19 enero 2010

HAY DE POBRES A POBRES


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

El concepto de pobreza es en realidad muy subjetivo, no será lo mismo una persona pobre de la Sierra Nayarita, que una de la gran ciudad de México. No es igual el nivel de pobreza en nuestro país, que el que tienen Estados Unidos, Canadá o Japón y por supuesto tampoco se puede comparar con los países africanos o el desdichado Haití, que viene a ser un pedazo de África en América. No hace mucho conocí a un canadiense, trabajador de una empresa dedicada al servicio de energía eléctrica, tipo C.F.E., pero de la iniciativa privada. Él se consideraba un simple obrero y sin embargo llegó a visitarnos, recorriendo, desde su país abordo de un trailer equipadísimo, toda la Unión Americana y pensaba visitar varios estados de México.
Se dice que una persona es pobre solo cuando su nivel de ingreso es inferior a la línea de pobreza que se ha definido. Y en esta definición, se pueden hallar un sinnúmero de clasificaciones de pobreza, que no se entiende cómo es que se puede dar una explicación a todo esto, como si fuera contar y clasificar canicas. De hecho, de manera oficial en este país existen tres niveles de pobreza reconocidos: alimentaria, de capacidades y de patrimonio. Pero no es mi intención explicar en tan breve comentario, algo tan complejo y surrealista como eso. Más bien la participación de hoy, me viene a la mente cuando vemos lo que sucede en Haití, que sobrepasa por mucho la más espantosa película hollywoodense de desastre y ciencia-ficción.
Pienso por ejemplo en una persona de escasos recursos de la sierra de Acaponeta o esta cordillera que cruza de norte a sur el Estado de Nayarit. Si bien es cierto que cuando decimos que hay gente que no tiene ni para comer, lo cierto es que, salvo verdaderos casos extremos, acá de este lado del mundo, nadie se muere de hambre, siempre habrá un pedazo de tierra que hará crecer algo para llevarse a la boca, quizá un árbol de mango o un cocotero, y si viaja uno a aquellos lugares verá que en cada casa hay criaderos de gallinas o puercos, que ni en sueños tienen en África por ejemplo, donde con ansia, desesperación y mucha fe, esperan el paso de un avión que les aviente comida, o que son en estos momentos son un lujo en el desgraciado país caribeño víctima del terremoto.
No se trata de justificar la pobreza o conformarnos con lo que tenemos, menos cuando vemos onerosos gastos y corruptelas que se van al pozo sin fondo de las inútiles erogaciones oficiales que luego vemos aquí y allá.

La pobreza es la pobreza donde quiera que se halle y del tamaño que sea, es grave, indigna y duele. Tan miserable un ciudadano paupérrimo en Nueva York, que uno de Santa Cruz, Saycota y San Blasito en Acaponeta, o el damnificado de Haití.
Sin embargo, la pobreza se vuelve más injusta cuando se hace público y se presume, la inequidad que existe en todos los ámbitos, pues duele pensar que existiendo la miseria de Haití, hay lugares en la Unión Americana o Europa donde se venden hamburguesas de 85 euros, es decir 1553 pesos, criminal o un sándwich en los almacenes Selfridges de Londres elaborado con alimentos exóticos y caros, el cual tiene un costo de 148 dólares, o sea al tipo de cambio de hoy, 1884 pesos, como para invitar a la esposa y a los hijos a comer un sandwichito para un día de campo o el recreo de los chicos.
De la misma manera, la pobreza en la sierra de Nayarit, o la que afecta a coras, huicholes, tepehuanos o mexicaneros, se hace doblemente dolorosa cuando vemos que los representantes de esos pobres, es decir, los diputados locales obtienen la nada despreciable suma de 87 mil 100 pesos mensuales por cabeza, que por 30 que son ellos, erogan al mes 2 millones 613 mil pesos, según el tabulador de salarios que viene en su página de internet, eso sin contar que tienen también un seguro de vida institucional por 500 mil pesos, aguinaldo de 60 días de sueldo base, o sea unos 81 mil pesos, prima vacacional, auto y otras prerrogativas inherentes a su puesto. Pero eso es juego de niños si hacemos cuentas de lo que recibe un diputado federal, humildemente se allegan 150 mil 351 pesos al mes, por 500 que son, el país eroga, solo en sueldos de los diputados 75 millones 175 mil 500 pesos, sin contar lo que recibe el enjambre que les rodean en forma de jefes de departamento, subdirectores, directores de área, directores generales, contralores, secretarios y pare Ud. de contar, estimado amigo que me lee.
Entonces hay de pobrezas a pobrezas y como dijo alguna vez Kofi Annan: “Todos estamos aquí porque... Creemos... Que la pobreza es intolerable en un mundo de abundancia. Y todos estamos aquí porque estamos convencidos -más bien sabemos- que podemos terminar con la pobreza en el espacio de nuestra vida, con nuestras propias manos y nuestras propias mentes”. Bonitas palabras del ex dirigente de la ONU, pero para eso, hace falta voluntad en un mundo donde al parecer eso ya no existe.

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