o vivimos, es donde encontramos gran parte de ese amplio concepto.
Pues bien, inicio comentando un par de datos que observé en el período del 19 de diciembre al 17 de enero de 2010 entre Acaponeta y Tepic, en el primero me percaté que la ciudad presentaba cambios, el estadio pintado de amarillo, la fuente de la plazuela utilizada como base para el nacimiento, el adoquín de la calle México terminado y sus divertidos topes cada diez metros, los salones para fiestas, las calles con menos basura que antes y las camionetas de los familiares radicados en USA, por lo que a infraestructura se refiere, poco, pero modificaciones hubo. Por otro lado, observé las siembras, el riego, las lluvias, que algunos favorece y otros entorpece, y ahí me di cuenta que no hay nada totalmente bueno y nada totalmente malo. Observé las puestas de sol, que son distintas en el rancho tras largas extensiones de cultivos, y en la playa, tras el ancho e imponente mar; en el primer escenario percibí la paz insondable del hombre de campo y en el segundo la imperiosa necesidad de trascendencia del hombre, ahí aprendí lo contradictorio que somos los seres humanos.
En Tepic observé que los cambios en infraestructura fueron más notables, el nodo vial terminado, el boulevard Tepic-Xalisco, la Ciudad de la Salud, algunos lugares nuevos para tomar un café o acudir a cenar, algunos cambios en mi facultad de derecho de la UAN, etc. Vi los amaneceres con el marco del Sangangüey, que dejan una sensación de frescura y poderío a quienes acuden al Valle de Matatipac y son sensibles a este fenómeno, observé en la plaza principal, a las personas, sus gestos y actitudes, los rostros cargados de culpa y los cuerpos que arrastran pesares, incluso observé un grupo de hippies que, tras movimientos afro caribeños, mantenían inmutables a los transeúntes ansiosos, quizá, de desprender lo negativo con esos rudos movimientos; presencié una noche de cumbia a la mexicana que me hicieron sentir literalmente viva, pero la motivación vino tras escuchar a mi grupo de amigos, compañeros y contemporáneos que compartieron conmigo sus aventuras que solo deja el trayecto, el movimiento y el entusiasmo de un año transcurrido.
Ahí descubrí que la importancia de lo relativo, que todo forma parte de nuestra cultura, y que el reto es mantener el equilibrio entre lo natural y lo convencional, y ese equilibrio quizá pueda alcanzarse mediante la comunicación, mediante nuestro propio lenguaje, que es pieza clave para dar a conocer, para difundir, para explayar nuestro ser interior al otro, ese otro ávido de escuchar y el desesperado por manifestar, constituyéndose así un proceso interminable de transmisión de las ideas, hablar y escuchar, escuchar y hablar, y en nuestro caso escribir-leer y comentar.
Esa fue mi mayor lección escuchar a mi padre, aprender el lenguaje de mi madre, conectarme con mis hermanos, deleitarme con mis amigos, entretenerme observando todo lo que es mi lugar de origen y saber que naturalmente soy una extensión de mi tierra, pero que culturalmente se modifica por el paso de experiencias. Experiencias también vividas y compartidas por otros, ese es el intrincado proceso de lo que conocemos como cultura, los códigos comunes compartidos, las instituciones por todos respetadas, códigos, como la risa, el baile, el chacoteo, las miradas, que sólo pueden ser entendidas en el contexto particular de quién ha nacido y vivido en y con ellos, instituciones, como la familia, costumbres y tradiciones como las pastorelas, reproducciones de modelos tradicionales con modernidades adheridas no es otra cosa más que efectos globalizados que contribuyen a la complejidad de nuestra cultura en TEPIC y ACAPONETA.

Un beso grande.
Shio López
Shio_777@hotmail.com

No hay comentarios: