11 enero 2010

ZAPATERO A TUS ZAPATOS

Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo


El escritor, científico, naturalista y militar romano Plinio el Viejo, contaba un anécdota del pintor latino Apeles, el cual a sus obras ya terminadas, las exhibía a la opinión general en un tenderete en las calles de la Roma antigua. Explica Plinio, que Apeles, un tanto cuanto inseguro de la calidad de su arte, se ocultaba detrás de ellas y escuchaba la crítica del pueblo, que era la más sincera. Un día llegó un zapatero y criticó acremente las sandalias de un personaje de determinada pintura del artista. Decía el artesano remendón, que a la sandalia le faltaban algunas tiras de cuero y que por tanto la obra no tenía la veracidad debida, demeritando su calidad. Apeles, sin rencor, hizo la reparación en el lienzo y entonces el zapatero, enorgullecido por la corrección gracias a su crítica, se envaneció aún más y comenzó a criticar la pierna del mismo personaje en el cuadro. Apeles, francamente enojado por la actitud del hombre aquel, le respondió que se atuviera solamente a lo que conocía, es decir a los zapatos y no a la pierna que ya no era de su competencia. Plinio el Viejo, decía que de ese hecho nació el ahora conocido refrán “zapatero a tus zapatos”. Que quiere decir, que cada quien se dedique a lo que sabe y no andar metiendo las narices en otros asuntos ajenos a su competencia.
No es casual que algunos ciudadanos, en su momento hayan comentado que el Ayuntamiento de Acaponeta, no debería de meterse a manejar y hacerse cargo del equipo de beisbol Cachorros de Acaponeta, que junto con el de Tecuala, ambos administrados por los gobiernos municipales, no dieron el ancho y fueron eliminados de las finales o playoffs, como se dice en el argot de la pelota caliente.
Resultó campeón el equipo Tabaqueros de Santiago, los dieron cuenta de los Diablos Rojos de Tepic y le dieron el honor a la zona norte. Así es como nos tenemos que conformar, hacer del triunfo de Santiago, el de todos los que estamos por acá, que a veces nos sentimos abandonados. Curiosamente los triunfadores son manejados por particulares.
Sin embargo, el comentario de hoy, versa sobre la desilusión que tuvo la afición acaponetense, que respondió como se lo pidieron los directivos de la novena gardeniona, con llenos en todos y cada uno de los partidos. Sin embargo, el equipo no dio el ancho y se quedó, junto con los camaroneros de Tecuala, chiflando en la loma y esperando tiempos mejores.
Los que saben del Rey de los Deportes, nos dicen, que el equipo acaponetense, tenía lo suficiente para haber conquistado el campeonato, pues en un solo partido, se llegó incluso, así me dicen, a tener hasta siete jugadores de Liga Mexicana, lo cual no es poca cosa, pero que los manejadores fueron los que regaron el tepache, ante una directiva pusilánime e inexperta que no supo corregir y exigir a los jerarcas de la Liga, una mayor responsabilidad de los jugadores, hacer los cambios necesarios, como el del cuerpo técnico que condujo a la debacle a los peloteros, que se llevaron entre los batazos y jonrones a la afición.
Diría, sin querer ser el gran crítico o hacer leña del árbol caído, además de reconocer mi ignorancia beisbolera, que los Ayuntamientos, no deben meterse en estos berenjenales deportivos y administrativos, pues suficientes problemas tienen con el gobierno de los pueblos, aunque sean modestos como estos del norte nayarita, como para andar contándole las costuras a Doña Blanca, como se dice en el argot beisbolero. En todo caso, se debe dejar en manos de los verdaderos expertos, el manejo del equipo y no descuidar la labor gubernamental por andar corriendo las bases. Ni de aquí, ni de allá. No distraerse de las acciones de gobierno, por andar fildeando pelotas en los jardines.
Zapatero a tus zapatos, diría Plinio el Viejo y tendría toda la razón. Ya se habla de una nueva directiva y en verdad desconozco si el Ayuntamiento aventará la toalla a otro más valiente o preparado, pero, volviendo a los refranes, no se puede estar repicando campanas y andar al mismo tiempo en la procesión.

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